El triunfo ingenioso de
Miuccia Prada en Milán, aderezado de
Jamie Bell, William Dafoe y
Emile Hirsch en uniformes, escondía una cuestión latente en el imaginario actual de la firma. No era otra que la exposición, ya en proceso, con la que el
Museo Metropolitan de Nueva York anunció hace meses que indagaría en el talento de Miuccia y de otra grande compatriota,
Elsa Schiaparelli.
La última estandarte italiana de la
alta costura de los
años 30 y única rival reconocida de
Coco Chanel, introdujo entre sus obsesiones el rosa shocking, los jerséis con estampados que Mary Katrantzou seguramente admirará y el vanguardismo dadaísta. Jugaba con la moda en modo apuesta segura, con resultados equidistantes a la sensación que produce hoy presenciar un desfile de Miuccia en el que, bajo patrones en principio sobrios, establece declaraciones de intenciones como el chic motorista de gasolinera retro. Tarea ardua, aunque no tanto para ellas.
Su paralelismo, sutil para uno y obvio para otros, llevó a
Harold Koda y
Andrew Bolton (los comisarios de la exposición en el Metropolitan) a plantear la idea de una exposición en común bajo un modus operandi de conversaciones ficticias entre Miuccia y la abuela de la modelo
Marisa Berenson. Su mejor apoyo será las "Entrevistas Imposibles" que en la época de la segunda elaboró el escritor
Miguel Covarrubia.
Teniendo en cuenta el rol que tenía el
Surrealismo y otros movimientos artísticos en los diseños de ambas, será tan solo la cuestión de entrelazar casos concretos en sus creaciones la única que conlleve más tiempo explorar. Las colaboraciones de Schiaparelli con Dalí y Cocteau, así como la actual
Fondazione Prada, empujaron a la moda y al arte hacia el acercamiento, intimándoles "en una relación directa, sinérgica y cultural" decía en diciembre
Thomas P. Campbell, director del museo.
No obstante, y aunque la exposición no abra sus puertas al público hasta el 7 de mayo (con la sorprendente copresidencia de
Anna Wintour y
Carey Mulligan y
Baz Luhrman como consejero creativo), ya ha recibido sus primeras críticas. No, ningún periódico ni revista ha contado con la primicia. Ha sido la propia Miuccia la que ha comentado su descontento con los paralelismos que se están haciendo en la trayectoria de su dirección creativa con la musa del surrealismo italiano. Hace unos días, decía para WWD: "Es muy formal; se están centrado en aspectos relativos, comparando plumas con plumas, étnico con étnico, pero no están teniendo en cuenta que pertenecemos a eras muy distintas y que tanto en fondo como en formas, Schiaparelli y yo somos totalmente opuestas" comentó Miuccia minutos antes de su glorioso desfile en Milán. "Se lo dije, pero no les importa", añadió con una expresión torcida de malestar. Veremos qué depara el resultado final (si el gigante italiano no lo impide).
Por Mario Ximénez
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