En plena operación bikini express, tachando los días que nos faltan para dar por finaliza-do el periodo detox e inaugurar la temporada de cervecita al sol, aperitivo y placeres veraniegos varios, hemos decidido que al menos por un día ¡vamos a ponernos moradas!
Pero que no cunda el pánico, no vamos a tirar por tierra los últimos tres meses de esfuerzos y restricciones, hablamos de ponernos moradas en sentido literal, de arriba abajo del color de la zarzamora y sus mil y una variantes. El lila, malva, púrpura y lavanda se apoderan de nosotras haciendo que este verano nos declaremos absolutamente incondicionales del sabor a mora.
Cargado de simbolismo (y no sólo religioso) de él se dice que es el color de la lealtad, sabiduría y éxito, incluso que es símbolo de la extravagancia y la rareza, aunque todo apunta que esta temporada dejará de ser raro para convertirse en un habitual de nuestro armario.
El
rosa cuarzo y el
azul serenidad han decidido dejar un hueco al que podríamos considera un término medio entre ambos. Mezclamos colores para conseguir el pantone que viene dispuesto a desbancar por completo el protagonismo de los clásicos y ser el nuevo blanco del verano.
Violeta, azulado, rosado o cerúleo, de todas y cada una de sus tonalidades se ha teñido las pasarelas sin dejar opción alguna a cualquier otro color.
Loewe se decanta por el tono más violeta, Carven nos convierte en chicas yeyé y Bottega Venetta nos viste con cola incluida en una variedad frambuesa irresistible. La clave es romper las barreras que siempre nos han hecho verle como un color difícil de llevar y ¡ponernos moradas sin reparo!
Faldas, pantalones, bolsos o zapatos la cuestión es caer en la tentación del color que sin lugar a dudas nos ha (ena)morado.
Mercedes Gala
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