El sérum Dream Tone de Lancôme se hizo con una lista de espera de más de 14.000 personas una semana antes de que saliera a la venta. Pero cómo no iba a ser así. Según The Times, tanto Naomi Campbell como Sarah Jessica Parker tenían el suyo en casa. La crema antienvejecimiento Cult51 consiguió de la noche a la mañana que 5.000 mujeres desearan tenerla a toda costa. Se decía que contenía los ingredientes más caros del mercado. A veces lo único que hace falta es una declaración tan pegadiza como esa. La base de maquillaje The Ordinary, de The Coverage Foundation, tiene una lista de espera de más de 50.000 personas. La demanda continua les deja sin existencias a cada poco, y con pedidos aún por preparar. En el terreno de la belleza cualquier opción parece imprescindible.
Dos productos de la marca Glossier, de Emily Weiss, están constantemente agotados, con la prórroga en el piloto automático. Esta eterna espera se repite con las cremas The Nº7, con los sérums de Restore & Renew y con decenas de productos cosméticos. A las pruebas nos remetimos.
¿El mundo está loco per se o cabe una explicación lógica para semejante fenómeno?
Las listas de espera generan atención sobre un producto gracias al push online y al boca a oreja. Logran que los consumidores estén dispuestos a pagar por adelantado y a esperar cuanto haga falta para tener su objeto de deseo. Lo habitual es que las marcas produzcan pocas cantidades de nuevos productos, empujando sus ventas a través de las redes sociales o mediante meticulosas estrategias de comunicación y marketing. Cuando estos se agotan, el deseo permanece, y entonces nace la lista de espera que cierra el círculo. Si 200 personas aguardan, lo habitual es que unas 160 compren el producto cuando vuelva a estar a la venta. Para lograr responder al deseo de esas otras personas que no se sumaron a la waiting list, pero que ansían el producto, se incrementa el número de unidades a producir. En realidad se trata de jugar con la mente del consumidor: siempre queremos lo que no podemos tener. Las listas de espera no prometen que el producto a perseguir sea el mejor del mercado, pero sí que son los más deseados y los más inalcanzables. Y el FoMO, a veces, es más fuerte que la razón.Alejandro Bernad – @alejandrobernad Imágenes: cortesía de las firmas