Después de perderse en Ibiza, Jorge Escorial, a.k.a Recycled J, vuelve más reciclado que nunca. Agarraos fuerte porque él sí sabe a lo que está jugando…
Imagen: Universal Music Spain
Imagen: Universal Music Spain
Después de perderse en Ibiza, Jorge Escorial, a.k.a Recycled J, vuelve más reciclado que nunca. Agarraos fuerte porque él sí sabe a lo que está jugando…
Lleva 10 años sumergido en la escena underground y es que, a diferencia de muchos, Recycled J pertenece a los orígenes de un género que a día de hoy es capaz de convertir todo lo que toca en oro (en su caso, rosa). Hablamos con uno de los máximos representantes de la música urbana en nuestro país, y es que nadie mejor que él para contarnos cómo ha vivido esta evolución de la industria y de qué manera ha repercutido en su carrera.
A mis inicios en el underground les respeto como nada. En realidad empecé pintando graffitis. Fatal, pero lo hacía. Luego fue cuando me metí en la música. En aquel momento las batallas de gallos estaban muy generalizadas, la mayoría hacíamos freestyle en el parque, con nuestros amigos. Y allí conocí a los que más tardes serían mis compis de Prefijo 91, más tarde a los que derivaríamos como La Trupe Chingona, y luego vinieron Natos y Waor, Daniel Groove… Comencé a darme cuenta de que lo que hacíamos estaba trascendiendo a algo más general, aunque solo fuera del underground de Madrid. Pero cuando todos empezaban a crecer, yo me eché a un lado. Era más chaval, no valoraba las cosas y no sabía si realmente era lo que quería…
En España siempre ha habido focos de rap, pero Madrid ha sido la escuela, la cuna de muchos estilos. En Sevilla, en Barcelona, en el resto de España era otra movida completamente diferente. En la capital no hacíamos lo de siempre, no recurríamos al mainstream cuando ni siquiera existía esta corriente. El público estaba un poco cansado de que la gente contara siempre sus movidas, necesitaba empatizar, y eso es lo que consiguieron con nosotros, con los chavales de 16 a 20 años que empezaban a hacer las cosas diferentes.
Respeto a muerte. Está claro que ahora ya no nos pasamos el día en el parque, bebiendo, rapeando y contándonos problemas que ni siquiera eran problemas. Cada uno tiene sus vidas, sus familias, sus movidas, pero tenemos buena relación. La gente que estuvo allí desde el principio siempre cala.
Es una mezcla de varias cosas. Por un lado, cuando una música o un movimiento cultural en general trasciende precisamente a la cultura, todo el mundo ya lo ve de otra manera. Nosotros pasamos de estar mal vistos, a que la gente nos viera como si fuéramos médicos, entiéndeme. La música, pero sobre todo, el rap, se empapa de muchas historias y con eso conseguimos llegar a mucha gente sin que se nos juzgara por tener más o menos estudios, como solía pasar antes con los raperos.
Con mi música siempre he intentado transmitir una visión muy mía de la vida, desde una perspectiva muy personal, pero también desde la de la gente que me rodea. Casi todo lo que he hecho lo escribí en Carabanchel y es que al final, el sitio donde uno se cría, es el que te construye tus valores, tu forma de ver las cosas… Tampoco llevo el emblema de Madrid por bandera pero siempre intento transmitir y sobre todo, valorar, de donde vengo.
Sí, soy un romántico (risas). También depende un poco del momento. Cuando eres más pequeño te crees que te comes el mundo, hablas del amor y de las relaciones sin saber. Ahora lo hablo desde una perspectiva más adulta y, aunque haga canciones de un teenage love como en Jugando, tengo una visión mucho más madura.
Echo de menos la inocencia pero precisamente, la parte que puedo llegar a echar en falta, es la que recojo y transmito en mis canciones de ahora. En Oro Rosa por ejemplo, hay mucho de Cool, en City Pop hay un par de canciones que tienen esa esencia y en todo lo que he estado haciendo (que todavía no ha salido), también.
Fue un momento en el que empezaba la universidad y dentro de la escena underground de Madrid, era otra época. No había videoclips, no se conocía mi cara… Me di cuenta de que empezaba a haber muchas cosas parecidas, todo el mundo rapeaba igual y entonces, aposta, hice un parón y comencé a crear una movida sectárea. Me tiré dos años haciendo colaboraciones mientras preparaba mi sonido, mi proyecto. Estuve haciendo un disco que nunca salió, Cool vs Recycled J, en el que comparaba las dos caras de la moneda. Solo vieron la luz tres canciones, las que más me gustaban. Resulta que ya no me apetecía hacer tanto lo de antes…
No hay más que ver las últimas elecciones… Vivimos en un país que sigue siendo muy conservador. España es muy tradicionalista y a la gente le gusta lo de siempre: ir al bar de siempre, con los amigos de siempre, comer lo de siempre… y a la mínima que lo cambias un poco, no se te entiende. La gente se vuelve un poco loca pero en parte, tienen razón. He cambiado. Pero Recylcled J es eso, cambiar todo el rato.
Siempre digo que hay una delgada línea entre ser versátil y ser un veleta y un vendido, cosa de la que yo creo que nunca he pecado, ni pecaré (risas).
Bueno, todavía no he firmado (risas), pero sí. Es innegable que si quieres ampliar tu público y que vaya a más, tienes que adaptarte a las circunstancias. La fuerza, ese músculo que puede tener una major, no lo podemos tener los artistas independientes.
Llevo diez años como «Juan Palomo», guisándomelo y comiéndomelo todo yo solo. Por eso en estos dos últimos años he estado mano a mano con mi equipo, peleándome para conseguir que una multinacional me quiera, nos quiera.
Buff (risas). Lo bueno es la confianza y lo malo es que la confianza da asco. Escribo a mi diseñador gráfico a la una de la mañana y le digo que necesito algo para el día siguiente. En ese momento él me odia pero lo hace porque le encanta. Y así con todos. Este exceso de confianza es malo pero reconozco que ahora mismo, no podría prescindir de ellos… Sin duda, son más cosas buenas que malas.
Somos seres humanos y el ser humano es el único que siempre se tropieza dos veces con la misma piedra. Aunque me gusta brillar por mi música, también me encanta jugar, remover cosas, tocar la fibra, devolvérsela a algunos… Dicen que la mejor defensa es un buen ataque, ¿no?
En Por la Pasta, por ejemplo, quisimos utilizar nuestra visibilidad para dar un discurso, para mostrar los papeles que pueden llegar a haber en la industria. Reflejar que no todos los artistas lo hacemos por el dinero, por las chicas, por la fama… Hubo muchos detractores que decían que no había colado… ¡pero vaya si coló! Todos se la comieron y eso pica (risas).
Es muy importante y yo animo a todos los artistas a hacerlo. Necesitamos que haya competitividad, competencia… picarnos entre todos para hacerlo cada vez mejor. Yo soy súper pro de que nos curremos los vídeos, las redes, los conciertos, las pintas… Que cada vez parezcamos más Travis Scott es buenísimo.
Nunca me lo habían preguntado y la verdad es que es una pregunta que yo mismo me hago todo el rato… Siempre pienso que estoy en el mejor momento y no porque mis seguidores hayan crecido, o porque los medios y las marcas estén más pendientes de mí, sino porque veo que nos lo estamos trabajando y que todo va para arriba. Eso sí, siempre hay que pelear para ir a mejor.
Antes de que acabe el año tendré otro lanzamiento. Me hubiese gustado que fueran muchos más pero, por mera burocracia, no se ha podido. Eso sí, el 2020 viene muy cargado… no dejaré indiferente a nadie, palabra.
Texto: Anna Alarcón @_annalarcon
Realización: Miguel Lozano Sánchez @miguel__sanchez
Imágenes: Cedidas por Universal Music Spain