Parece que desde que dejó la alta costura, Giambattista Valli ha decidido que es hora de divertirse y acercarse a su público más joven. Y qué mejor vehículo que el tatuaje, ese arte marginado durante muchos años y que ahora está en boca y piel de todos. No se trata de un tatuaje al uso, ya que se sitúa en zonas hasta ahora más “sensibles” como manos y cara, tal y como lucía en los 60 Vali Myers, máxima expresión de la femme fatale e icono de estilo para múltiples diseñadores.

 

Los dibujos son sencillos, casi tribales: flechas, puntos, lunas, cruces, símbolos religiosos variados y trazos de color con pintura acrílica. Todos destilan ese aire rebelde y punk de Cara Delevingne, musa de esta colección. Por supuesto, el resto del maquillaje quedó minimizado para no restarle frescura al look: tez y labios desnudos, abundante kohl para delinear los ojos y máscara discreta.

 

En definitiva, motivos fáciles de dibujar con un buen pulso, como hizo la leyenda del maquillaje Val Garland para el desfile sobre la cara, brazos, manos y uñas de las modelos, o replicar mediante pegatinas o stencils. Así los aprensivos no tienen nada que temer, ya que el carácter efímero de estos tatuajes permite adaptarlos al estado anímico y estilismo. Berta Almagro