Carmen Lomana

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Carmen sabe muy bien lo que quiere. Posa su mano sobre el Marc Jacobs de color rojo y lúrex bronce, con esa determinación que arropa al jurar “decir la verdad y toda la verdad”. “Además va fenomenal con mi Birkin color yema, que es muy yo”. No es sólo la vertiginosa altura de los Louboutin que calza lo que hace que se distancie cada vez más de la clásica “pseudo-socialité” española, sino la seducción propia de las estrellas: te sientes único cuando te mira, como si no existiera nada más. Saca el talonario y me extiende un cheque al portador. “Quiero este Marc”, dice metiéndose el vestido sin sujetador y dejando entrever una figura fantástica mientras se dirige al baño.

Pocas cosas pueden ser tan memorables como el tocador de señoras con un toque “grunge”, destelleantes botes y frascos por aquí y por allá, con colores brillantes que parecen gritar: ¡Guerlain!, ¡Chanel!, ¡La Praire! en una espiral de cosmética psicodélica que termina por hipnotizarte. A pesar de haber pasado por peluquería, lo mira todo a través de sus ojos y necesita ahuecar un poco el peinado, se lo carda. “¿Hacía mucho tiempo que no venías por San Sebastián, verdad?”, pregunto. “Pues sí… Bueno, el año pasado vine pero sin decir nada a nadie. Ahora ya tengo otros planes con esta ciudad. Vivía en una villa maravillosa en el golf con mi marido hasta que murió. Allí se quedó parte de mi vida. No puedes quedarte atrapada nunca en el pasado; quiero decir, puedes, pero no debes. La felicidad es una cuestión de voluntad. Un día, llegué en coche, observé la casa, cogí un par de fotografías y unos cuadros y decidí venderla con todo dentro. No podía seguir viviendo allí, era como una tumba”. En ese momento nace Carmen Lomana, a base de golpes que tallan sus aristas y que la hacen brillar con luz propia.

Carmen, ¿cúal fue el primer desfile al que asististe?
Fue un desfile de abrigos de piel, cuando era muy pequeña. Las niñas, por naturaleza, somos muy cursis y se me antojó uno blanco, lleno de lazos y perifollos; al final mi madre y mis tías decidieron por mí, gracias a dios, y me compraron uno de “mutón doré”, que, fíjate si sería bueno, que a los trece me corté las mangas y me hice un chaleco hippie.

Supongo que tu madre era el referente a imitar en aquel momento…
No era, lo es. Ella, y todas sus hermanas. A mí me encantaba el momento en el que se arreglaba, la manera de inclinarse a colocarse los pendientes en el tocador… ¡Yo le quitaba todo! Iba por la casa con sus camisones, con sus trajes largos y sus zapatos, ¡era como un hamster!, ¡lo iba ocultando todo! Un dia descubrieron que tenía un baúl dónde escondía mis tesoros. Mamá siempre iba a los salones de Barcelona de Pedro Rodríguez, Pertegaz; porque en aquella época, la costura en España, estaba en San Sebastián y Barcelona. De hecho, a los dieciséis años, me llevaron allí para realizarme mi primer vestido de cocktail, de raso princesa color crudo bordado en cristales, de una diseñadora francesa que se llamaba Madamme Germain. Era maravilloso.

Te inculcaron el amor por la costura desde niña, algo que tu te has encargado de cultivar y de lo que muy pocas españolas pueden presumir. Has estado en la semana de la Alta Costura de París, ¿verdad?
Sí, suelo ir todos los años. En verano siempre; en invierno, a veces, porque hace mucho frío. Voy a Christian Dior, Chanel, Armani Privé, Jean Paul Gaultier, solía asistir a los de Valentino también… Vamos, prácticamente a los que hay que ir. A Ellie Saab me invitaron un par de veces y no pude ir, no hay tiempo para todo y se aleja un poco de mi estilo.

Utilizas el pasado para referirte a Valentino…
De alguna manera, cuando se despidió yo también me despedí con él; ahora es un poco robot. Comprendo que la creatividad tiene fecha de caducidad. Siempre hay unos años que cuesta mucho dar con sangre nueva y correcta que sepa realmente captar el alma de la casa. Eso mismo le pasó a Chanel hasta que llegó Karl Lagerfeld.

¿Qué desfile ha sido tu favorito esta temporada?
Para mí, el de Dior. La Casa está haciendo desfiles menos espectaculares, pero éste ha sido maravilloso, en el museo Rodin y, como estaba inspirado en la naturaleza, al estar dentro del pabellón de cristal, podías ver los jardines junto a esas mujeres-flor tan maravillosas, con esas texturas casi orgánicas que imitaban perfectamente los pétalos de las orquídeas, de los lírios y las violetas…¡Cómo siempre Dior! ¡En alta costura no hay quien lo supere!

Y también el de Chanel, con ese León gigantesco custodiando el legado de la Casa…
Me pareció maravilloso. Además yo soy Leo, como Coco. El desfile de costura de Chanel tuvo una puesta en escena fantastica, la mejor convocatoria de celebrities y personajes estrambóticos. Presentó una colección, bajo mi punto de vista, muy dirigida a los países emergentes del este: Asia, Rusia, con mucho bordado de colorines tipo chinesco muy del gusto asiático, pero maravillosamente elaborado y con un oficio único. Me enamoré de un abrigo combinado con piel y bordado espectacular. También me gustaron los trajes de chaqueta “Ana Karenina”… En general, puedo decir que fue agradable de ver, pero bastante lejano al espíritu de la casa Chanel.

¿Sabes que apareces en un Documental de Chanel? Se titula “Signe Chanel”, de Loïc Prignet. Justo en el último episodio, dedicado al desfile de alta costura, se te ve hablando con Karl Lagerfeld.
Me lo han contado pero yo no he podido verlo, ¿tu lo has visto? Porque además Karl me lo dijo también. Me tiene un cariño muy especial.

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¿Sí? ¿Hay algo que te haya dicho referente al estilo, o a la vida en general, que se te haya quedado grabado?
Recuerdo que, cuando hizo ese cambio en su imagen tan impresionante, que significó para él dejar atrás todos sus antiguos referentes del siglo XVIII, el Barroco, y sumergirse en una era robótica, ultra moderna, un poco a veces “Mortadelo y Filemón” con esos alzacuellos, yo le comenté: “Karl, ¿qué ha sucedido en ti?” y él me contestó: “Hay que odiar lo que se amó, y amar lo que se odió para seguir adelante.”

Entiendo que eres compradora de alta costura…
Pues mira, he comprado pero con el tiempo te vas volviendo mucho más pragmática. Creo que la alta costura es para ocasiones muy especiales. Antes lo ejecutaban todo, podías comprarte un traje de chaqueta, un abrigo… Ahora es de una espectacularidad maravillosa, pero poco práctica; con lo cual, consiste en que te vuelvas loca por un modelo y que, o bien lo quieras guardar como pieza, como el que tiene un cuadro; o bien esperas a algún evento especial donde poder lucirlo. Yo tengo un cuerpo muy estándar, todo me sirve y, muchas veces, puedes ir igual de fantástica con unos que hacen de “limited edition”. Por ejemplo, Chanel coge ciertas piezas de alta costura de pasarela y las vende en algunas tiendas de “pret-a-porter”; no son tan exclusivas como si te las hicieran a medida, pero son maravillosas igualmente.

Explica a un señora normal cuál es el proceso para adquirir un modelo de alta costura.
Como te he dicho antes, yo tengo un cuerpo de medidas bastante regulares. Esto es un detalle muy importante, porque a las que nos servían los modelos de pasarela y no tenías que pasar por el taller para que te lo ajustasen nos hacían un descuento del 30%.

No sabía eso.
Digo la verdad, así era…Si no son los de pasarela, ya se desarrolla todo el protocolo de pedir hora en el taller después del desfile, te reciben, te toman medidas y, si eres clienta muy asidua, incluso te pueden llegar a hacer un maniquí “Stockham” con tus medidas, para poder agilizar el proceso. Normalmente, con dos pruebas ya bastaba. Antiguamente, te diré que incluso enviaban los trajes por avión a las americanas para realizar las pruebas en su país.

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