Marrakech ha ofrecido, a lo largo de su extensa historia, refugio e inspiración para algunas de las más grandes creaciones de nuestro tiempo: desde la filosofía hasta la pintura, pasando por la moda o el interiorismo.

Ya desde el avión, después de dos horas de vuelo, apreciamos el paisaje que parece un cuadro de Benjamín Palencia. Árido en general, pero con pinceladas de verdor en torno a las que se arraciman viviendas dispersas hasta que alcanzamos el enjambre de la urbe hilada por los sobresalientes minaretes que crean una red de comunicación visual en todo el territorio.

Dentro de esta urbe rural y cosmopolita a la vez, buscamos refugio en un templo del bienestar en todos los sentidos: Amanjena.

A tan solo unos pocos kilómetros de la ajetreada Medina, este resort de la reconocida cadena Aman, se nos presenta como un oasis de cuento donde las edificaciones bajas (ningún edificio puede ser más alto que el minarete), se desparraman por el terreno en una suerte de despliegue de barro que nos invita a rebozarnos de alegría primitiva desde la exclusividad más internacional.

Sus edificios, de dos décadas, han albergado el descanso de grandes personalidades en todos los campos y sus palmeras han aireado sus alegrías desde la privilegiada perspectiva que les confiere la altura.

Nos abren las primeras puertas del complejo a la orden del driver y ya intuimos lo que nos depara la entrada, un vergel infinito salpicado de fuentes y estanques de distintas dimensiones que llenan de frescor nuestro sentidos.

Después de una bienvenida con té marroquí y pastas, como no podía ser de otra manera, nos dirigimos a nuestra estancia acompañados por el susurro del agua, que en su inmensa longitud nos hace desembocar en lo que pensábamos que era nuestra habitación, pero que es un palacete en miniatura. Porque aquí las habitaciones lo son.

La sorpresa continúa al atravesar nuestra puerta bajo las dovelas de un arco de herradura (cómo no) y descubrir todo un patio en derredor de un estanque con el sonido del agua que se hace eco a borbotones en la estancia vecina, o sea, la bóveda que arropa la cama que nos permitirá seguir en este sueño. 

Los ojos se marean entre columnas, mocárabes y mármoles. La impresión visual que produce la enorme cúpula, es solo comparable a la sensación de espaciosidad y ligereza interior que se va adueñando de todo tu ser, junto con el privilegio de habitar el silencio, tan solo interrumpido por el murmullo de la fuentecilla. Es como una enorme campana de Faraday que te protege de cualquier injerencia externa.

Y así, tirados junto a la piscina de nuestro pabellón, pasamos el día levitando en esta ensoñación árabe de la que no queremos salir.

Por la mañana nos despertamos junto a la piscina general en torno a un desayuno al que el calificativo de excelente se le queda corto.

Por eso salimos a correr un rato por la zona, donde vemos un despliegue de casoplones que nos dejan en shock. Para bajar tanta actividad, nos regodeamos en el hammam antes de un masaje que, con todos los aceites esenciales creados por Aman, nos vuelve a transportar al cielo.

O eso creíamos, porque de nuevo nos vuelven a sorprender dirigiéndonos a la cena a través de un camino de velas que, como hormigas, nos van marcando la ruta del absoluto: de la mesa junto a la piscina que, decorada con flores, hace de escenario perfecto para unas viandas cocinadas in situ y regadas con unos excelentes caldos y con el gesto blanco de la luna como espectadora de excepción. Lo dicho, ¡el paraíso en la tierra!

 

¿Dónde comer?

LE PETIT CORNICHON. Un restaurante francés, cozy, con muy buen vino y un ambiente joven y moderno.

PLUS 61. Este es "el restaurante". Con un ambiente minimal, esta australiana que aterrizó en Marruecos hace ya algunos años ha conseguido crear el hot spot de la ciudad.

MANDARIN ORIENTAL. Sin duda, no te puedes ir de la ciudad sin apreciar la cocina de su exquisito restaurante cantonés: Ling Ling.

 

¿Qué ver?

JARDÍN MAJORELL. Más famosos que nunca gracias al Museo Yves Saint Laurent. Su azul klein te transportará en una ruta por su verdor que no acaba nunca.

DAR AL BASHA. Uno de los palacios más bonitos en el corazón de la Medina que tiñe de ocre tu mirada. Restaurado en 2014, nos muestra con claridad la opulencia de la belleza árabe, pues fue construido para impresionar a los invitados ¡y vaya si lo consigue!

PHOTOGRAPHY MUSEUM. Abrió en 2009, con una colección de fotografías de 1870 a 1950, destacando los orígenes de la fotografía marroquí y centrándose mucho en la arquitectura. Especial atención tiene la cultura beréber, que es la primera vez que es documentada en color.

MODERN CONTEMPORARY AFRICAN ASIAN MUSEUM (MACAAL). Se dedica fundamentalmente a la promoción de arte africano enseñando el arte de Marruecos y de países vecinos con la exposición fundamental de la obra de artistas emergentes.

THE SECRET GARDEN. Un jardín botánico que te recordará los presupuestos de Rousseau sobre la naturaleza y sus envolventes colores y sonidos. Ha sido casa de algunas figuras políticas del país. Como parte de la tradición árabe andalusí, podrás apreciar edificios típicos del arte y la cultura islámicas.

PALAIS DE LA BAHIA. Fue residencia de la familia Real después de la independencia de Marruecos y todavía conserva parte de la atmósfera de esa época post colonial, apreciable en su decoración y objetos variados y variopintos.

 

¿Qué comprar?

MUSTAFÀ BLAUOUI. Es como la cueva de Ali Babà. Puedes encontrar de todo. Perderse en su laberinto es parte del encanto de descubrir tesoros entre su enorme variedad.

SOME SLOW CONCEPT STORE. Pequeña tienda distribuida en tres pisos donde encuentras artículos completamente distintos y de lo más variopintos. Te llevarás algo a casa seguro.

RUE 33. Justo frente al museo de YSL. Aquí puedes encontrar caftanes, joyería, marroquinería... Todo muy contemporáneo y europeizado, haciéndolo más atractivo para el público internacional.

MAX & YOUNG. Encontrarás un nordic lifestyle con colores muy neutrales y diseños puristas pero de diseñadores de moda locales. Sin duda, una apuesta maravillosa por la moda de km 0.

SOUFIANE ZARIB. Aquí verás multitud de alfombras, mesas bajas y decoración en general que su dueño, un neoyorquino, importa directamente desde New York, donde también tienen tienda. Advertencia: maravilloso pero nada barato.

KULCHI. Esta es la tienda del restaurante Plus 61 y encontrarás mantelería, material para la cocina, alfombras… todo de un gusto exquisito.

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía de Amanjena Resort, Marrakech

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