Hablamos con Miqui Otero sobre su último libro, «La cápsula del tiempo»

Miqui Otero es periodista, organizador de eventos culturales, profesor de literatura y periodismo, novelista… pero no le tiene miedo a la dispersión. «De escribir viven dos… Algo tienes que hacer para ganarte la vida», afirma sin rodeos. Ahora presenta su segundo libro, «La cápsula del tiempo», bajo el sello Blackie Books. Una historia que ocurre en la noche de reyes, donde el protagonista acude a desenterrar una cápsula del tiempo que enterró con sus amigos de la infancia hace veinte años. Pero el personaje principal, en realidad, es el lector. Porque no se trata de un libro cualquiera, sino que es, por así decirlo, la versión adulta de aquellos «Elige tu propia aventura» que uno lee cuando es pequeño. Pero, claro, la novela esconde mucho más detrás, y Miqui también.

miqui-otero

Fotografía: Elena Blanco

¿Por qué un “Elige tu propia aventura” para adultos?
Porque era la estructura ideal para explicar la historia de un tipo como el protagonista, totalmente perdido en la ciudad y en la vida en general. Es una apuesta narrativa en la que tienes que decidir en todo momento ante decisiones aparentemente chorras o poco cruciales, que define un poco lo que te va a pasar el resto de la noche. Esa sensación de que hay historias dentro de historias, bucles, tramas que pasan por el mismo sitio… ayuda a la pérdida y desorientación del protagonista, que es el lector. Y claro, al final la lectura acaba siendo eso, te metes en el libro, te pierdes por momentos, te estresas, intentas encontrar la página de donde venías, te vuelves atrás… Lo que hay en la vida es un poco lo que hay en el libro: esa pérdida absoluta buscando algún tipo de solución…

¿Crees que tiene que ver con la sensación de incertidumbre actual, por ejemplo? ¿Viene a responder a una necesidad de elegir lo que nos va a pasar?
Sí que está en el libro la tensión entre la idea de que tu carácter influye en tu destino y el saber que no es del todo cierto porque existen cosas que te impiden hacer lo que quieres hoy en día. Pero además, está la idea de los empresarios que les dicen a los jóvenes: “tenéis que reinventaros, ser emprendedores, etc”. Una falacia. El libro se mueve todo el rato entre ambas cosas, la importancia de la decisión y de tu carácter, pero también la intromisión continua del azar, que en realidad es el motor de todas nuestras vidas.

¿En el libro está reflejado tu carácter? ¿Habría un camino de los que recorre la trama que te describe?
Todos pueden llevar a mí. El lector es el protagonista, pero las situaciones que vive en una ciudad como Barcelona, su edad en torno a los 30 años, sus preocupaciones, ese sentimiento de nostalgia mal resuelto, su tendencia a meterse en bares preocupantes… de alguna manera es el lector disfrazado de mí. Los cuatro rasgos básicos del retrato robot del personaje tienen que ver algo conmigo.

¿De qué tienes nostalgia?
De todo, es como una enfermedad continua muy acusada en mí. Soy catalán pero tengo el gen gallego de mis padres muy disparado. Creo que es uno de los rasgos de mi generación, e incluso de la anterior. Debe de tener algo que ver con que nos imaginábamos el futuro de otra manera, que ha resultado ser un timo. Lo que nos ha llevado a una negación del futuro, donde las generaciones miran al pasado como un mundo ideal donde todo estaba en orden, y todo era mucho más prometedor.

¿Es fácil escribir un libro de este tipo?
No, aunque escribir cualquier libro es muy difícil. Hay algunos que parecen muy sencillos, pero pueden tener mucho trabajo detrás. ¿Qué es más difícil, una canción con seis minutos de duración y mil arreglos, o una canción pop perfecta de dos minutos?

Pero parece que con un libro de este tipo es más fácil perderte…
Sí, la idea era que se perdiera el lector y, por el camino, el que se ha perdido soy yo, evidentemente. Era muy complicado. Estuve con los cinco sentidos activados todo el rato, aprendiendo sobre la marcha, me tuve que inventar un poco el mecanismo. Primero me compré una pizarra grande, pero el cuarto se me quedó pequeño, así que probé con un programa de ordenador que no terminaba de funcionarme… Al final terminé por comprar un rollo de papel gigante, como en una investigación policial a lo “The wire”. Iba marcando con lápiz los pasos que daba con la página y demás, y después les ponía a los personajes post-it con palabras clave, a los objetos importantes también, marcaba determinados puntos donde yo creía que podían pasar tramas… Era como una especie de planta carnívora demente que me devoraba, porque era muy difícil controlarlo.

Cubierta-Capsula-Dossier

Eres periodista, escritor, profesor, organizador de eventos culturales… ¿no te da miedo la dispersión?
No, porque de escribir viven dos… Algo tienes que hacer para ganarte la vida.

Das clases de periodismo, ¿qué intentas enseñarles a tus alumnos?
Intento que estas clases sean una especie de burbuja con libertad para escribir, partiendo de la base de que seguramente no podrán aplicar la gran mayoría de las cosas que les enseñe. Me lo planteo como un lugar donde aprendan a escribir mejor y que conozcan la tradición, aunque sea la más pop. Que sean conscientes de lo que ya se ha hecho, que sepan que a lo mejor algo ya se hacía hace 50 años y mejor. Los referentes que les enseño mezclan cine, música pop o series con literatura, alta literatura, o subliteratura… Intento explicarles que las cosas no son intocables. Soy muy insistente en reeducarles la mirada, para que vean cosas que otra gente no ve.

¿Qué meterías tú en tu cápsula del tiempo?
La gente mete cosas que son importantes en su vida, pero también objetos que tengan que ver con la época que están viviendo. Metería los tickets de compra semanal de alguno de mis amigos en el paro, para que la gente entienda cómo las pasábamos canutas en esta época.

¿Has probado a jugar con la propuesta del libro?
Claro, pero pierde la gracia porque ya sabes lo que va a pasar tras cada decisión. Sobre todo lo probé para ver si funcionaba o no.

¿Hay una moralidad escondida dentro de cada una de las decisiones que plantea el libro?
No en todas. Hay veces en las que sí que, dependiendo de lo que elija y, si lo considero muy ruin, le meto caña al lector. Me regodeo. Pero no siempre, porque al fin y al cabo no todo lo que tu decidas va a determinar lo que eres. De hecho, hay un punto del libro al que llegas por dos caminos. Se encuentran dos lectores que han tomado decisiones opuestas.

Al principio del libro, cuando se plantea la primera decisión, el lector tiene que escoger entre bajar o no a las vías del metro a por el móvil de una chica. ¿Tú qué harías?
Dependiendo de la época, tengo novia así que no creo que bajase (se ríe). Pero como lector yo creo que bajaría. Al empezar a escribir iba a premiar esa primera valentía, pero al terminar me di cuenta de que la otra trama me quedó muy guay, así que no sabría qué recomendar.

Andrés G. Menéndez

/

Moda

/

Te puede interesar