Islandia es un país de revoluciones. Y no solo se resisten a cubrir su deuda bancaria. También en el terreno musical, estos nórdicos llevan años haciendo las cosas a sus manera. Amiina, GusGus, Seabear, Múm o la abeja reina Björk son tan solo algunos nombres pillados al azar de una generación de artistas que se mueven con una soltura pasmosa entre el folk, la electrónica y la experimentación. Entre ellos se encuentra
Ólafur Arnalds, un joven pianista de 28 años autodidacta que dio el pelotazo allá por 2007 con su “Eulogy For Evolution”–, un disco donde la electrónica más introspectiva se aliaba con expresivos arreglos de cámara y que los medios se apresuraron en calificar de “música neoclásica”. Tanto es así, que desde entonces su nombre ha estado vinculado a este género. Seis años después de su debut, el primo de la también compositora Ólof Arnalds vuelve, tras una extensa colección de EP y dos bandas sonoras, con su tercer largo “For Now I am Winter”, toda una reflexión sobre música y emociones, donde por primera vez incorpora a sus melodías líneas cantadas –a cargo de Arnór Dan, vocalista de Agent Fresco–. El resultado es un conjunto de 12 cortes más cercanos al
postdubstep de James Blake o al pop electrónico de Apparat que al solemne minimalismo de Max Richter. Pero con los que Arnalds vuelve a lograr tocar la fibra sensible del respetable.
Presentaste tu nuevo álbum “For Now I Am Winter” en la primera edición de Sonar Reikiavik. ¿Qué destacarías de la experiencia?
La verdad es que todo estuvo genial para ser el primer año que se celebra. Incluso se completó el aforo. Además, la presentación de mi álbum tuvo muy buena acogida.
¿Cuál crees que ha sido tu evolución desde “Eulogy For Evolution”?
Muchas cosas han cambiado desde entonces. Mi amor por la electrónica no estuvo presente hasta mi quinto o sexto trabajo, cuando empecé a incluir sonidos electrónicos y sintetizadores. En mi nuevo álbum he procurado que las canciones suenen más orquestadas, incluir más arreglos de cuerdas, etc.
¿Por qué toda la música en Islandia tiene un aire similar?
No creo que toda la música islandesa suena parecida, sino más bien la música islandesa que tú escuchas. Tendrías que venir aquí y oír las cosas que se hacen. Tenemos más bandas pop que grupos como Sigur Rós. Verías que hay muchísimos grupos de R&B y pop a la americana.
La voz de Arnór Dan le da a tu música un toque cercano, más accesible. ¿Cuál fue el origen de esta colaboración?
Somos amigos desde hace tiempo. La verdad es que teníamos ganas de hacer música juntos, solo con la intención de pasarlo bien y ver si podíamos sacar algo guay. Luego, grabamos una canción (Old Skin) y nos quedamos muy satisfechos con el resultado, así que pensé que sería buena idea incorporar su voz en mi nuevo álbum.
Sin duda, creo que estas son tus canciones más pop hasta la fecha. ¿Qué has estado oyendo últimamente?
Es probable que mis influencias en los últimos años sean más pop que antes. He estado trabajado en otros álbumes aparte del mío como productor, así que he estado oyendo muchas cosas diferentes, así como cosas pop en la radio cuyos nombres ni siquiera recuerdo. Por otro lado, sigo muy vinculado a la música clásica contemporánea, y últimamente ando estudiando a fondo a Bach para un proyecto que quiero empezar el año que viene, que consiste en reinterpretar un grupo de piezas del compositor.
¿Qué equipo utilizas para producir?
En mi estudio tengo un piano, un ordenador con Pro Tools, algunos sintetizadores analógicos y cajas de ritmo.
¿Tocas todos los instrumentos que suenan en tu álbum?
Salvo las cuerdas, toco todo lo demás.
La música de tu prima Ólöf también es muy personal. ¿Os viene de familia?
La verdad es que ella y yo tocamos estilos muy diferente. Sus canciones son acústicas y cantadas. No creo que tenga que ver con nada familiar.
Tus proyectos Found Songs y Living Room rozaban los códigos del happening –Arnalds componía una canción al día durante una semana y la subía a la red–. ¿Qué pretendías demostrar con ello?
Tenía muchas ideas que rondaban en mi cabeza y finalmente se me ocurrió componer canciones de una manera muy diferente a la que estoy acostumbrado. Normalmente, en el estudio intento que todo suene perfecto. Aunque también me gusta la música donde se aprecian imperfecciones. Pienso que la espontaneidad desprende mucha emoción. Quería explorar la idea de que la música también puede ser grande incluso cuando la técnica no es impecable.
¿Prefieres encerrarte a componer en el estudio o salir de gira?
Soy incapaz de decantarme por uno de los dos; disfruto mucho con ambos. Son experiencias muy diferentes y me gusta vivir la esencia de las dos. Puedo pasarme mucho tiempo en el estudio pero, a veces, también necesito salir a tocar en directo.
La banda sonora del filme “Another Happy Day” es tu primera incursión en Hollywood. ¿Cómo surgió este proyecto?
Al director de la película (Sam Levinson) le gustaba mi música. Se puso en contacto con mi mánager y le dijo que estaba interesado en que yo me encargara de la banda sonora. Tan sencillo como te lo cuento. Y, por supuesto, yo dije que sí. Y así se hizo.
¿Nos recomiendas algún plato de tu tierra?
En realidad no, porque todo lo típico aquí lleva carne o pescado, y yo soy vegetariano (Risas).
Entrevista por
Daniel Mesa
Fotografía por
Marino Thorlacius
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