Hace una semana cogíamos el móvil y apuntábamos en las notas una retahíla de propósitos de Año Nuevo que hoy, 3 de enero, todavía no hemos puesto en práctica. ¿Sí o no? Es normal, a ver. La Navidad no acaba hasta el día 7; no oficialmente; y cualquier excusa es buena para tirarse a la bartola hasta que los villancicos aflojen del todo.


Pensar nuevos propósitos es algo bueno. El hecho de que las personas continuemos fijándonos metas, incluso aunque no siempre las cumplamos, significa que tenemos esperanza y un cierto nivel de creencia en nuestra capacidad para cambiar y mejorar. El estreno de calendario puede ser el punto de inflexión en el marcado de objetivos o no. Cada uno verá cuando es la ocasión idónea.
Conscientes de ello, lo primero que debemos hacer es delimitar bien los desafíos a lograr. Siendo realistas, por supuesto. El tener las expectativas demasiado altas muchas veces nos genera una gran frustración. Una vez tengamos claras las metas, es importante planificar la manera de llevarlas a cabo. Resultará fundamental ser honestos con nosotros mismos. Sólo terminará funcionando aquello de lo que realmente estemos convencidos.

Definir los retos de la forma más concreta posible e incluirlos en nuestra agenda es esencial. De nada vale apuntar: “Hacer más deporte”. Lo recomendable es anotar: “Ir al gimnasio tres días a la semana -lunes, miércoles y viernes-, de 19:00 a 20:00h”, por ejemplo. Los objetivos generales, sin acotar, están condenados al fracaso.
Es vital tener en cuenta que los propósitos pueden verse alterados por obligaciones o necesidades. Esto significa que si, a partir de un momento dado, en lugar de tres días realmente solo podemos hacer deporte dos, debemos readaptar el plan, nada más. No estaríamos en absoluto fracasando.

Uno cambia actitudes o costumbres y se fija metas con la intención de ser más feliz. No obstante, hay que tener claro que no es más afortunado el que consigue alcanzar todos y cada uno de sus sueños, pues la felicidad, según los expertos, es una elección de actitud ante los acontecimientos que vivimos y no una reacción ante los logros.
Así es que tolerar los errores propios y saber digerir cualquier clase de revés es primordial.

Empecemos el año dándonos algo de tregua a nosotros mismos, y terminémoslo igual. Eso sí, habiendo cumplido algunos buenos deseos.
Alejandro Bernad - @alejandrobernad