Comodidad y confort. Esa son las dos palabras que mejor definen a la prenda que nos ha acompañado durante casi todos los meses de confinamiento. Ese básico, a medio camino entre el pijama y el vaquero, que nos ha obligado a salir de la cama, pero manteniendo la comodidad que exige quedarse en casa.

El chándal ha sido nuestro mejor aliado, y ha llegado para quedarse. Ahora no es solo una prenda de domingos o de deporte, porque después de hacerlo nuestro compañero del día a día, la comodidad y el estilo se han dado la mano en esta prenda que conquista las calles como ha conquistado nuestros corazones. Pero, ¿de dónde viene el chándal?

Para hablar del origen del chándal, debemos remontarnos a finales del S. XIX, y no, nada tiene que ver con el jogging o los domingos de resaca. Esta prenda debe su nombre a los vendedores de ajo de Les Halles de París. En 1893 era habitual encontrar por las calles parisinas a estas personas vistiendo un característico jersey de canalé para protegerse del frío. Y es que esta prenda acabó siendo tan característica del gremio, que su misma denominación es una evolución fonética de la profesión: vendedores de ajo, en francés, se dice “marchand d’ail”, que abreviado se quedaría en “chand d’ail” y de ahí “chandail”.

Sin embargo, la versión del chándal más parecida a la que conocemos hoy no surge hasta 1920, de la mano del artista Ernesto Michahelles, conocido como Thayaht, y su hermano Ram. La obra de Thayaht se caracteriza por la innovación, la búsqueda de nuevas sensibilidades y un tonteo descarado con el futurismo que pretendió plasmar en esta pieza de moda que denominó “tuta”, un traje universal para todos.

Con esta prenda, el artista quería crear algo cómodo, sencillo de fabricar y accesible a todos los bolsillos, algo así como un uniforme que sirviese para todos los días y para todas las personas. Pero la idea original tuvo que esperar unos años más para verse cumplida, pues en ese momento quedó relegada al mundo laboral de algunos sectores de trabajo.

Su comodidad es lo que hace que el mundo del deporte se centre en él. Fue Adidas quien, en 1967, se aventuró al mundo de la ropa deportiva eligiendo al chándal como la prenda indicada para ello. Hasta los años 70, se siguió asociando exclusivamente a este mundo, pero poco a poco fue conquistando los armarios de las personas de a pie hasta convertirse en un must para todos, logrando así el objetivo original.

Desde ese momento en adelante, un sinfín de diseños, materiales, texturas, colores y formas han ido pasando por esta prenda, adaptándose a todos los gustos y estilos sin perder sus tres requisitos esenciales: comodidad, resistencia y asequibilidad.

Pero el chándal no siempre ha sido tan democratizado ni aceptado como ahora. Hasta hace bien poco, y aunque todos hayamos tenido siempre uno de fondo de armario, estaba relegado a usos determinadas y, además, se asociaba con la estética de diversas tribus urbanas de mayor o menor consideración.

Por suerte, los prejuicios se han ido poco a poco superando y hoy el chándal no solo es una prenda más entre nuestros outfits, sino que además nos permite gozar de la comodidad de sus características sin perder el buen gusto ni, mucho menos, renunciar a las tendencias.

Sí amigos, el chándal se ha convertido en un fiel compañero que cada vez cuesta menos sacar a pasear. El confinamiento ha cambiado la historia de esta prenda y, aunque las circunstancias no han sido las ideales, en cierto modo se ha cumplido el sueño de Thayaht: convertir el chándal en una prenda para todos los días y para todo el mundo. 

 

Elena Romero: @elenar_vargas

Imágenes: Instagram

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