Abrió en 2011 y ya es uno de los restaurantes de referencia en la madrileña Malasaña. Muchos han probado ya sus platos exquisitos y han conocido a
Julián Lara, propietario del local, que siempre nos recibe y atiende con una sonrisa y mucho humor. Lo que muchos no saben es que Julián además de hostelero es interiorista, y de los buenos.
Él mismo se encargó del diseño y proyecto de
El Cocinillas. Para el suelo eligió damero de mármol en blanco y negro que da al local un airé de antiguo bistró. El azulejo metro se repite en la barra y en las columnas. En éstas colocó espejos en las cuatro caras que las hacen casi desaparecer. Mantuvo el ladrillo visto del local y lo cubrió de blanco. Buscó mobiliario singular, como una alacena recuperada que perteneció a una antigua chocolatería en Biarritz.
La iluminación, protagonista absoluta cuando cae la noche, corrió a cargo de
Carla Miranda de Archlight Projects. Apostó por una iluminación indirecta. Aprovechando el zócalo de madera que rodea la sala enfatiza la textura del ladrillo. Sobre cada una de las mesas las lámparas industriales imprimen carácter al espacio y pueden adaptarse a las distintas distribuciones.
Ambiente cálido e intimista sin renunciar a percibir el espacio y a apreciar las composiciones de los platos.
Julián tenía claro lo que quería: un restaurante de corte clásico con un estilo renovado. Y lo consiguió. En El Cocinillas se cena sobre mantel blanco, con grandes copas de vino y candelabros en cada mesa. Los camareros van uniformados a la manera tradicional y el trato es muy formal. Eso sí, su clientela es diversa, moderna y en su mayoría joven. Su carta divertida reinterpreta platos típicamente españoles, tradición italiana y toques exóticos.
Texto por
Inés García
Fotografías por
Carla Miranda
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