Dejar de fumar, apuntarse (e ir) a un gimnasio, desengancharse de las redes sociales, completar la colección por fascículos del Taj Mahal a base de mondadientes… Cualquier primer día de cualquier año nuevo es perfecto para conjurar metas imposibles a base de buenos propósitos. Y justamente de eso va nuestro estreno de la semana, “En solitario”, una película que le viene como anillo al dedo a un 1 de enero cualquiera (manía de estrenar las cosas en miércoles, para descabalar agendas y planillos). Véase su argumento embaucador y minimalista: un veterano regatista tiene la oportunidad de participar en la Vendée Globe, la vuelta al mundo en velero, en solitario y sin escalas. Todo va de perlas hasta que descubre un “okupa” en su camarote. Justo entonces, el espíritu competitivo de la gesta da un golpe de timón porque, de hecho, este filme, y el segundo puesto obtenido por Borges en aquel concurso literario de “Playboy”, comparten moraleja e ideario: a veces es mejor llegar a buen puerto, tras una travesía rocambolesca y tortuosa, que simplemente llegar el primero. poster ultimo 19/11 copia.indd Curiosamente, también esta ópera prima del curtido director de fotografía y “cameraman” (se nota el oficio en la pericia de los tiros de cámara y la belleza de los escenarios a remojo) Christophe Offenstein posee una púa borgiana ya que, a pesar de su título, a la embarcación del bravo lobo de mar Yann Kermadec, cual libro de arena, no para de brotarle gente. Sobre todo, como decíamos arriba, un joven polizón que amenaza con tirar por la popa sus ansias de alcanzar la gloria marina, y que marca el clima buddy movie del sucinto argumento, pespuntado con trazas humanitarias que lo alejan de la notable tradición de “adopciones a bordo” estilo “Los contrabandistas de Moonfleet” o “Capitanes intrépidos”. Por suerte, el timón lo lleva François Cluzet, que siempre aprueba con nota, sea enclaustrado en una silla de ruedas (“Intocable“, naturalmente), sea de heroico regatista con media melena empapada en salitre y acondicionador. También la tripulación “de secano” aguanta el tipo, pese a someterse a recursos blandengues como las puestas de sol que el marino envía a su enfurruñada pequeña, y la magra presencia, mera figuración con frase, de nuestro José Coronado. Lo dicho, cine deportivo y de superación personal, con un aire a “La vida de Pi” pero sin bálsamo del tigre, y con pocas fugas de agua, lo que le llevó a ganar el Premio del Público en el último Festival de Gijón, que no es moco de pavo. Y, naturalmente, feliz 2014 y felices misiones imposibles, que lo importante es participar y soñar despierto. Paul Vértigo