Paco León sigue contándonos la vida y milagros de su fascinante familia en “Carmina y amén”, filme que nos recuerda que otro cine español es posible. 
"Carmina y amén"
Hace un par de años, cuando el cine español aún andaba como loco buscando árnica y mercromina taquillera más allá de los torrentes y de los eternos productos “que no parecen españoles”, llegó Paco León con un sainete rabiosamente ibérico, con casting casero (que no es lo mismo que de andar por casa) y, sobre todo, una distribución pionera, simultánea y valiente que levantó no pocas voces y ronchas entre la anquilosada industria patria del sota, caballo y rey. “Carmina o revienta” llegó con vocación de huracán, aunque se quedó un poco a medio gas, quizá por lo del mucho abarcar, aunque dejó unas cuantas pistas y miguitas de pan sobre dónde pueden ir los tiros en cuanto a creación y exhibición de un tipo de cine como pocas veces se había visto por estos lares. Así, la secuela estaba a huevo, y he aquí el resultado: “Carmina y amén”, nuevo capítulo de las desventuras del clan León, más en clave de humor negro y hasta absurdo (rollo “Los muertos no se tocan, nene”) al presentar la clásica premisa de un cadáver repentino (el del patriarca de la familia) oculto a ojos de todos durante un par de días con fines especulativos (cobrar la “contribución”). En palabras del propio Paco León, “después de la aventura que ha supuesto y está suponiendo “Carmina o revienta”, “Carmina y amén” surge de la necesidad de profundizar en un lenguaje cinematográfico encontrado casi por casualidad. Profundizar en el trabajo con los actores /no actores, profundizar en los límites del texto escrito / texto improvisado, en la mezcla de géneros comedia/ drama, etc. Con esta película quiero evolucionar hacia un lenguaje más ficcionado sin perder lo auténtico y lo verdadero. Tomar como base todo lo que he aprendido y seguir investigando con la ambición de llevar más lejos aún el “experimento Carmina”. Y no sólo artísticamente, sino también en la manera de comunicar y distribuir la película". Quizá ese salto de la marginalidad a la comercialidad de la saga Carmina afecte a su esencia (y no digamos si se convierte en franquicia estilo “Aída”, que en Telecinco las ideas las carga el diablo, con perdón), pero de momento la evolución funciona: en este segundo episodio hay momentos memorables (el desalojo ejemplar de unos okupas del local de la hija, el paseo en moto y paños menores de la protagonista, “confundida” por un ciudadano con Lady Gaga, el aquelarre-velatorio plagado de esa entrañable ordinariez marca de la casa, los monólogos ante el fiambre tipo “Cinco horas con Mario”) y, sobre todo, la revelación de Yolanda Ramos, cuyo trabajo le ha hecho merecedora del premio a la mejor actriz de reparto en el Festival de Málaga, donde el filme también logró la Biznaga al mejor guión (y eso que, según confesaba el director, al principio del rodaje cabía en un post-it). Lo dicho, orejas y vuelta al ruedo para Paco y María León y para la madre que los parió, esa señora estupenda llamada Carmina Barrios. Paul Vértigo