Los mercados han sido siempre un punto de reunión social. Un lugar común en el que intercambiar productos y servicios. Pero son más. Son la fuente de la que nos nutrimos, en un amplio abanico de sensaciones. Primarias, de pura supervivencia, como la obtención de alimentos. Pero también visuales, olfativas, sonoras. Darte un paseo por los mercados en cualquier rincón del planeta es darte de bruces con la cotidianeidad, con el día a día de ese barrio, pero es también sentirte en casa, en tus costumbres, en tus rituales. Años antes de que las redes sociales invadiesen nuestro cosmos y supiéramos del día a día de amigos y desconocidos a través de sites como Twitter o Facebook, los mercados eran el núcleo de un ágora social. Allí te enterabas de la última operación de la vecina del quinto, la suerte laboral del señor López, o la futura boda de la hija del pollero, que le iba a costar un riñón pero que, no le dolía mucho porque era la “niña de sus ojos”. De niños ir al mercado de la mano de tu progenitor era tu pequeña aventura semanal, una rutina que a la vez te abría la mente. Descubrías olores, algunos agradables y otros perturbadores, colores, países y hasta, si tenías suerte, te iban dando a probar “cositas” en todos los puestos. Aprendías adjetivos, sabores y acentos. Conocían a tu madre por el nombre, le aconsejaban que mejor llevarse “de esto otro” mientras le guiñaban el ojo. Pero de repente, crecimos y ya no teníamos tanto tiempo para ir... Menos mal que el Mercado, ese mercado inmutable y tradicional no tenía prisa y sabía que volveríamos a él, sólo necesitaban un anzuelo con un cebo que nos atrajese. Por eso mismo algunos centros decidieron hacerse a si mismo un make up y convertirse en las estrellas de su género. Han pasado de establecimientos en los que ir con el carrito y la lista de la compra en papel, a lugares vanguardistas en diseño y especializados en el concepto “cooking”, en el que las delicatessen que te entran por los ojos, puedes probarla in situ para placer de tus sentidos. Han pasado de meros centros de intercambio a museos epicúreos en los que nos tientan a través de cada uno de nuestros sentidos. Por este motivo, cuando se me ofreció ser la madrina del Aperol Spritz Sound, el ciclo de conciertos que durante el pasado mayo y este junio llevará la música en directo a los mercados, no lo dudé. Conocía la bebida, me gustaba, y tener la oportunidad de ofrecer un show a la hora del aperitivo, descontextualizando los lugares habituales en los que se ofrece música en directo me pareció una gran idea. Este tipo de mercados nos abre un mundo de posibilidades, se convierten en espacios multidisciplinares en los que poder dar rienda suelta a la creatividad. La gastronomía es un arte y por lógica, tiene que hacer buen maridaje con otras disciplinas artísticas como la música. Porque, en definitiva, la música siempre ha estado en los mercados, la sonoridad, y la rima han sido el hilo musical de estos lugares. De los pareados de los dependientes que ofrecen su mercancía a los distintos fragmentos que vas “pillando” de las emisoras, tarareos y soliloquios de los puestos según vas avanzando en tu recorrido. Ahora con los Aperol Spritz Sound se ha dado un paso más allá. Se ha llevado la música en directo, una manera de disfrutar gratuitamente y con calidad de un espectáculo no sólo para fans, sino para profesionales del mercado, visitantes, turistas, familias y cualquiera con inquietud y ganas de disfrutar durante un rato del aperitivo de los fines de semana. La vida en los Mercados en este siglo XXI ha evolucionado. Ya no se va allí sólo a cumplir una tarea necesaria, la del aprovisionamiento, sino que se va a disfrutar, a volverte hedonista por un rato. A disfrutar de un “aperitivo” mientras te dejas atrapar por sonidos actuales. Este ciclo rompe conceptos y normas, rompe formalidades, la música no es sólo para las salas, los cócteles no son sólo para los bares y en los mercados ya no sólo te abasteces, sino que catas y experimentas. Y en definitiva, qué es la vida sino un continúo experimento de errores y aciertos con nuestra propia banda sonora.
Aperol Spritz Sound, los fines de semana de junio en Mercado de San Antón (Madrid) y en La Barceloneta (Barcelona)
Por Najwa Nimri
También te puede interesar