Un libro -de los físicos, de los que se imprimen, no de los electrónicos- está hecho de componentes orgánicos: las páginas llevan pulpa de madera y tinta, el lomo está conglutinado con pegamento e hilo... Cuando es nuevo, eso es lo que olemos. Y cuando es viejo, cuando componentes reaccionan de forma muy lenta y gradual al calor, la luz y la humedad, crean así el olor particular a librería de segunda mano que, en 2009, un grupo de científicos internacionales definió como "una combinación de notas cubiertas de hierba con un fuerte sabor a ácidos y un poco de vainilla sobre una capa de humedad". Y, dentro de poco, también lo oleremos cuando nos pongamos perfume encima. Paper Passion: eau de libro por Karl Lagerfeld El invento es cosa de Karl Lagerfeld, que se ha unido con antiguos colaboradores suyos como el editor Garhard Steidl, el perfumista Geza Schoen y la revista Wallpaper para crear Paper Passion, una fragancia que huele a libro viejo y está empaquetada entre textos de Günter Grass... Un capricho del jefe supremo de Chanel en el que se puede entrever una respuesta a la rápida desaparición de los libros físicos; como una forma de perpetuar lo que, tal vez, dentro de poco sea una rareza o un artículo de lujo. Lo que no está tan claro es si Lagerfeld sabía o no que se estaba inscribiendo en una tendencia terriblemente popular en nuestros días: la que doblega a todo progreso tecnológico para que recuerde algo que o bien está perdido o bien se está perdiendo. Quizá la prueba más innegable sea el éxito de Instagram, la aplicación fotográfica de convierte a ese diminuto aparato capaz de conectar con satélites en el espacio exterior que es un smartphone en una cámara desechable de los años setenta. Pero no es la única. Si un libro impreso es ya en olor de la nostalgia, los escandalosos cates de una máquina de escribir pueden ser perfectamente su sonido. Véase por ejemplo The Noisy Typer, una aplicación disponible solo para Macs que hace que el ordenador emita un sonido similar a la de una máquina cada vez que se presiona una tecla. Seguramente no esté llamada a ser la aplicación de más éxito de la historia de Apple, pero el mero hecho de que algo tan, digámoslo suavemente, inútil exista ya denota el furor que causa esta tendencia. Vean: La aplicación, eso sí, está elaborada: tiene sonidos para las teclas con caracteres, otro para el espaciador y, por supuesto, la clásica campanita para cada vez que se presiona Enter para iniciar una nueva línea en un procesador de texto. Si The Noisy Typer parece una carta (mecanografiada) de amor a las máquinas de escribir es solo cuando no se la compara con the USB Typewriter, un teclado con forma de máquina que se conecta al iPad a través de la salida USB -y que cuesta entre 400 y 500 dólares, que la nostalgia si es algo, es cara- y que convierte la tableta en una especie de folio sobre el que se simula escribir como si estuviéramos con una Olivetti. Tomás Castroviejo