Es un hecho. A todos nos gusta la comida de nuestras madres, pero se nos hace difícil replicarla, incluso siguiendo punto por punto la receta que nos han pasado...

¿Dónde está el secreto? Cuando nos independizamos, se nos cae el mundo encima nada más pensar que debemos poner lavadoras, planchar y cocinar, pues sobre todo para esto último se necesita tiempo, ganas e ímpetu. Es más, nos atreveríamos a decir que las nuevas generaciones (millennials y Z) son las que más sufren por realizar platos tradicionales y alejados de alimentos ultraprocesados.

Si te has sentido identificado/a, tranquilo/a, en Vanidad hemos hablado con la health coach Carolina Ferrer para averiguar cómo podemos cocinar sin perder las recetas de nuestras madres. ¡Nosotras ya estamos mood cocinitas!

“Invito a los jóvenes que dediquen algún día al mes a visitar a sus abuelas y cocinar con ellas, ojalá lo hubiera hecho más yo cuando las tenía aquí”. Este es el primer -y más fácil consejo- que nos da Carolina. Y es que la experta asegura que las recetas tradicionales no requieren una costosa elaboración como solemos creer, sino que lo importante es ir paso por paso. Planificar con tiempo, buscar la receta adecuada, preparar los ingredientes y seguir un timming. “Lo demás, déjalo a tus sentidos”, añade. 

El libro que comparte junto a Verónica Sánchez, 'Cocina para la tribu', lo demuestra, pues en este defienden las comidas caseras que (todavía) nos cocinan o cocinaban nuestras personas más queridas. “La salsa de tomate es un clásico. De hecho es tan sencilla de preparar que no me explico cómo la gente sigue comprándola en el supermercado”, asegura.

Si bien es cierto que hay un ingrediente secreto que los hijos nunca podremos conseguir en su totalidad (y este es el amor de madre, padre o abuelos), la health coach reconoce que cualquier receta hecha con amor, ya cumple con esa característica. “Cocinar es un acto de amor en sí, es imposible querer deleitar a alguien con un plato si no sientes amor. Eso se puede transmitir desde la cocinera de un colegio hasta de un amigo a otro”, comenta.

Ahora bien, ¿los jóvenes de ahora hemos perdido esa dedicación por la cocina? Aunque el delivery nos haya pasado factura, es cierto que a raíz del confinamiento, muchos nos hemos aficionado a la buena comida. Es más, el olor de un ingrediente e, incluso, la disposición de los alimentos que nos recuerdan a un plato que nos hacían en casa, ha hecho que el interés por replicar platos caseros haya ido en aumento.

“Ver a mi madre preparar bechamel me hacía sumamente feliz. Recuerdo que mi hermano y yo nos peleábamos porque nos pusiera bechamel en un cuenco y nos la comíamos a cucharadas. También recuerdo cuando preparaba flan, ese olor a vainilla y caramelo... O lentejas con chorizo, otro recuerdo olfativo que no puedo olvidar y que me recuerda a la casa que teníamos en el Empordà y a la que íbamos en invierno”, añade. 

Y a ti, ¿qué recuerdo se te ha desbloqueado leyendo este artículo? ¿La tortilla de patata de tu abuela?, ¿sus macarrones? ¡Pues ya sabes, manos a la obra!

 

Marta Pedraza: @martapedrazza

Imágenes: Cedidas por Carolina Ferrer

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