Se ha convertido en uno de los artistas digitales más cotizados del s.XXI por sus obras de ensueño -reconocibles al instante por el rosa millennial que las tiñe de arriba abajo-.

Sin embargo, Andrés también puede presumir de ser uno de los primeros que se ha atrevido a cuestionar el Metaverso, investigando acerca de un pasado que no tiene (¿o sí?) para dar rienda suelta a su futuro...

Crowded Elevator’ (2021) para la exposición “The Odyseey” en la Nilufar Gallery ©Andres Reisinger

 

Andrés, muchos definen tu estilo como “surrealismo onírico”. ¿Cómo lo definirías tú para que aquellos que no te conocen sepan qué haces?

Lo que yo hago es surrealismo mágico, en el sentido más literario posible. Eso sí, siempre me gusta describirlo como que, en realidad, yo trabajo con el contexto. Es decir, lo que me gusta hacer es deformar el contexto, pero para deformarlo, me baso precisamente en su coherencia.

O sea, intento mantener la mayor cantidad posible de elementos iguales o que no varían con respecto a lo que llamamos normalidad y deformar solo algún elemento para que nos haga dudar de qué tan surreal es algo.

Siendo de origen argentino, ¿por qué decidiste centrar tu trabajo en Barcelona?

Nací en Buenos Aires y estudié allí hasta los 20 y pico años, que fue cuando me moví a Barcelona. Ahora llevo ocho años aquí. En un principio estuve en Madrid y la ciudad, obviamente, me encantó, pero cuando después descubrí Barcelona, le encontré algo bohemio que me llamó mucho más la atención. No sé, era lo que esperaba de Europa, digamos.

Viajo mucho y en Barcelona encontré algo que no he encontrado en otra ciudad. No sé si es su conexión con la naturaleza o tiene que ver con otras cosas, pero aquí me quedé.

Retrato de Andrés Reisinger ©Anna Huix

 

¿Cuándo y por qué creas Reisinger Studio?

El estudio en sí es una extensión de mí mismo. Es como tener tres o cuatro brazos, manos y piernas. Esto me permite poder formalizar la ejecución de proyectos que me están excediendo a mí como persona. El hecho de colaborar con empresas externas se me complicaba en términos de creación artística. Entonces, en vez de ir a buscar fuera la colaboración, lo que hice fue extender mis extremidades.

¿Cuál es vuestra dinámica de trabajo? ¿Seguís algún proceso creativo concreto a la hora de llevar a cabo un proyecto?

Varía mucho depende del proyecto. Casi todos los proyectos son generados desde el estudio y casi siempre se basan en una idea que tengo de alguna obra o de algo que estoy leyendo, dándole vueltas o explorando.

Con el estudio lo que hacemos es formalizar la ejecución de eso a un nivel un poco más sistemático, lo que me permite poder seguir en exploración de cada tema y no tener que supervisarlo todo hasta el mínimo detalle. Que estoy en todo igualmente, pero me ayuda mucho tener una estructura…

‘An Essay Before Meeting my Daughter’ (2021) ©Andres Reisinger

 

Tus trabajos comenzaron a hacerse visibles en el universo digital. ¿Qué te ofrece este entorno que no te conceda el mundo offline?

Las posibilidades, la plasticidad de poder crear hacia cualquier dirección, en cualquier destino, de cualquier manera… Poder volver hacia atrás en el tiempo y deformar cosas que había creado, quizás. Creo que el hecho de borrar y volver a editar, es una particularidad bastante interesante del mundo digital.

Steve Jobs lo describió en su momento como una bicicleta. Yo creo que también lo es para el proceso creativo, ya que esta herramienta acelera la prueba y el error.

En una entrevista también comentas algo muy obvio y es que el mundo digital permite reducir a la menor cantidad posible los materiales, así como evitar el consumo compulsivo. Con relación a esto, ¿qué importancia le das al medioambiente y a la sostenibilidad a la hora de crear?

Mucha. Es lo que debería ser lo más importante para todos, aunque por el momento no es así. Lo que yo intento promover siempre es el uso de herramientas digitales para poder generar demanda de algo antes de crearlo, un proceso que casi siempre sucede al revés.

Las marcas y muchos diseñadores independientes generan un montón de productos físicos sin saber siquiera si van a tener demanda en el mercado. Eso genera un montón de basura y la mayoría de veces estos productos se terminan quemando o vendiendo en ofertas porque no se pueden reutilizar. Es un desastre, una locura.

Sin embargo ¿crees que el arte y el diseño están avanzando en el buen sentido en términos de sostenibilidad?

Más que el mundo de la moda. La moda, en su gran mayoría, está apuntada a la compra en masa y la producción mundial de piezas, que es un poco lo que también le ocurre al diseño.

En cambio, cuando hablamos del arte, claro que hay excepciones, pero en general, la reproducción de piezas es limitada, las obras son únicas, están numeradas… y estas, por más dinero que te cuesten, tienen un valor asignado a la escasez de esa pieza en concreto que hace que la cuides y no se te ocurra por nada del mundo tirarla o venderla en Wallapop. La escasez es de lo más importante hoy en día.

Sillón Hortensia frente al Duomo de Milán, de Andres Reisinger x Mooooi (2021) ©Mattia Greghi
 

 

Y hablando de escasez… En el caso de la silla Hortensia, uno de tus trabajos más reconocidos, esta empezó siendo una pieza digital que evolucionó a lo físico. ¿Cómo recuerdas el proceso? ¿Hay alguna historia que se esconda detrás de este objeto de deseo?

Hay muchas, pero una que me sigue llamando la atención es que fue un poco el inicio de mi planteo filosófico con respecto a la producción masiva.

Cuando estaba intentando producir esta pieza en el mundo físico, contacté a mucha gente. La mayoría -por no decir todos-, respondieron que era imposible.  Iban a gastar mucho dinero e iban a perder mucho tiempo produciéndola... En cambio, todos coincidían en que era una pieza muy interesante y le veían potencial, pero nadie quería parar y perder unos pocos o cientos de euros para desarrollarla, nadie. Todos querían seguir produciendo a saco para seguir haciendo dinero en piezas que, posiblemente, ya no existen.

Yo seguí buscando y, al final, convenciendo a otros locos como yo, monté mi propio equipo. Obviamente perdimos dinero y tiempo al principio, pero tampoco fue para tanto…

Claramente existe un antes y un después gracias a la existencia de Hortensia. En ese momento fue muy importante para el mundo digital, pero también para el físico, porque, a partir de Hortensia, muchas marcas empezaron a idear, diseñar y comunicar piezas digitales, pero también a usar el mundo digital como una herramienta para generar demanda y entender realmente cuánta demanda tiene un producto que quieren sacar al mercado, lo que es muy bueno.

Hay varias marcas que se han comunicado conmigo para agradecérmelo, pero no es a mí, las herramientas digitales estuvieron siempre, lo que nunca nadie pensó en usarlas para el bien…

Y a ti, ¿cómo te ha servido su recibimiento para posteriores proyectos?

Digamos que a mí me sirvió para lo contrario. Empecé a hacer piezas físicas con Hortensia.

Nunca hago cosas para el mundo físico directamente, siempre empiezo todos mis proyectos en el plano digital y uso el offline como una forma de experiencia de mi obra digital, pero, sin duda, Hortensia me ha ayudado mucho a entenderlo. Para mí fue una cátedra intensiva de aprendizaje.

¿De dónde viene tu interés por el uso del rosa como color neutro?

No es un pensamiento muy matemático, lo siento como muy neutral. El rosa para mí es como un blanco. Es más, me es más fácil partir de ese color que de un blanco. El blanco lo siento aún más artificial…

El rosa lo encuentro en muchas partes de la naturaleza, en algunas plantas, en organismos como nuestro cuerpo, nuestra piel, nuestros órganos sexuales; los labios, las manos... Aunque el verde es el color vinculado a la naturaleza por el mundo del marketing, para mí está solamente vinculado a una estación. El rosa en este sentido es mucho más natural.

Exteriores de ‘Winter House’ (2022) ©Andres Reisinger
 

 

Hace más de un año que trabajas con NFTs. ¿Qué oportunidades crees que ofrecen los 'token no fungibles' a los diseñadores como tú?

Es una interesante manera de certificar obras, pero también es muy potente como nuevo medio ya que, como tal, abre las posibilidades a la creación de nuevos tipos de obras, de arte, de colecciones...

Lo más común o lo que más famoso hizo al NTF es este hecho de certificación de autenticidad, que sí, es útil, pero es solamente una parte ínfima del espectro del Metaverso.

Hay algo muy interesante en la programación de las obras, en la parte más programática de la tecnología NFT, que a la vez puede ser muy conceptual. El hecho de que puedas programar que una obra cambie con respecto a las temporadas de la naturaleza, con respecto al clima en el que está el coleccionista de la obra, dependiendo de cuánta población hay en una ciudad… Hay un hecho performático en la programación de los NFT de los contratos que nos facilita y nos abre una conceptualidad que sería muy difícil de hacer en el mundo físico.

¿Piensas que a raíz de él las generaciones más jóvenes han empezado a interesarse y a invertir más en arte?

Sin duda. Obviamente por la facilidad que tiene el hecho de coleccionar hoy en día, pero también porque hay mucha información, ya sea meramente cultural o de mercado, y esta te ayuda a ver y a tomar decisiones. Ya no dependemos de tener un familiar o un amigo que coleccione arte y te explique el porqué. Todos tenemos la biblioteca más grande del mundo en el móvil.

Algunas de tus obras más recientes han alcanzado el medio millón de dólares en subastas. ¿Qué significa para ti ser uno de los artistas digitales más cotizados del s.XXI?

¡Es increíble! Llevo trabajando con arte digital desde hace más de 15 años y, aunque empecé muy joven, sigo siendo joven. Me parece que para toda una generación como la mía -o generaciones más jóvenes todavía-, que nacimos, crecimos, creamos relaciones con herramientas digitales y vemos la virtualidad como algo de lo más natural, este es un reconocimiento de lo más lindo.

Sun/Leaf’ (2022), obra de arte para Collectional Gallery ©oui.dxb

 

¿Hay algo que no te atraiga del Metaverso?

A mí me atrae mucho la historia. Me parece que es muy interesante para el pasado, el presente y el futuro.

Con la creación de este nuevo universo, hace tiempo que le estoy dando vueltas a lo mismo y es que el Metaverso no tiene historia. No sé si eso me gusta o no me gusta, pero me llama mucho la atención. Estoy todo el día pensando en eso…

Según he podido leer por allí, uno de tus propósitos es crear un estudio de arquitectura enfocado exclusivamente en el Metaverso. ¿En qué punto se encuentra este deseo?

Siempre está avanzando. De hecho, lo que estoy haciendo es trabajar con filósofos y arquitectos para generar un manifiesto escrito que sirva como base estructural de apoyo para mi práctica en el Metaverso. Quiero plantear una teoría real en vez de solamente ir a jugar al mundo virtual.

Es lo que lo que te decía antes: la falta de historia en este universo hace que haya un mundo de posibilidades y libertades que no me atrae demasiado. Es más bien una ayuda para la comunicación comercial y no tanto para el desarrollo intelectual dentro del Metaverso.

Andrés Reisinger delante de ‘Sun/Leaf’ (2022), obra de arte para Collectional Gallery ©oui.dxb

 

Ya que me has comentado que te interesa la historia, me gustaría saber si el futuro es algo que te inquieta igual. ¿Cuál es tu previsión respecto a este sector? ¿Cómo lo presientes?

Es amplio, eso es lo que me interesa, que pueda irse y desarrollarse hacia cualquier lado. Sin embargo, en general, no estamos viendo muchos historiadores, teóricos o filósofos trabajando en este plano, en este universo. En cambio, en el mundo de la arquitectura sí ha habido cantidad de filósofos trabajando con arquitectos para el desarrollo urbanístico.

Creo que aún estamos muy, muy verdes en este universo. Lo que se está viviendo son solamente pequeños bocetos, esbozos, juegos… sin mucha base.

 

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Anna Alarcón: @_annalarcon

Imágenes: Cortesía de Reisinger Studio