La moda avanza a pasos agigantados. Es fugaz, democrática y de relevo constante, provocando, que lo que hoy es, mañana se habrá olvidado. La competencia rivaliza y es mano de hierro en una industria que muda de piel casi a diario. Claro que toda regla tiene su excepción.
Coco Chanel, genio por excelencia, probablemente no tenía conciencia de lo que supondría la creación de su ya mítico perfume
Chanel nº5, una mina de oro. Ese aroma que Marilyn Monroe decía usar de ropa de cama y cuyo olor nos traslada
ipso facto a un París lleno de luces, elegancia y altas dosis de sobriedad.
Dalí tomó parte de uno de los primeros frascos
"Las modas pasan, pero el estilo permanece".
Touché por Coco, quien poco se equivocaba al pronunciar la famosa máxima.
Hasta el próximo 5 de junio el palacio de Tokio de París acoge la leyenda todavía viva de tan conocida fragancia, de ese longevo Chanel nº5 que nace fruto del romanticismo y del amor de Gabrielle
Coco Chanel por su fallecido esposo Arthur
Boy Capel. En 1921 se olerían sus primeras gotas, "un perfume artificial, preciso como un vestido (...) que sea para la mujer y huela a ella".
La clave del éxito es, a ciencia cierta, la imposibilidad de calificar su aroma, de definirlo. Con un barroco frasco, su forma no ha hecho más que ir evolucionando. Relevos aparte.
Catherine Deneuve fue imagen del legendario perfume
Casi como un elixir, como una fuente de la eterna juventud,
los años no hacen más que acrecentar el deseo que existe hacía esta fragancia. De ahí esta exposición, este recorrido no sólo por la historia de Chanel nº5 sino también del mito, haciendo una retrospectiva en la que aparecen obras de otros genios amigos como Picasso, Warhol y compañía. Una rememoración de la esencia de mujeres como Catherine Deneuve, Nicole Kidman o Audrey Tatou entre muchas otras. Un viaje por la Francia de aquellos años, tan surreal y romántica como la propia historia de su creadora.
Alejandro Bernad Perié
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