Mariana Rondón, robótica de la tolerancia

Mariana Rondón, robótica de la tolerancia. Hablamos con Mariana Rondón, directora de la recién estrenada «Pelo Malo», Concha de Oro a la mejor película en

Tras su estreno en el Festival Internacional de Cine de Toronto, «Pelo Malo» ha ido creando una gran expectación y mucho ruido mediático con varias polémicas incluidas. Su estreno en España viene precedido por la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián, galardón que fue la culminación de un proyecto que cuenta con múltiples lecturas y en el que su directora, Mariana Rondón, se entrega a un naturalismo que busca cuestionar al espectador en materias como la intolerancia o el racismo.

Mariana Rondón Mariana Rondón

Las inquietudes de Mariana no se limitan al cine y en su obra podemos encontrar trabajos que van desde las artes plásticas hasta el arte electrónico. Nacida en Venezuela dentro de una familia con fuertes compromisos políticos, en su anterior largometraje y ópera prima, «Postales de Leningrado», mostró la infancia de dos niños que imaginan a través de juegos y dibujos la clandestinidad de sus padres, guerrilleros de las FALN.

Antes de comenzar con la entrevista, Mariana reconoce que acaba de llegar a la ciudad y que ha dormido poco. En los últimos meses lleva una acumulación de horas de vuelo y transbordos en aeropuertos que no parecen hacer mella en su buen humor, al que acompaña con una leve sonrisa imperturbable durante toda la entrevista.

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He estado mirando tu página web y me han llamado mucho la atención tus trabajos de robótica, ¿cómo surgió ese acercamiento al arte electrónico?
Yo vengo inicialmente del cine, pero en un momento tuve mucha guerra con él. Me gustaba, pero me interesaba mucho más hacer un trabajo de atmósferas y de sensaciones, más allá de lo lineal-anecdótico. Tenía también una guerra con las implicancias económicas del cine, porque me parecía que tenía que volverme economista o convertirme en una descarada que fuese pidiendo dinero por todos sitios. Así que me peleé con el cine y decidí hacer uso de una expresión que fuera más afín a mí. Me metí en el arte electrónico y los conocimientos técnicos que tenía del cine me permitieron entrar en ese mundo muy cómoda. Podía utilizar la técnica como poesía y fue así como entré en un camino increíble.

A tu pieza «Llegaste con la brisa» le dedicaste casi diez años, ¿cuál fue su punto de partida?
Tengo un amigo cuyo tío era presidente de la Comisión de Bioética de la Comunidad Europea y me comentó que estaban encontrando laboratorios genéticos caseros en donde los genetistas no estaban tratando de hacer clones humanos, si no que estaban intentando crear al ser mitológico. Entonces me imaginé la cantidad de accidentes que se podrían ver antes de eso, de cómo se vería antes al monstruo. Pensé entonces que la genética era la nueva herramienta del arte, pero como llegaba tarde para estudiarlo empecé a hacer un trabajo de robótica que respondiese al cómo me imaginaba yo un laboratorio genético. Hice unas máquinas que me permitieron crear burbujas de jabón gigantes dentro de las cuales proyectaba seres transgénicos, combinaciones genéticas entre humanos y animales y quería que eso pareciera un gran laboratorio genético, un útero industrial. Son máquinas que están todo el tiempo construyendo úteros industriales y que están todo el tiempo estallando por aquello del accidente genético. Primero vamos a ver mucho accidente y ojala lleguemos a ver al ser mitológico. Ese es el punto de partida de un trabajo que llevó diez años, un trabajo duro de electrónica.

¿Ves alguna forma de aplicar esto al cine? Sobre todo teniendo en cuenta que tus películas son más naturalistas que todo esto, tan cercano a ciencia ficción.
Yo creo que terminé haciendo «Pelo Malo» así de naturalista porque tengo este otro lado que me permite soñar y tener esperanzas, sin este otro lado yo no podría hacer una película así de realista. No es ese mi temperamento, pero lo puedo hacer porque estoy combinando estas dos artes y hay en lo otro un juego infinito que se parece mucho a mí. Creo que el cine me puede servir para mis artes plásticas que son como una posibilidad de ensueño.

«Pelo Malo» se puede leer como una alegoría de la situación actual de Venezuela, ¿tenías la intención de hacer una película cercana al activismo?
La película no está para nada al margen, pretende estar muy dentro del conflicto social, sobre todo porque para mí era importante ver como ese conflicto social intolerante, no respetuoso y polarizado entra en las casas de las personas  y se cuela íntimamente en sus vidas. A pesar de esto, no considero mi cine como algo activista para nada. Quería mostrar como Venezuela es un país lleno de iconografía, de misses y héroes militares que empiezan a meterse en los deseos infantiles, por mucho que toda esa iconografía sea lo más alejado que hay del cuerpo de un niño.  La película se mueve en un medio social dolido y golpeado por la pobreza, pero no pretende convertir eso en activismo.

Has presentado la película en países tan diferentes como Canadá o Turquía ¿Cuál es la recepción de la película en esos lugares?
En general creo que es interesante ver las cosas que son comunes a la gente de todo el mundo y estoy viendo que el público se emociona mucho dentro de la lucha interna que hay en la película, que es una pequeña historia que implica una gran tragedia y que muestra lo que es crecer con una gran herida.  Hay una cosa que me ha pasado en los festivales y que es muy interesante. Mi película es sobre la mirada y sobre cómo respetar la mirada de cada quien. En medio de esas miradas yo he dejado un espacio abierto, procurando no hacer juicios ni decidir qué es cada cosa para el espectador. Lo que me ha pasado al dejar este espacio de libertad es que según el lugar en el que se presenta la película se activan distintos mecanismos culturales. En Toronto, por ejemplo, el público mayoritario era de raza negra y para ellos era una película sobre el racismo. El público europeo lo ve más como una película sobre la identidad sexual y el público latinoamericano lo ve mucho más desde un lugar político. Eso es para mí fundamental. El mundo en general está bastante intolerante y para mí «Pelo Malo» es una película sobre el respeto a las diferencias. Ni siquiera es decir que es o que no es alguien, es respetar la decisión de cada quien.

Ese espacio de libertad está ahí, pero tu mirada también da indicaciones al espectador sobre qué pensar, sobre todo a través del montaje y tus elecciones de qué miramos.
Pero qué pensar de los significados que tiene solo lo interpretas tú como espectador. Porque, por ejemplo, si pones la mirada del chico sobre el hombre que vende en el quiosco podría ser que se enamoró, pero ¿eso que significa? ¿qué eres gay? ¿qué te fascinó? Si no tienes una figura paterna, como es el caso del protagonista, pueden ser muchas más cosas, puede ser que busque un modelo de masculinidad o pueden ser otras tantas cosas. El abanico es enorme. Lo que significa eso que yo te puse es tu decisión. Te puse en la película todas las alternativas para que escojas.

Mariana Rondón Mariana Rondón

En la película vemos también un estudio sobre las posibilidades de roles y géneros, intenta mostrar un espectro amplio de posibilidades.
Claro, es una película para el respeto. Otra opción podría ser que alguien vea la película y diga “mira que alienado, quiere ser como un cantante de televisión con el pelo liso y a la moda”, pero ¿y si eso es lo que quiere? ¿Es mejor parecerse a un militar? ¿Es mejor vestirse como una niña? Y él tiene que enfrentarse a todos los prejuicios que le imponen, con la madre, la abuela, el Estado… Cada uno tiene su necesidad propia de robarle algo a él y yo no estoy haciendo un juicio a los medios, a las madres o a las abuelas. Estoy mostrando cómo todo el mundo tiene necesidad de imponerse y cómo todo el mundo puede estar atrapado.

¿Hay lugar para el margen entre estas opciones que le presentan?
No creo, es difícil sobrevivir a esa edad viviendo en el margen. Ojalá. En la película el personaje de la madre y el personaje de la abuela tienen una lucha por el poder y cada una está aportando alternativas que no son las del personaje principal. Él todavía no sabe cuál es su alternativa. Y eso es lo que me importaba, que él tuviera la opción de ese libre albedrío, de seguir adelante sin que nadie más quiera imponer su visión sobre él. Yo hago esta película porque no es que sea pesimista, porque si lo fuera ni siquiera podría hacer la película, pero sí tengo una gran desesperanza y sí creo que las opciones para el respeto están muy dañadas y difíciles de encontrar. Si yo quisiera hacer una metáfora con la situación actual de Venezuela, creo que la situación en la que vivimos es una absoluta incapacidad de ver al otro y respetarlo. Hay algunos que tienen el poder de ser más insolentes en ese respeto. El poder que da el poder y el poder que da el dinero los hace más insolentes.

En la película vemos la complejidad de ser niño en un ambiente hostil. ¿Cómo fue el trabajo con los actores? ¿Se parecen a sus personajes?
Hay una tendencia ahora en el cine más naturalista de robarle la vida a quien utilizas de actor. A mí eso no me interesaba para nada, porque para eso escribí yo unos personajes. Lo que sí hice fue ensayar mucho con los actores, estuvimos tres meses haciéndolo porque ellos eran muy distintos a sus personajes y tenían que convertirse en ellos. Fue todo a través de juegos y nos divertimos muchísimo, fue muy emocionante y pudimos construir personajes que además iban a vivir situaciones de mucha violencia.  Para mí era muy importante que esa violencia no los dañara en lo más mínimo a ellos como personas ni como actores y en eso consintió principalmente mi trabajo con ellos, en jugar y divertirnos. La mayoría de los actores en la película son debutantes en cine. La madre es actriz de teatro, la abuela es cantante y los niños no son actores. Ha sido un trabajo riquísimo.

En los últimos años el cine latinoamericano ha estado triunfando en festivales y estrenando películas mundialmente, ¿cómo sientes este buen estado de vuestra cinematografía?
Es impresionante, yo llevo cuatro meses presentando la película y he estado en festivales muy importantes, de competencia dura, y cuando terminaba el festival y entregaban los premios parecía una competencia latinoamericana. Leías el palmarés y ganó una mexicana, una chilena… Creo que hay un momento de oro para el cine latinoamericano en general. Cuando vas a una competencia de cine latinoamericano te das cuenta de que lo tienes muy difícil para ganar algo. Y claro que no somos lo mismo, somos muy distintos… hay una diversidad temática y una energía que está increíble.

¿Crees que ese éxito en festivales se traslada a las salas y el público?
En Venezuela está pasando ahora algo interesante y es que por la ley del cine existe una obligatoriedad de que las películas venezolanas estén dos semanas en cartel y no se pueden quitar, vaya o no vaya gente, y después de esas dos semanas se tendrán que defender con sus propios números. Lo que ha pasado con esto es que a la gente le da tiempo a cobrar su sueldo, del boca a boca y de que las películas sigan en cartelera por mucho tiempo. Además de que ese dinero puede reinvertirse en el cine. Las películas venezolanas están teniendo un boom increíble, son las más taquilleras y hasta estamos teniendo problemas al salir a las salas, nos estamos chocando nosotras mismas. «Pelo Malo» se estrenará en mayo en Venezuela porque hasta ahora había cola, antes se estrena en España que allí.

¿Qué es lo siguiente después de «Pelo Malo»?
Marité Ugás y yo tenemos una casa productora que se llama Sudaca Films y en la que siempre trabajamos con la misma fotógrafa, Micaela Cajahuaringa.  Lo que hacemos es que nos intercambiamos los roles y cuando una dirige la otra produce. Marité acaba de producir «Pelo Malo», que yo he dirigido, y en la siguiente película ella será la directora y yo la productora. El próximo proyecto se llama «Contactado» y eso es todo lo que puedo decir.

Por Raúl Barreras

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