Aunque a veces se nos olvide o, mejor dicho, nos lo hagan olvidar, en este país se pueden hacer series que no huelan a fritanga cómica o que no parezcan la copia pobre de algún éxito extranjero o que no se muestren como la versión siglo XXI de las radionovelas de antaño o que no se asemejen a una antología de chistes de barriada o que no intenten abarcar todos los
targets metiendo con calzador todo tipo de tramas y personajes o que no sean bizarradas cuyo guión debió ser escrito bajo sustancias psicotrópicas o utilizado para consumirlas. Se pueden hacer series diferentes y arriesgadas en lo argumental, técnico o presupuestario y que, sin embargo, resultan enormemente atractivas y de calidad. No ocurre mucho, pero ocurre. Ahí están los casos de "Crematorio", "¿Qué fue de Jorge Sanz?" o
"El tiempo entre costuras". Incluso, hasta se podrían incluir productos como "Isabel" o "Cuéntame cómo pasó" en ese grupo de series que, siendo españolas, son dignas de consideración por
no ser “más de lo mismo” ni a un lado ni a otro de la cámara.
"El tiempo entre costuras"
En un contexto global en el que las fronteras entre
las películas y las series se están derribando a golpe de talento, ambición y confianza presupuestaria y en el que la televisión se está convirtiendo en el nuevo Hollywood, sería necesario que en España tanto anunciantes como productoras y cadenas se arriesguen a apostar por series que se salgan de esa norma que ha llevado a la ficción televisiva española a ser tan criticada (y con razón). Hacer “series que parezcan cine”, por su trama, factura técnica o nivel interpretativo
es posible en España, siempre y cuando se tenga claro que la calidad se paga. En ese sentido, más riesgo económico supone una serie barata que se despeñe en audiencia por deméritos propios que una serie cara que atraiga espectadores por el valor añadido de su propuesta; siempre y cuando el encargado del sustento económico tenga el criterio suficiente para distinguir entre la brillantez y la tomadura de pelo o entre la originalidad y la copia travestida de innovación creativa.
Así las cosas, se puede afirmar que
la industria de la ficción televisiva española está en condiciones de hacer buenos productos, tal y como ya hizo en los setenta y ochenta del pasado siglo. Sólo falta tener la voluntad y la valentía de hacerlo, sabiendo, eso sí, que hacer bien las cosas siempre implica un riesgo. Lamentablemente, hoy por hoy parece que se apuesta más por el
catenaccio creativo y presupuestario, quizás por ese inquietante síntoma de que las series en este país parecen una tregua publicitaria, un mero relleno entre anuncios que, a la postre, son la fuente del maná económico.
En definitiva: bienvenidas sean series como "El tiempo entre costuras" que demuestran, como ya lo ha hecho el cine, que, en España, cuando se apuesta por el talento, los éxitos vienen solos.
Javier Crespo Cullell
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