Marion Cotillard protagoniza la nueva película de los hermanos Dardenne, "Dos días, una noche", un drama tranquilo que muestra, desde una simplicidad y crudeza sorprendentes, los estragos de la crisis en la vida de una trabajadora que en muy poco tiempo puede ser despedida. La historia cuenta cómo Sandra (Cotillard) se las arregla para intentar conservar con uñas y dientes su puesto, ante una situación compleja que impresiona por su crueldad. El jefe de su empresa ha decidido someter a votación entre el resto de trabajadores el regreso de Sandra a su empleo, o su cese definitivo. Ellos tendrán que elegir entre recibir un bono extra, o que su compañera conserve su trabajo.
Marion Cotillard en "Dos días, una noche"

Ante la desesperación de perder su trabajo y no poder mantener a su familia, Sandra decide ir puerta por puerta a visitar a cada uno de los compañeros que participarán en la votación, para intentar convencerles de que la escojan a ella antes que a la recompensa económica. Estos encuentros, alrededor de los cuales se estructura todo el filme, tendrán consecuencias psicológicas graves para la protagonista, quien a parte de sufrir depresión se nos presenta, por la propia interpretación de la actriz, como una persona débil y indefensa ante lo que el exterior le impone. La crueldad de la votación organizada por el jefe de la empresa, donde se escoge entre un ser humano o el dinero, nos repugna y nos deja helados, pero sirve como vehículo para analizar la humanidad de las personas que tienen que elegir en tiempos de crisis. Nos hace preguntarnos qué haríamos nosotros si estuviésemos en el lugar de los trabajadores, o en el lugar de Sandra, y nos deja ver de qué manera las relaciones humanas se deterioran cuando lo económico entra en juego.

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Sandra dice “Me gustaría estar en el lugar de ese pájaro que canta”, mientras abre un bote de pastillas. La humillación que siente en cada visita le altera, le provoca un constante torrente de dudas y de excusas: a veces se siente atraída por la idea de abandonar. Aquí se vuelve importante la figura de su marido (Fabrizio Rongione), que actúa como apoyo constante de Sandra, y que la empujará a luchar por lo que ellos consideran una injusticia. Los sentimientos, en el filme, fluyen de forma tranquila y pausada, el drama se contiene y el llanto y la frustración de Sandra se ven poco a poco, de una forma casi orgánica, sin necesidad de enseñar explícitamente todo lo que la recorre en los momentos de caída.

En "Dos días, una noche", los hermanos Dardenne narran con verosimilitud la historia de muchas personas, lo que hace que el filme se vuelva necesario en los tiempos que corren. El intimismo de la película no impide que esta sea una alusión directa a la situación actual, y que el espectador deje la sala incómodo tras un acercamiento tan crudo a una realidad palpable.

Irene Rihuete

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