Aura Garrido es una cara y una cruz: habla con voz tenue y dulce, y al mismo tiempo firme y sin titubeos. Tiene cara de niña, pero una expresión indiscutiblemente madura. Se la ve feliz y satisfecha, pero sus ojos son vidriosos y su semblante melancólico, como si hubiese llorado no hace mucho. Tal vez el encanto de esta actriz de 25 años resida
precisamente en que está formada de contradicciones compatibles, de una variedad intrínseca que tiene mucho que
ver con lo que ella reclama para el cine español. Hablamos después de una sesión de fotos que se ha ventilado, contra todo pronóstico, en apenas tres horas. En julio estrena “Asesinos inocentes”, un thriller del debutante Gonzalo Bendala, que protagoniza junto a Maxi Iglesias.
Fotografía: Rafa Gallar
 
Eres hija de compositor y director de orquesta, y de pintora. Me da que tus padres no se echaron las manos a la cabeza cuando les dijiste que querías ser actriz.
No, para nada, al revés. Yo siempre quise ser actriz, aunque empecé estudiar piano, pero pudo mi otra vocación. Recuerdo que le consulté a mi padre si le importaba que me dedicase a la interpretación y me respondió: “Yo, si hubiera escogido Derecho, hubiera dejado de lado mis inquietudes artísticas y no sería tan feliz como ahora”.
Llevas poco más de cinco años en el cine y ya tienes a tus espaldas una nominación a los Goya, varias películas y series de éxito, teatro... ¿No te da vértigo que todo suceda tan rápido?
Es un honor llevar tan poco y haber trabajado tanto y, sobre todo, tener trabajo. En esta profesión lo más difícil es, precisamente, vivir de lo que haces. Hace años todo empezaba a acelerarse y sí que me dio un poco de vértigo, me planteaba si estaba preparada, si me lo merecía, si estaba a la altura de todo lo que me estaba pasando. Ahora solo pienso en disfrutar de mi trabajo y hacerlo lo mejor posible, me he relajado en este aspecto. Si tuviera otra carrera no me plantearía tanto si estoy o no a la altura. Creo que el hecho de que un actor tenga tanta exposición pública es lo que hace que te lo plantees más.
¿Cuánto has cambiado en estos cinco años?
Mucho, pero por la edad, es un periodo de los 20 a los 25 años en el que cambias mucho, maduras. Esta profesión te obliga a mirar dentro de tí, a estar en contacto todo el rato con tus emociones, y es muy bonito sentir cómo te ayuda a crecer como persona. Al investigar sobre las diferentes personalidades y los caracteres de tus personajes se te abre mucho la mente, te vuelves más tolerante con otras opciones. Es un proceso muy bonito. La otra parte, la exposición pública, no es fácil de asimilar cuando eres joven. A mí me cuesta mucho porque soy tímida.
Fotografía: Rafa Gallar
Has hecho muchos papeles y muy distintos, pero aún no tienes mucha experiencia vital. ¿Tomas referentes, te inspiras en otros y otras vivencias para preparar tus personajes?
Las experiencias vitales son relativas. Nunca te llegará un papel que no puedas, en cierto modo, comprender. Siempre hacemos pruebas antes, de modo que si un papel llega me gustaría pensar que es porque lo comprendes y estás preparada para hacerlo. Otra cosa es la forma de desarrollar esa personalidad. En cierto modo, creo que todos tenemos la capacidad de entender a todo el mundo. Esa es la base de la actuación. Otra cosa son los condicionamientos externos e internos que te pueden bloquear o impedir desarrollar eso. Hay que superarlos. Igual
que en la vida real.
Cuando terminaste “Stockholm”, por la que fuiste nominada al Goya como mejor actriz, dijiste que empezaba tu etapa adulta.
Para mí fue como empezar el camino de tomarme esto de la actuación desde un sitio más adulto, sí.
¿Ahí te diste cuenta, realmente, de que eras actriz?
(Ríe) Ahora sigo sin tener la sensación de que soy actriz, ni para lo bueno ni para lo malo. Ni para lo que te da seguridad ni para lo que te limita. Tiene más que ver con el lugar desde el que tomas tu trabajo. Sé que me queda muchísimo, pero desde entonces he sido más consciente de los procesos que se siguen para interpretar.
Para rodar “Stockholm” no teníais recursos y participásteis todos en todo: búsqueda de financiación, producción...
Trabajas de otra forma porque te implicas en otras cosas, pero aparte de “Stockholm”, que tuvo más visibilidad, he hecho más cine de guerrilla, que es algo que me encanta, proyectos que sacas adelante con mucho esfuerzo. Si solo llegas y actúas y no haces otra cosa no eres consciente de lo que hace el resto del equipo, los engranajes... La parte que más se nos escapa a los actores es la producción, porque es con lo que menos contacto tenemos. No sabemos muchas veces cuánto cuesta sacar adelante una película en términos económicos y de esfuerzo.
Fotografía: Rafa Gallar
Y eso debe aportar a la hora de actuar, ¿no?
Sí, desde luego, es un trabajo en equipo y tienes más perspectiva de cuánto cuesta lo que estás haciendo realmente.
¿Qué me dices de tu personaje en “Asesinos inocentes”?
Nuria es una estudiante de Psicología amiga de los otros protagonistas de la película, y está haciendo una tesis sobre el suicidio mientras se ve implicada en sucesos reales que tienen mucho que ver con eso. Ella se pone realmente en el mismo plano que el espectador, intenta colocar las piezas para saber lo que está sucediendo. El personaje de “Stockholm” sufría mucho por culpa de un chico. Con personajes como estos te transformas, entiendes cosas que
antes no entendías. Con un personaje como el de “Stockholm”... Bueno, no quiero destripar la película, pero para mí fue un proceso de rendición, un poco lo que le pasa a ella en la película. No soporto la resignación, me enfada. No me gusta caer en eso y me molesta verla en los demás. Para entender el personaje tenía que rendirme mucho, aceptar mucho y dejarme caer. Fue un proceso muy duro, pero también muy gratificante, fue catártico. Esta profesión siempre es así. Todos los papeles te enseñan y te aportan algo personal.
*Corre al quiosco y sigue leyendo nuestra entrevista a Aura Garrido en nuestro número de verano.
Por Luis Meyer.
Fotografía Rafa Gallar.
Realización Loreto Quintanilla
Maquillaje y peluquería Elisa Mañas para
Lancôme y L’oréal Professionnel
Asistente de realización Marta Acevedo

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