Iván Floro, natural de Mataró (Barcelona), nos abierto las puertas de su estudio y se ha sentado con nosotros para contarnos todo lo que no se conoce de él: sus orígenes, cómo fue trabajar con C. Tangana, su proceso creativo, qué hace actualmente… Estamos sentados en una mesa rodeados de cuadros, aunque antes de empezar nos confiesa que ahora está un poco vacío porque ha estado trabajando en una exposición para Bilbao...

IVÁN FLORO (Van Vuu): el arte detrás de las portadas de «El Madrileño» y mucho más

Iván Floro (Van Vuu): «En algún momento conseguiré emocionarme a mí mismo, pero aún no ha pasado»

Iván, cuando somos pequeños soñamos a lo grande sobre qué seremos cuando nos hagamos mayores. En tu caso, ¿sobre qué soñabas? ¿Soñabas con pintar?

Lo primero que recuerdo querer ser de pequeño es un toro. De pequeño solía ver los toros con mi abuelo y creo que de ahí nació la fascinación por ser uno de esos animales. No el torero, sino el toro. Después vi «Jurassic Park» y claro, quise ser paleontólogo.

La cosa es que todas esas fantasías que tenía las dibujaba. Dibujaba toros, dinosaurios… Quizá porque era mi forma de expresar mis gustos y mis intereses. Me pasó más tarde con los videojuegos, lo que me hace pesar que la pintura siempre fue un hilo conductor, pero no lo veía como una posible profesión. 

¿Por qué dices que no la contemplabas como una profesión? 

Nunca la visualicé como una profesión porque no tenía ningún ejemplo al respecto. No tenía un modelo a seguir relacionado con el mundo de la pintura. Mis padres trabajaban mucho para sacarnos adelante y se dedicaban a otras cosas. De hecho, en mi casa no había pinturas de colores, dibujaba a boli. El color lo empecé a tocar ya con diecisiete años, cuando empecé con el grafitti. 

Con el graffiti pasé de hacer dibujos pequeños a formatos más grandes, pero en aquel momento tampoco existía en mí una ambición por dedicarme a la pintura, no lo veía así. Yo quería pintar para pasármelo bien. También empecé con la música cuando terminé el instituto, creé un grupo y la pintura pasó a un segundo plano.  

Y, ¿en qué momento cambia esto?

Creo que el cambio surgió cuando encontré referentes artísticos. Al principio parecía que la única pintura válida era ese tipo de pintura hiperrealista que te tiene horas con un pincel pequeño pintando detalles, y a mí eso no me gustaba. Sin embargo, pintar a base de mancha y óleo, que implica entender mucho pero aplicar menos detalles, fue lo que me voló verdaderamente la cabeza.

Entrevistamos a Van Vuu

Entonces llegaste a encontrar tu estilo a través de referentes y obras que te gustaban pero, ¿sin ningún tipo de formación artística? ¿Tu destreza es puro talento innato? 

Estudié el bachillerato artístico y allí no aprendí nada. Apenas nos dieron un pincel. Luego lo intenté en una escuela de cómic, pero resulté ser un desastre que no entregaba los trabajos. Cuando, con el paso de los años, revisé mis dibujos de la infancia, sí que me di cuenta de que, quizá de manera un poco innata, fundamentos básicos como las proporciones o las sombras los tenía claros.

Ahora, también te digo, nunca termino de estar contento al cien por cien con mis obras. Sé que puedo mejorar y que en algún momento conseguiré emocionarme a mí mismo, pero aún no ha pasado. Sigo en un constante proceso de descubrimiento creativo.

Y una vez te enamoras del óleo y la mancha, ¿ya nunca has vuelto a pintar de otra manera?

Nunca. Quizá porque es la manera que tengo de entender lo que quiero plasmar y no concibo otra en lo que a pintura se refiere, el dibujo es otra cosa. Los murales, por otro lado, me gustaban, pero no eran la razón que me empujaban a dedicarme a esto. 

¿Cuándo y en qué punto de tu vida consigues profesionalizar tu obra?

Yo trabajaba fregando el suelo de un concesionario, e hice una residencia artística y exposición en Konvent, un centro artístico multidisciplinar de esta zona. En esta experiencia conocí a muchos otros artistas que sí se dedicaban profesionalmente al mundillo y me animaban a hacer lo mismo.

Justo después me salió un curro muy random de un actor egipcio que vino a España y me pidió que le pintase a él mismo vestido de faraón en una pared enorme, una cosa extraña porque luego vi un vídeo de él destrozando la pared (risas). No sé si era algún tipo de performance o algo así. Aquello fue el primer curro que me dio un impulso económico para dedicarme a la pintura y dejar el concesionario.

Después llegó el Covid y todo se complicó, pero conseguí ir vendiendo cuadritos pequeños y más o menos me fui salvando...

IVÁN FLORO (Van Vuu): el arte detrás de «El Madrileño»

¿Cómo evolucionaron las cosas a partir del Covid?

Lo bueno en mi caso fue que pude seguir trabajando desde casa, pintando. En ese momento, además, de la nada, me llegó un DM de Pucho (C. Tangana). Me escribió para trabajar juntos y pintar las portadas de los temas de lo que luego sería «El Madrileño». A los meses empecé a hablar con Santos, que me dio algunas directrices de lo que querían.

Tomé unas cuantas fotos a una amiga y empecé a pintar. Hice varias versiones de cada cuadro y de cada versión fueron eligiendo. Ahora muchos están por ahí repartidos.

¿Disfrutaste con el proyecto? 

Fue un proyecto muy guay y una gran colaboración. Para empezar, porque «El Madrileño» es un álbum que refleja la música tal y como yo la entiendo a raíz de mi grupo: un proceso de creación en comunidad. Y, además, confiaron tanto en mí y en mi trabajo que yo también confié en él.

De la portada del álbum, el famoso retrato de Pucho, hubo varias versiones también, y muchas no molaban. A mí el retrato es algo que me encanta y que cultivo mucho. Es más, diría que es mi especialidad en el mundo de la pintura y eso Pucho lo supo ver. Al final, Javier Ruiz, el fotógrafo con el que trabajan, me mandó una fotografía y me dijo: «Esta es». Y al verla pensé: «Sí, esta es». El resultado ya es historia (risas).+

Portada El Madrileño

Portada «El Madrileño» @IvánFloro

 

¿Sueles trabajar mucho a partir de la fotografía? ¿Cómo es tu proceso creativo?

Trabajo desde foto siempre y cuando lo necesito o no hay otra opción, pero lo que más me ilusiona es retratar desde el natural. Lo bueno de retratar en vivo es que tengo la oportunidad de conocer a la otra persona y retratar eso que descubro desde el conocimiento.

Me encantaría pintar, ¡yo que sé!, a Jorge Drexler, pero quedar con él a tomar un café y ya pintarle. Sin embargo, eso es siempre muy difícil por tiempo y porque posar también es incómodo...

¿Dirías que tu trabajo con Pucho supuso un punto de inflexión en tu carrera?

Diría que fue una muy buena colaboración que me introdujo en la industria, pero es verdad que los ritmos de la misma son muy locos. Yo pinto muy rápido, pero no siempre se dispone del tiempo necesario.

El problema que tiene la pintura es que ya no es una herramienta necesaria como lo era antes de existir la fotografía a color y, aunque la gente la valora, no siempre la necesita, y menos si no cumple con unos tiempos. 

¿Qué proyecto destacarías desde «El Madrileño»? 

Yo creo que el encargo que me hizo el Café Cantante Flamenco de Leones, que está ubicado en la glorieta de la Puerta de Alcalá en Madrid. Me pidieron pintar la historia del flamenco, y es una pasada de proyecto porque todos los cuadros están ahí expuestos, casi como en un museo.

En esos cuadros están retratados miembros de mi familia, mi padre incluso pintó un paquete de tabaco y mi hermana un geranio, lo que lo consiguió convertir en un proyecto bastante personal. Además, es muy guay que cualquiera tenga la oportunidad de ir a ver mi obra en físico y todos los cuadros juntos. Me encantaría exponer otros proyectos.

IVÁN FLORO (Van Vuu): el artífice de las portadas de «El Madrileño»

Aparte de la pintura, nos has hablado también de la música. ¿Sigues dedicándote a ella? 

Sí, sigo en la música, con un grupo que tengo con unos amigos que se llama Pachamusta. Creo que existe un equilibrio muy guay entre la pintura y la música, porque la pintura es una disciplina muy solitaria, y yo la música siempre la he enfocado a hacerla con mis amigos, de forma colectiva.

Además, la pintura todo el rato te puede recordar el fallo y te empuja mucho a la revisión del error. Sin embargo, cuando estás ensayando con tus colegas, si fallas una nota no pasa nada, rápidamente pasa al olvido. Son dos polos que equilibran y le vienen muy bien a mi cabeza.  

En tu grupo, ¿a qué te dedicas tú exactamente? 

Canto, toco la guitarra y toco el acordeón diatónico. Nuestra música está muy enfocada a las cumbias latinoamericanas que tienen inspiración en el flamenco, y nosotros queremos hacerlo desde aquí hacia allí.

Yo creo que desde la bachata, que ha pegado bastante fuerte recientemente, el panorama musical va a ir llegando al merengue y a la cumbia. El grupo ahora mismo es un proyecto que me ilusiona mucho y, aunque ya hemos hecho bastantes conciertos, queremos ponernos en serio con las grabaciones. 

Aparte de la música y tu obra pictórica personal, ¿estás haciendo algo más que quieras contarnos?

Ahora mismo estoy ofreciendo cursos de pintura por España, pero no son clases de pintura como tal. Son una manera de aprender de mi forma de enfrentar la pintura. Suelo ir aconsejando a la gente a medida que veo cómo pintan, pero no son cursos técnicos y meticulosos, porque esa no es la forma en la que yo pinto.

Me gusta compartir esto con los demás y que la gente salga contenta, aunque no lo voy a hacer mucho. De momento no tengo pensado emplear todo mi tiempo a la enseñanza, pero sí que iré anunciado algún workshop de vez en cuando. 

Iván Floro (Van Vuu): «En algún momento conseguiré emocionarme a mí mismo, pero aún no ha pasado»

A propósito, ¿cómo ves la industria de las artes plásticas en la actualidad? ¿Qué consejo les darías a aquellos que quieren dedicarse a esta disciplina? 

Siento que ahora mismo el punto está en las formas de consumo. El audiovisual en redes se consume repetidas veces. ¿Cuántas veces vas a ver una foto o un videoclip que te gusta? ¿Cuántas veces vas a escuchar una canción que te mola? Seguramente más de una y de dos. Sin embargo, la pintura en plataformas como Instagram pasa mucho más desapercibida, es una realidad, le prestas atención diez segundos y pasas a otra cosa.

Es una disciplina complicada pero no imposible. Yo, además, no soy muy de museos, soy más de galerías y exposiciones concretas. De hecho, rechazo muchos trabajos porque no encajan con lo que quiero hacer.

También creo que la pintura te tiene que encantar para dedicarte a ella; si yo no pudiese vivir de la pintura trabajaría de otra cosa pero seguiría pintando y si no tuviese dinero para materiales, volvería a dibujar a boli. 

Y ya por último y por simple curiosidad, ¿de dónde nace el nombre artístico de Van Vuu?

De la época de los graffitis. Yo firmo los cuadros como Iván Floro, pero en aquel momento era buena idea buscar un nombre artístico. Cuando fregaba el suelo del concesionario tenía mucha prisa interior; tenía colegas que ya empezaban a vivir del arte y yo empecé a tener cierta prisa por conseguirlo, cuando nunca antes había sido así.

Entonces leí en un sitio que si plantas una semilla de bambú y la riegas pueden pasar hasta 7 años hasta que salga algo. Resulta que puedes estar un año entero regando sin que salga nada, pero la semilla sí se ha abierto y sí está creciendo, hasta que nace el mítico palo que todos conocemos y que necesita de muchos años para conseguir estabilidad.

Me gustó el significado porque lo podía relacionar con el momento que yo atravesaba: trabajar lento, con cariño, hasta conseguir el objetivo.

 

Texto: Laura Echeverria Hermoso @lauetxh

Fotografía: RODEO @es_rodeo