Elena Anaya (nuestra chica de portada de junio) derrocha talento en “Todos están muertos”, espléndida ópera prima de Beatriz Sanchís con la que ganó como actriz en Málaga.
Otra semana más con dos candidatas a mejor película en la balanza: en una esquina, la “Maléfica” pérfida y con más ángulos que un libro de trigonometría; por otro, Lupe, una agorafóbica igual de generosa en ángulos, aunque más oscuros e interiores, protagonizando una de las historias más intensas que el cine español recuerda en mucho tiempo. Y, aunque Angelina es mucha Angelina, finalmente nos decantamos por “Todos están muertos“ y la gran Elena Anaya, candidata desde ya al Goya a la mejor actriz después de arrasar en Málaga con esta ópera prima de Beatriz Sanchís, que también se hizo con los merecidísimos galardones a la mejor banda sonora y el Premio especial del jurado.
Todo, gracias a un filme impactante, escalofriante y “bipolar”, ya que también echa la vista hacia los 80 más movidos y centrifugados (con guiño a los Zombies incluido), donde reina con luz propia Lupe y su hermano Diego. Sin embargo, el presente es muy distinto, ya que la ex estrella del rock ha pasado a ser una mujer atemorizada y enclaustrada por culpa de su terror a las arañas, aunque el panorama en casa tampoco es para tirar cohetes, al tener que convivir con su hijo adolescente y con su madre, una estricta y supersticiosa mexicana llamada doña Paquita (ojo a Angélica Aragón). Un cóctel molotov que amenaza con estallar en cualquier momento y que la directora controla con mano nada novata.
“Básicamente, esta es una historia de fantasmas: los fantasmas del pasado, los amores que pasaron y los familiares que ya no están. Es una historia de muerte: habla de la necesidad de trascender, mediante el anhelo de éxito o la herencia familiar, trascender para evitar la muerte. Habla de la muerte en vida y de los muertos que vuelven a la vida. Es una historia de familia: una familia que supera esos fantasmas, se libera del peso del pasado y puede mirar hacia adelante. No puedo evitar que el cine que he mamado en mi infancia me haya influido para hacer esta película: desde “Los Goonies” o “E.T.” hasta Godard o Truffaut, pasando por el neorrealismo o la literatura de Tennesse Williams, con ese universo familiar tan cerrado y opresivo plagado de heroínas llenas de demonios interiores”, señala la cineasta valenciana.
Pero, por encima de cualquier referencia, “Todos están muertos” se engrandece gracias a una Elena Anaya más viva que nunca, como ya demostró unos meses atrás con la también claustrofóbica “Pensé que iba a haber fiesta”. Aquí, la palentina tira de inspiración y de tablas para componer un personaje que ya se ha incrustado en la mejor tradición del suspense europeo y que la confirma como una de las actrices más en forma de nuestro cine. Teniendo a Anaya, ¿quién necesita a Jolie? (Pitt no cuenta).
Paul Vértigo