Durante bastante tiempo, en la redacción de Vanidad (la de la calle Magallanes), colgaba un letrero donde, en vez del entrañable “Dios bendiga cada rincón de esta casa”, se podía leer una visceral declaración de Álex de la Iglesia poniendo a parir a nuestra querida revista y al ideal estético (y ético, según él) que representaba. El encabezamiento dejaba las cosas claras: “Odio Vanidad”. Se supone que la época (principios de los 90) marcaba otro tipo de pasos y poses en según qué márgenes del río, o la ría. Evidentemente, nos tomamos la broma con deportividad y no metimos a Álex en ninguna lista negra. Es más, al poco tiempo le entrevistamos generosamente por la tremenda “Perdita Durango” en uno de los mejores recuerdos profesionales que conserva este cronista que ya va cumpliendo demasiadas películas.
las_brujas_de_zugarramurdi_vanidad
El caso es que, ahora, en 2013, con carros, carretas y presidencias académicas de por medio, De la Iglesia (emparejado con una chica de bandera que bien podría haber sido portada, o protagonista de editorial de moda, en Vanidad, por cierto) recupera el ruido y la furia de sus primeras obras en “Las brujas de Zugarramurdi”, una hoguera (no de las vanidades, o tal vez sí) que prende los tristones rescoldos de “La chispa de la vida”, su anterior trabajo, y donde también recupera a su guionista de cabecera, Jorge Guerricaechevarría.
Las-brujas-de-zugarramurdi---Vanidad
Caldera en permamente ebullición y erupción, el filme vuelve a tender al exceso y el descontrol de masas como una de sus principales armas, junto a un realismo mágico y macabro rural que sorprende positivamente en una filmografía con un callejero muy distinto. Brujería, canibalismo (ese filón de moda que marca tendencia en el cine español), saña y sarna gustosa y dos caras con gancho (Hugo Silva y Mario Casas) para atraer al público. Aunque, desde luego, nos quedamos con Carmen Maura y Terele Pávez, esas brujas más que brujas que tantas horas de gloria han dado a su director. Del odio al amor solo hay un paso, ya se sabe.
Paúl Vértigo