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anidad y Audi se unen esta semana para elegir las joyas con más historia, y valor, del mundo. Piezas únicas que cuentan con un interesante pasado y millones de admiradores.
Un coche no es sólo un vehículo de transporte, o lo es si no tiene nada que lo haga especial. Pero puede llegar a ser tan cercano y tan especial como una pieza única en de joyería, de esas que se guardan con esmero y que se llevan con orgullo. Así es el
Audi A3 Cabrio. Lleno de detalles que resaltan como los pequeños diamantes que envuelven el Diamante Hope: su motor TFSI, por ejemplo, combina el detalle y la precisión para lograr un alto rendimiento y una extraordinaria eficiencia como si del proceso mineral que elaboró el zafiro azul más grande y deseado del mundo, el Zafiro Logan, o sus detalles interiores combinan con armonía la libertad y el carácter como si de la composición del famoso collar que elaboró Paloma Picasso, actualmente en el Instituto Smithsonian. Estar a bordo de un Audi A3 Cabrio es conducir una pieza única, como estas joyas que reunimos aquí: las más exclusivas y con más historia del mundo, piedras especiales, piezas únicas...
1. El diamante Hope: también conocido como el diamante azul o joya del mar. Detrás de esta espectacular joya de 45 quilates existe una misteriosa leyenda que cuenta que todos sus dueños han padecido alguna desgracia, incluso se habla de que varios han muerto en extrañas circunstancias. Pero el "hechizo" se rompió en 1958 cuando el corazón generoso del joyero Harry Winston donó la gema al Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano en Washington. Para los más supersticiosos contaremos el mito que rodea al diamante azul: la tradición india cuenta que la joya fue extraída del río Kistna hace más de 600 años y sirvió de tercer ojo a la diosa Sita. Un sacerdote hindú quedó prendado del objeto hasta tal punto que lo robó. Cuando fue descubierto fue torturado hasta morir. El relato continua con el rey Luis XVI, que le regaló a Maria Antonieta el diamante, antes de ser que ambos fuesen asesinados en la guillotina…. Los detalles que siguen incluyen el paso del diamante por las manos de reyes, millonarios, empresarios socialités y a la familia de banqueros Hope, que dio el nombre actual a esta gema de 45, 52 quilates.
2. Zafiro Logan: el zafiro azul es una de las piedras preciosas con más valor y se puede encontrar en yacimientos de Birmania, Brasil, Tanzania, Sri- Lanka o Tailandia. Este en particular se encuentra en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano. Es el zafiro azul más grande de exhibición pública con 423 quilates y está rodeado por diamantes de 16 quilates. En 1960 fue donado por la Sra. John A. Logan para el Instituto Smithsoniano.
3. Diadema de Marie Louise: una de las joyas más características de todas las casas reales es la corona de la reina y esta diadema es una de las más exclusivas de la historia. Se la regaló Napoléon a su esposa, la emperatriz María Luisa, el día de su boda. Originalmente estuvo conformada por esmeraldas, que se substituyeron en los años cincuenta con turquesas. La pieza, que tiene una base de oro y plata, cuenta con 79 turquesas persas y 1.006 diamantes.
4. Estrella de Asia: es un zafiro de color azul-violeta que se caracteriza porque en el centro muesta una estrella de seis puntas que se extiende hacia abajo. La joya tiene un peso de 330 quilates y es el segundo zafiro estrellado después de la Estrella de India. Se encuentra también en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano.
5. Collar de cuncita de Paloma Picasso: este collar fue diseñado por la joyera
Paloma Picasso, hija menor del prestigioso pintor Pablo Picasso, para el aniversario 100 de la casa Tiffany & Co. Con más de 390 quilates, la joya tiene como protagonista una piedra de cuncita, una piedra preciosa de color rosa-violeta descubierta en 1902. El colgante está montado en oro de 18 quilates y diamantes y acompañado por 30 perlas del Mar del Sur. Actualmente se encuentra en el Museo de Historia Natural de Washington D.C.
Collar de cuncita de Paloma Picasso
Por Cristina Muñoz Luque
Fotografías cortesía del Smithsonian Institute
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