¿Recuerdas esa época en la que ibas a la discoteca y las miradas se cruzaban, las luces de neón iluminaban los rostros, te acercabas a esa persona y después de una extraña conversación la música se apagaba y se encendían las luces? ¿Qué pasaba? Seguramente, (según mi experiencia) intercambiabas el teléfono por cortesía, porque realmente esa persona no te interesaba lo más mínimo. El alcohol te había jugado una mala pasada. Pues las aplicaciones para ligar son lo mismo, ya sea Tinder, Grindr, Adopta un tío o cualquiera de las que tú ya has probado.
En el primer caso, pueden alinearse los astros, pues al encenderse las luces te das cuenta de que los flashes de ese garito de Malasaña no jugaban a favor de esa persona que has conocido, y su belleza natural es del estilo hollywoodiense. Tras una conversación que te deja la boca abierta, dices... "Mmm una cena para dos suena bien". En el caso de las aplicaciones, tienen un gran abanico de posibilidades: Sientes que estás escogiendo la mejor prenda de un catálogo de ropa. Todo es mucho más fácil, dejamos a un lado la hipocresía, tan solo nos fijamos en ese físico que nos impacta y decidimos si puede ser un posible match.
Si tras largas conversaciones virtuales decides tener una cita real pueden ocurrir dos cosas: Que encuentres al futuro padre de tus hijos o que recurras a tu mejor amigo para que haga la llamada de la salvación.
Ten en cuenta que estas aplicaciones han allanado el terreno, que antes nos teníamos que “currar un poco más” si queríamos ligar, tanto hombres como mujeres. Pero desde aquí el consejo que me dio mi mejor amiga: "Tened cuidado, no sabéis lo que os podéis encontrar, que el amor en red no te quite la Bridget Jones que llevas dentro."
Pablo Aragón