Desde el curioso homenaje que era House hasta la peculiar  versión que es Elementary, pasando por El mentalista y CSI, la televisión de los últimos años ha estado llena de ficciones que, de alguna u otra manera, remiten al excéntrico y famosísimo protagonista de las novelas de Arthur Conan Doyle. ¿Pero por qué conformarse con imitaciones y sucedáneos cuando puedes disfrutar del original? Algo similar debió pensar la BBC allá por 2010 al lanzar la primera temporada de una de esas series tan inusuales en las que el número de capítulos es inversamente proporcional a la calidad de los mismos.
Cartel promocional de la serie Sherlock Cartel promocional de la serie Sherlock
Así nació Sherlock, una serie que no sólo es modélica como adaptación, actualización y reinvención de todo un icono cultural, sino que, como producto televisivo en sí mismo, funciona a las mil maravillas, gracias al excelente trabajo de Steven Moffat y Mark Gattis con las tramas, a la impecable factura técnica, al manejo del tempo narrativo, a las inspiradísimas actuaciones de los ahora de moda Benedict Cumberbatch y Martin Freeman y a ese aire british, cool y un tanto hipster que tan bien le sienta a este Sherlock Holmes del siglo XXI. En resumen, una serie merecedora de las millonarias audiencias que tiene, de las buenas críticas que recibe y del palmarés de 30 premios y 47 nominaciones que cuenta en su haber. Y es que sólo con episodios como The Reichenbach Fall (T2) o His last vow (T3) hasta el espectador menos holmesiano puede disfrutar de lo que es ficción televisiva de alta calidad.
Fotograma de la serie Fotograma de la serie
Por eso, ahora que la tercera temporada de Sherlock ha terminado y que millones de espectadores en todo el mundo cuentan/contamos los meses (o años) para poder disfrutar de la cuarta, se pueden extraer algunas conclusiones:
  • No hacen falta decenas de capítulos para hacer una gran serie.
  • Hacer bien las cosas necesita tiempo (de ahí los dos años de espera que separan cada entrega y el reducido número de episodios por temporada).
  • La primera regla de una buena adaptación consiste en saber qué no tocar del original y qué hacer con lo demás.
  • Que Cumberbatch y Freeman estén de moda no es, ni mucho menos, casualidad o suerte.
  • Holmes, Wallander y Luther son la santísima trinidad de las series policíacas actuales, gracias al criterio y al esfuerzo de la BBC para hacer productos simplemente excelentes.
  • Las buenas historias nunca pasan de moda.
Así que, mientras llega la cuarta temporada, nos queda el consuelo de volver a ver las tres emitidas hasta ahora o, lo que es mejor aún, leer las novelas originales con las que un médico supo ganarse la vida y la atención de millones de personas en todo el mundo al crear a uno de los personajes más famosos de la literatura, del cine y, ahora, de la televisión.   Javier Crespo Cullell