Era un día extremadamente caluroso en París. En una marabunta apoteósica de desfiles, la marcha se detenía en el número 9 de la
rue de Rivoli. Uno de los recintos del
Palacio del Louvre -antigua residencia de Luis IX ahora reconvertido en palacio de exposiciones- daba paso a
Zip Zone, una de las ferias que tienen lugar durante la Semana de la Moda en la capital, obligatoriamente benjaminas respecto a la gran
Atmosphère que despunta en los Jardines de las Tullerías.
Al entrar, un espídico
Juan Vidal saluda efusivo y me presenta a su equipo, presidido orgullosamente por su madre, de la que destacan a primera vista unas enormes gafas de Prada y un vestido con aspecto de neopreno y viscosa negro. Curiosamente, un aspecto mucho más agradable a la vista que el resto de looks estrambóticos vistos en la ciudad del amor. Es curioso conocer también a
Marta Ortiz, su amiga, musa o viceversa, que está allí para clavar sus piernas interminables en los desfiles de Kenzo y Vivienne Westwood. Ambos tienen esa química dual en el mundo de la moda (inevitablemente identificada en musa-diseñador) que nos traslada a una sesión de fotos informal y distendida entre las mágicas prendas de Juan, que se componen cromáticamente de tres colores en exclusiva: blanco, negro y rosa. Con un match point así, el resto va rodado: aplicaciones de flores, bordados brillantes en el escote de un vestido con largo interminable, o cordones en los ribetes de vestidos que emulan la metamorfosis de una niña venida a mujer a la que Juan ha bautizado como
Kitty. La colección es una estrella en sí.
Es español, está en París, y está vendiendo. Es un privilegio, y Juan lo sabe. Pero en medio de las fotos que aquí aparecen, una presencia acentúa su tensión inherente. Meses más tarde descubrimos que se trataba de Andrea, uno de los "chicos" de Domenico Dolce y Stefano Gabbana, que se encarga de seleccionar por todo el globo las prendas de jóvenes diseñadores y colgarlas en las perchas de Spiga 2, la multimarca de los diseñadores que un año atrás hizo lo propio con Elisa Palomino.
Juan narra en sus propias palabras la experiencia D&> para Vanidad: "Recuerdo cómo Andrea, el chico de
Dolce & Gabbana, se paró delante del perchero y lo repasaba sin yo siquiera saber quién era. Lo estuvo revisando tres veces, por dentro y por fuera, los forros, las costuras, los acabados... Luego llamó a un colega, y se marcharon. Al rato volvieron, y me dijeron que se lo querían llevar a los señores Domenico y Stefano, y que de ellos dependía del OK final. ¡En esos momentos me pinchas y no me sacas sangre!".
No solo es importante la selección de los italianos, sino también la presencia que ahora tendrá Juan Vidal a nivel internacional: "Supone una visibilidad increíble, y sobre todo es emocionante cuando profesionales del sector después de ver el producto y estudiarlo, piensan que hay algo. De momento es pronto para decir qué tal, solo lleva una semana en la tienda. Pero sí nos han llamado para decirnos que están encantados con la colección..." y no ha de extrañar a nadie. Las águilas como Juan no cazan moscas y los efectos empiezan a ser palpable para él. El próximo peldaño recae en Madrid, donde Juan presenta el 4 de febrero su colección
Otoño-Invierno 2012/2013 en la
Sede del Ballet Nacional, nada menos. Esta vez la chica se llama
Chrystine. Amén.
Por Mario Ximénez
Fotografías de Mario Ximénez
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