“4” se convierte en el disco más consistente de la popstar más importante del siglo XXI. Celebrémoslo canción por canción. 1+1. Que esos teclados a lo Abba no nos confundan. Es una balada puramente Prince, solo de guitarra incluido. Una canción de amor de primera categoría I care. Los sintetizadores a lo a Angelo Badalamenti introducen una pieza con dos partes enfrentadas. La estrofa es claramente mejor, pero el pasional estribillo no desmerece. I miss you. Otra balada. Adulta y ochentera a más no poder. Maravillosa. Como si Peter Gabriel hubiese producido a Whitney Houston. Una delicia de 2:59, todo un hito en la historia del pop negro. Best thing I never had. La intro de piano es un cruce entre “Never forget” de Take That y “Alone” de Heart. Asusta, pero pronto se revela como una licencia AOR más del disco. Party. Andre 3000 y Kanye West aparecen aquí perfectamente camuflados con el disfraz retrofuturista del álbum. Sí, hay una fiesta y ella sigue enamorada, al menos hasta mañana. Rather die young. Otro baladón escondido tras una caja de ritmos. Los 70’ presentes otra vez en lo que podría ser una buena canción de Stevie Wonder. Start over. Después de todo lo que ha pasado, sigue enamorada. Bonito estribillo, extraña producción y arrebatador puente. Love on top. ¿Alguien se acuerda de Shanice? ¿De Babyface? Está de suerte. Así sonaba el r’n’b de principios de los 90. Countdown. Se levantan los ánimos. Regresamos a 2011 con una irresistible línea de vientos. El amor es más locuelo. End of time. Coros locos. Aire jazzy, pero ritmo endiablado. ¿Produce Mark Ronson? Deseando ver el vídeo. I was here. Baladón de mechero con producción de Ryan Tedder (responsable de “Halo”). Si las ventas van mal, es posible que tenga que recurrir a ella. Run the world (Girls). La desilusión inicial, desencadenada por el uso de un sample de “Pon de floor” de Major Lazer, se aplacó con su vídeo y asombrosas actuaciones Cobra sentido como colofón y no como pieza central de un álbum, en resumen, estupendo. Por Eloi Vázquez beyonce