Reading is sexy. Si se teclean esas tres palabras en el buscador de Internet en unos segundos aparecerán millones de enlaces a imágenes, artículos, vídeos y demás contenidos que relacionan el atractivo con el acto de la lectura. Imágenes de iconos de la moda como Françoise Hardy, Audrey Hepburn o la propia Marilyn Monroe han sido inmortalizadas con un libro en las manos y la expresión abstraída del que está inmerso en sus páginas. Coincide que el verano es una buena época para la lectura. El tiempo libre disponible para dedicar al ocio y las ganas de desengancharse del ordenador y todo lo relacionado con el trabajo hacen que la estación sea propicia a la apertura de un libro. Por supuesto, hay muchos géneros y temáticas entre las que elegir y la moda es una de ellas. No hace falta buscar un ensayo sobre el sistema que estructura la industria o las memorias del consagrado diseñador de turno (o sí, depende de los intereses individuales): muchos libros son tan detallados en su descripción de los vestuarios que podrían considerarse un tratado sobre la moda de la época que relatan aunque esa no fuese la temática principal del libro. O que la mencionan como un detalle adyacente pero imprescindible para la comprensión de la tesis expuesta. Un ejemplo de esto último sería “Cómo ser mujer”.
Portada de Portada de "Como ser mujer" de la escritora Caitlin Moran
Aunque el libro de la escritora inglesa está centrado en el hecho de ser mujer en toda su globalidad desde una perspectiva feminista, la moda está presente de manera transversal en todo el libro. Moran describe, por ejemplo, cómo fue evolucionando su manera de vestir desde que era una adolescente inadaptada y con sobrepeso hasta que se convirtió en una joven periodista musical en el Londres de los años 90: “(...) puede salir a comprarse un vestido en una tienda normal. Uno corto y de flores, para llevar con una chaqueta, botas y raya en los ojos” tratando el tema de la presión acerca de su imagen que se ejerce sobre la mujer hasta cómo la ropa interior femenina ha llegado a ser algo que roza el absurdo: “En vez de llevar algo que les permita cubrir sus nalgas de manera razonable y segura -lo que yo llamaría unas buenas bragas-, lleva poco más que accesorios para glúteos o fruslerías para traseros. Todas van en brasileñas, culotes, bikinis, tangas, bragas de cintura baja y shorties”. Por supuesto, la incomodidad de los tacones (a los que en alguna u otra ocasión hasta las mujeres más prácticas se han tenido que amoldar) es otro de los puntos fuertes del análisis de Moran sobre la moda femenina. Fiel defensora de las botas y todo calzado del que no quepa ninguna duda sobre su planicie, la británica afirma que: “Andar con tacones es una habilidad tan sorprendente como caminar por una cuerda floja o hacer aros con el humo de un pitillo”. Y para los y las que estén pensando, después de los anteriores entrecomillados, que Moran es una outsider de la moda, ella misma se encarga de desmentirlo: “No vivo al margen de la moda. He aprendido algunas cosas sobre el estilo a lo largo de los años. Unos zapatos de color amarillo brillante son sorprendentemente versátiles; las medias con dibujos nunca son buena idea”. El resto, en su libro.   Carmen López