Una de las salas más míticas de la noche madrileña y habitual en el calendario de conciertos -la mayoría de grupos que empezaban a despuntar- no volverá a abrir sus puertas. El Nasti Club cerró definitivamente el domingo. Se suma a otras tantos que han tenido que echar el cierre: desde el inicio de la crisis, han desaparecido más de 4000 locales de ocio y salas de conciertos en nuestro país. Pero antes de decir adiós programaron una serie de conciertos, como si de un mini festival se tratara, para dejar los estómagos de los melómanos y los de sus fieles bien llenos. Porque "las penas con pan son menos". Allí estuvimos en la víspera del fiestón final en uno de los conciertos más esperados, el de Dirty Beaches.
Dirty Beaches Dirty Beaches
Siesta!, el dúo español y sus distorsiones se presentaron como la antesala perfecta para los sonidos del taiwanés-canadiense. Dirty Beaches apareció en formato trío y con ganas de poner el mejor broche final a su gira. El crooner Alex Zhang Hungtai bebe de los sintetizadores de Suicide, del rock de los 50 y de los sonidos inquietantes propios de cualquier banda sonora de David Lynch. Esta mezcla, tan heterogénea como resultona, es más dura y desasosegante en su último álbum, "Drifters/Love Is The Devil", que fue el único protagonista de su directo en Madrid. Los que le seguimos desde ese maravilloso "Badlands", echamos de menos alguna concesión a los temas más clásicos de estilo rockero dolido. Aunque se nos hizo corto (no llegó a una hora de concierto), Dirty Beaches nos dejó muy buen sabor de boca, a pesar de lo amargo del contexto. El público terminó bailando y pidiendo un bis, que no fue saciado. Al día siguiente, asiduos y nostálgicos de las noches del Nasti se acercaron para despedir como mejor podía ser, con conciertos, varios dj y una fiesta, a una sala que nos ha acompañado durante una década. Os dejamos con las fotos de un concierto que muchos recordarán siempre. Texto: María Díaz del Río Fotografías: Jorge Flores