Ser mujer no es fácil. Me refiero a estar cada día como la mujer estupenda a la que hemos acostumbrado a nuestro público. En el caso de ellos, entre que salen de la ducha y salen a la calle pasan 5’ –menos si es verano-. Nosotras cuando –por fin- estamos preparadas, aparecemos en escena. Pero siempre cargando con un señor bolso que contiene todo lo necesario para seguir luciendo así de perfectas durante 24 horas –y otras cosas inservibles-: maquillaje, cepillo, perfume, kleenex –porque siempre hay un baño de chicas sin papel en algún lugar del mundo-, monedero –de los grandotes donde caben mil tarjetas de establecimientos de los que somos socias y que nunca usamos-, llaves, móvil, chicles e incluso a veces zapatos de recambio –normalmente havaianas-. Y después de mucho rato –muchos días, meses, años- soportando la feminidad en forma de cosas metidas en un bolso, la espalda se resiente y te dice “basta” con una señora contractura.
"Mujeres Despechadas: ¡Muerte a Ramón!"
Así que el día que mi espalda habló, dejé de ser Mary Poppins para convertirme en otro personaje Disney: el Jorobado de Notre Dame. Al llegar a casa abandoné al señor bolso sobre la mesa, me tumbé en la cama con la señora contractura y le pedí “porfavorporfavor” si me hacía un masaje. No pudo decirme que no -realmente me vio tocada y hundida-. Y pareció tomárselo muy en serio: crema, música, velas… “Relájate”, me susurró al oído. Pero algo olía mal en ese tono. Aunque no lo descubrí –inocente- hasta que sentí como toda la presión se desplazaba de sus manos hacia otra parte de su cuerpo. INCREÍBLE, sí. Entonces fue cuando dejé de ser el Jorobado de Notre Dame y me convertí en Cruella de Vil dispuesta a hacerme un traje con su piel de perro sarnoso. Así que, como comprenderéis, no me quedó otra que matarlo. Muerte a los hombres malos que creen que si primero te hacen un masaje, después tendrán sexo. Caroline Selmes & Laura Torné (Mujeres Despechadas)