Si podemos hablar de un punto en común con respecto a los desfiles de la temporada Crucero 2016 que acaban de presentarse, sería (al margen de tendencias referidas a la moda) un claro interés hacia la arquitectura por parte de los diseñadores.
Louis Vuitton, por ejemplo, ha llenado nuestros instagrams de imágenes del idílico entorno -desierto y paraíso verde al mismo tiempo- en el que Nicolas Ghesquière decidió presentar la colección: la casa de Bob y Dolores Hope en Palm Springs, con sus interiores perfectos y escenarios propios de películas como “CQ”, “Barbarella”, “La fuga de Logan” u otras fantasías ambientadas a mediados del s. XX y de corte futurista. Una estética que queda perfectamente representada en la mansión de los Hope, diseñada en 1973 por el arquitecto modernista John Lautner: con su exterior -similar a un volcán- construido en cemento, amplísimos interiores en acero y cristal, y unos pocos pero escogidos muebles de los años cincuenta.
Continuando con la estética modernista, el desfile de Dior a cargo de Raf Simons tuvo lugar en el Palais Bulles, otro escenario perfecto y soleado, apto para ser fotografiado hasta por el más inexperto instagramer y situado en la Costa Azul junto a Cannes (a tiempo para el festival). Un espacio propiedad del también diseñador Pierre Cardin, que alguno ha comparado con el hogar de Los Picapiedra, diseñado por Antti Lovag con la intención de que sus formas onduladas se entremezclasen orgánicamente con la naturaleza que lo rodea y que a día de hoy sigue resultando de lo más inspirador.
Junto a los ya mencionados, hacemos un repaso por algunos de los espacios arquitectónicos favoritos de los diseñadores.
Yves Saint Laurent, famoso por su excesivo estilo de vida, coleccionista de arte y amante de la belleza en todos los ámbitos, descubrió en su primer viaje a Marruecos, en 1966, el que sería su lugar de retiro favorito; el antiguo estudio del artista Jacques Majorelle y su correspondiente jardín. Sin embargo, no fue hasta 1980 cuando, junto a Pierre Bergé, decidió comprarla al enterarse de que iba a ser convertida en un hotel. A partir de ese momento el lugar se convirtió en el escenario de innumerables fiestas y su jardín (abierto al público) repleto de las más variadas plantas y flores, en uno de los más visitados de la ciudad.
El apartamento de Coco Chanel, en el segundo piso del número 31 de la rue Cambon en Paris, justo encima de la que fue su primera tienda (aún abierta, y una de las más emblemáticas de la ciudad), es uno de esos escasos espacios personales que -como si de un museo se tratase, gracias a la visión de Karl Lagerfeld en este caso- se mantiene a día de hoy prácticamente igual a como su dueña original lo dejó tras su muerte en 1971. Fotografiado en numerosas ocasiones; por el propio Lagerfeld, Horst P. Horst en los años treinta y más recientemente por la artista Sam Taylor-Johnson dando lugar a una exposición y a su correspondiente libro, la decoración contiene prácticamente todas las claves de la firma, y sus muebles objetos escogidos con mimo por la exigente Coco, son el reflejo de su agitada y siempre sofisticada vida, desde las famosas escaleras acristaladas por las que las modelos solían bajar a la tienda para realizar los pases privados, hasta sus preciados biombos chinos y delicados objetos.
Tom Ford, diseñador estrella de finales de los noventa y primeros de los dos mil, suele definirse como perfeccionista y esteta; algo que no dudamos observando la coherencia de sus colecciones, campañas (en ocasiones fotografiadas por él mismo) o simplemente su primera -y de momento única- película, “A Single Man”, con lo que no resulta sorprendente descubrir la exigencia que acompañó a la construcción de su actual hogar, un escultural rancho en el desierto de Nuevo México, diseñado por el arquitecto japonés Tadao Ando que, pese a estar recubierto de materiales como el cemento, se funde con la naturaleza como si perteneciese a ella.
Por último nos fijamos en un espacio que, pese a no ser residencial, es un buen reflejo del gusto de su principal impulsora, Miuccia Prada, la sede de la Fundación Prada, concebida por el arquitecto Rem Koolhaas en una serie de edificios abandonados de Milán. La organización, en activo desde 1993, se dedicada a promover el arte en todas sus vertientes, apoyando proyectos de creadores consolidados e independientes por igual. Inaugurada oficialmente hace un par de semanas, es un ejemplo del ecléctico y sofisticado universo arty que caracteriza el diseño tanto de Prada como de la más teen, Miu Miu. En ella encontraremos la colección de arte de Miuccia, con obras de Louise Bourgeois o Dan Flavin, una serie de exposiciones temporales, una sala de cine dedicada a exhibir películas de culto y un acogedor bar de aire retro diseñado por Wes Anderson.
Paula Robles