En defensa de todas las caras de James Bond
No se puede reconciliar lo irreconciliable, pero tampoco tampoco está de Dios obviar los grandes acontecimientos. Y este, el día en el que el ínclito, el prestante, el de las mil caras, el mismísimo James Bond cumple 50 años. Como si nada, los lleva. Como si tuviera 30 en una época en la que los 30 son los nuevos 20. Con el m¡smo brillo en la mirada al rodearse de lujo obsceno, mujeres de curvas de mareantes y buen malo megalómano empeñado en salvar el mundo.
En celebración de toda su carrera y las veintitrés veces que nos ha librado de un destino terrible, hemos acudido a seis de las grandes mentes pensantes de la cultura popular y les hemos pedido que cada uno defienda a uno de los seis Bonds que ha habido. ¿Connery el clásico? ¿Lazenby el repudiado? ¿Roger Moore, la alternativa? ¿Timothy Dalton el olvidado? ¿Pierce Brosnan el elegante? ¿O Daniel Craig el psicópata? Rememoren. Celebren. Lean.
Sean Connery: “Esto funciona así, chicos”
por Alberto Rey, autor del blog Asesino en Serie para El Mundo
Lo que cuenta es quién fue el primero: Sean Connery. Y quién vio salir del agua a Ursula Andress en bikini: Sean Connery. Con "007 contra el Doctor No", Connery inauguró el invento. Fue el primer James Bond en salvar al mundo y en distinguir a la chica (Bond) buena de la mala. Y el primero en tener claro que había que tirarse a las dos. Por la Reina y, de paso, por el resto del género masculino. Por ser el Bond cinematográfico inicial, el escocés es el agente 007 de referencia. ¿El mejor? Para mí sí.
El Bond de Connery es el macho dandy irrepetible, el pecholobo universal y el espejo en el que todo hombre se ha buscado (y ninguno se ha encontrado, yo el primero) desde 1962. El que demostró que un buen esmoquin, un cochazo y un pistolón no eran suficientes para ser Bond. Que hacía falta algo más para deshacerse de todos los villanos y hacerse a todas las señoritas. Hubo otros después, pero no eran él. También tenían algo más, pero un poco menos.
Sean Connery se inventó a Bond y luego otros lo disfrutaron. Él dijo: “Esto funciona así, chicos: primero una señorita, luego salvar el mundo y luego ya al final la otra señorita”.
Y el Martini agitado, no removido.
George Lazenby, metaBond
por Tom C. Avendaño, autor del blog Tuitología para El País
George Lazenby, el pobre, será siempre ese Bond creado por un actor que nunca había actuado y un director que nunca había dirigido. Ese que se olvida la pastilla y, entre un mamporro y otro al pesado de Blofeld, decide casarse (¡) al final de “Al servicio secreto de su majestad”. Ese que pocos pueden defender sobre la pantalla.
Pero fuera de ella, Lazenby es James Bond. El que andaba que si se liaba que si no con la chica guapa y poderosa –una futura agente de Hollywood llamada Maggie Abbott– que se acordó de él cuando los productores de la saga le llamaron desesperados porque a ver quién reemplazaba a Connery. “No tiene por qué ser famoso, solo tiene que tener esa confianza en sí mismo”, le dijeron. Blanco y en botella.
Lazenby, hombre de su tiempo, pensaba que Bond ya había pasado de moda (a ver: vivía en el Londres de los setenta, el de Michael Caine y “Austin Powers”) pero como le dieron el papel, se apuntó a unas clases de interpretación (para acabar, básicamente, imitando a Connery) y ahuyentó, con su mera presencia y su falta de experiencia, a Brigitte Bardot como chica Bond. También tuvo la genial idea de rechazar un contrato por siete películas porque pensaba que podría sacar dinero de esta forma. Y porque lo que le gustaba ir de libre por la vida. Bond total.
Connery, Moore y Craig están bien, claro. Pero de los 14 rodajes de la saga en los que trabajó Lois Maxwell (Moneypenny, esa mujer), el único en el que se enamoró fue en este. Cuando el mundo esté en peligro, quedáos vosotros con Sean Connery. Yo me quedo con el James Bond real.
Roger Moore, Bondage Bond
por Paul Vértigo, crítico de cine para Vandidad
A "El Santo" le cayó el sambenito de sustituir al macho alfa Connery, que encima se convirtió en el primer escocés en rechazar un cheque de cinco millones de dólares de los de 1973. Moore se lo tomó con ironía, pincel y flema típicamente británicos, virtudes intrínsecas en el personaje creado por Ian Fleming y que estaban en alerta naranja con la sobredosis de testosterona que el leñador Sean había destilado sobre 007 en su primeros compases. Ahora, se imponía volver a los orígenes de un superhéroe fascinante pero un punto hortera, casi como los lechuguinos de las novelas de Wodehouse.
Además, la época le ponía el pop bizarro en bandeja: blaxploitation ("El hombre de la pistola de oro"), mochales carrera espacial ("Moonraker"), Guerra Fría agitada-no-revuelta ("La espía que me amó"), huevos de Fabergé ("Octopussy")... Total, que Moore se lo pasó en grande hasta los 58 tacos (con "Panorama para matar"). Y mientras, y luego, aún más: los autos locos de "Cannonball", "La Pantera Rosa", Van Damme, las Spice Girls... Todo, sin alterar el (único) gesto ni cambiar de marca de laca. Puro Bond. Puro bondage.
El pelo de Timothy Dalton
por Manu Piñón, de Cinemanía
Antes de nada, porque sé que algunos lo estáis pensando, una aclaración: no he llegado el último, he podido elegir y he elegido muy conscientemente a Timothy Dalton, el Bond de 007: Alta tensión y Licencia para matar. Tengo motivos poderosos y variados para hacerlo, pero los resumiré en (cero, cero) siete. 1) No quiso continuar a Sean Connery cuando le ofrecieron hacerlo en 1968, y dejó pasar 20 años para curtirse el lomo. 2) Ahora que todos admiran la rudeza de Daniel Craig, hay que recordar que Dalton fue el primer Bond que mató a sangre fría. “Un crítico se quejó de que la franquicia ya no la pudieran ver niños”, recordó el actor este año en la revista Empire. 3) Sólo por sus ojos. Sin sonrisitas de medio lado (Connery) ni cara de coña (Moore), Dalton tiene una mirada amenazante, afilada, que muestra lo que es: un asesino con bula. 4) No se cargó la saga. Una mentira contada mil veces no es una verdad. Si dejó de ser Bond fue por la disputa legal entre la productora y el estudio que tuvo la franquicia parada seis años. 5) Cumple un requisito imprescindible: no ser inglés. No es nacionalista como el escocés Connery o el irlandés Brosnan, pero es un orgulloso galés. 6) Sería un gran villano en la saga 007. O al menos uno muy divertido. Como prueba, ahí están "Rocketeer" o "Arma fatal". 7) Su mata de pelo, natural e indomable, verle en una lancha, con el flequillo sacudido por el viento es aventura, es virilidad, es BOND.
Pierce Brosnan, el Bond vintage
por Fernando de Luis-Orueta, director de www.losextras.es
Defender a Pierce Brosnan como el mejor James Bond de la historia está a medio camino entre el acto de fe y la añoranza por los viejos buenos tiempos. Tres de las cuatro películas que ha protagonizado distan mucho de poder contarse entre las mejores de la saga, excepción hecha de la divertida y casi naif "Golden Eye", a quien corresponde buena parte del mérito de la resurrección de 007 para nuestros días. Si sus otras entregas ("El mañana nunca muere", "El mundo nunca es suficiente" y "Muere otro día") no se hubieran dirigido rumbo al cataclismo, no sólo la imagen de Brosnan como Bond tendría otra dimensión, sino que probablemente el reboot protagonizado por Daniel Craig no hubiera sido necesario. Porque este acto de fe nos lleva a la añoranza por los viejos buenos tiempos.
El mundo del cine está lleno de agentes secretos, unos más fugaces que otros en función de su capacidad para amoldarse a los cambios sin dejar de ser ellos mismos. Ahí está Ethan Hunt, cuyo productor/actor Tom Cruise ha sabido modernizar echando mano del equipo de J.J. Abrams sin que haya ruptura alguna en personaje que nos presentó Brian De Palma allá por 1996. Esa misma fue la clave del éxito de la elección de Pierce Brosnan como verdadero sustituto de Sean Connery, que se mantenía en el imaginario colectivo después del olvidable Roger Moore y el equivocado Timothy Dalton.
Con su facha impecable, su peinado impertérrito, su elegante ironía y su belleza clásica libre de pectorales, Brosnan ha sido más Bond que nadie. Un héroe de acción en la pista y un caballero en la sala. Sin aspavientos ni gestos torcidos. Brosnan entendió que sólo un personaje sutil preferiría el Martini mezclado al agitado. Es un tópico y una anécdota, pero también es lo que le distingue de cualquier otro de los muchos agentes secretos de la pantalla. Pese a ser irlandés, Pierce Brosnan ha estado como nadie al servicio de Su (muy británica) Majestad.
Daniel Craig, la elegancia del buen pendenciero
por Toni García, periodista en El País
Decía Matt Damon cuando le preguntaban por las similitudes entre Jason Bourne y James Bond, que este último era, en realidad, “un psicópata”. No se equivocaba, es el precio que hay que pagar por ir por ahí follando y asesinando a mansalva y regándolo todo con Bollinger y Bradfords: que uno pierde la medida de las cosas. Ya lo decía Thomas de Quincey: “Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del señor, y se acaba por faltar a la buena educación y dejar las cosas para el día siguiente”.
Si tomamos este precepto como punto de partida no hay mejor Bond que Daniel Craig: sólo hace falta echarle un vistazo para darse cuenta de que en algún lugar entre su mandíbula y su entrepierna se esconde la quintaesencia del espía más famoso del mundo, esa milagrosa habilidad para acabar con la miseria del villano de turno. Craig, bendito chiflado, es una máquina de matar con ojos azules que dispone de músculos que hasta que apareció luciendo torso en "Casino royal"e eran desconocidos para los estudiosos de la anatomía, pero además, muestra ese comportamiento de sociópata elegante que podría beneficiarse a tu esposa, ejecutar a tu pastor alemán y luego darte un abrazo.
Es lo que el mundo necesita, lo que los jóvenes piden a gritos: contundencia. Eso, y un buen silenciador.