Samantha Hudson presenta «Música para muñecas», su trabajo más afilado, vulnerable y descarnadamente bello hasta la fecha. Un álbum que se abre como herida fresca en mitad de la pista, donde el cuerpo es trinchera, la muñeca es bandera y la emoción, una rave que arde lenta. Aquí, la resaca se convierte en manifiesto y el beat, si antes celebraba el artificio como explosión estética, ahora lo transforma en espejo: no para ocultarse, sino para verse mejor. Porque lo de Samantha no es solo música, es un lenguaje propio, un universo donde lo político es íntimo, lo queer es ritual y lo emocional, una forma de resistencia.
Sin renunciar al sarcasmo que la hizo leyenda ni al pulso frenético de su discurso, Samantha se sumerge en la noche de sí misma y emerge con un relato brutalmente honesto, atravesado por la disforia, el fracaso, el deseo, la feminidad no normativa y esa certeza inquietante de que todo está en constante mutación. «Música para muñecas» suena a bajón clubbing, a verdad sin filtro y a lucidez entre luces estroboscópicas.
Hablamos con ella sobre la identidad como trinchera, el humor como escudo, el dolor como motor… y todo lo que sobrevive cuando el maquillaje se corre y el telón no baja.

SAMANTHA HUDSON: «Este álbum es bailar cabizbaja en el centro de la pista»
Samantha, en este nuevo trabajo te pones aún más en el centro emocional del discurso. ¿Qué te llevó a abrir en canal tu experiencia de forma tan explícita en «Música para muñecas»?
Creo que fue una cuestión de necesidad. Mi propuesta siempre ha estado repleta de discurso, humor y disfrute, pero con este álbum he abordado por primera vez lo emocional de mi experiencia. Hasta este proyecto, nunca entendí del todo eso que dicen algunas artistas de que su obra les ayuda a sanar.
En el último año he reflexionado bastante acerca de cuestiones a las que quizás no les estaba prestando atención. Verás, mi desarrollo personal, profesional y artístico ha estado siempre atravesado por una contundente exposición mediática —desde que me di a conocer con 15 años hasta el día de hoy— y eso ha dejado en mí una huella de la que no me estaba dando cuenta.
Una se piensa que ha superado todas las atrocidades de su vida con entereza, hasta que un día te levantas y te das cuenta de que no has procesado nada de lo que te ha sucedido en los últimos diez años. Entonces te preguntas: ¿cómo me ha hecho sentir todo eso? Este disco es la consecuencia de esa pregunta.
Hablas del fracaso, la disforia, la depresión, la precariedad… ¿Cuál ha sido el proceso emocional detrás de la creación de este disco? ¿Ha sido terapéutico o más bien desgarrador?
Ha sido totalmente terapéutico. Siento como si hubiera puesto en orden todos mis pensamientos. La mayoría de canciones plantean conflictos internos en torno a la agridulce experiencia de habitar este sistema; sin embargo, no planteo una solución clara a las distintas problemáticas que aborda este trabajo.
A veces no encuentras una respuesta firme, pero sí nuevas incógnitas que te sitúan en otro lugar, un nuevo escenario que puede ofrecerte consuelo y reflexión. Eso es lo que hago en «Música Para Muñecas»: exorcizar mis pasiones y bailar con la incertidumbre que me ofrece este mundo tan extraño.

El álbum tiene una sonoridad muy de club, con referencias a hard-tech, acid o bakala. ¿Cómo ha sido ese viaje sonoro? ¿Qué artistas o espacios te han influido para construir este nuevo sonido?
La estética sonora de este trabajo es una continuación de mi anterior proyecto. Para mí esto tiene mucho sentido porque creo que «AOVE BLACK LABEL» era un homenaje al hedonismo y lo rave y «Música para muñecas» es la resaca y el bajón que viene después. Mi experiencia en la escena club contemporánea es lo que ha inspirado mis últimos trabajos. La fiesta madrileña Enigma o mi paso por el festival Sónar, cambiaron totalmente mi sonido, y la escena queer local es sin duda mi mayor musa.
Mi anterior álbum reflejaba las luces de esa escena, el disfrute, la diversión y, en cambio, el nuevo disco habla de las sombras, la espiral, la agonía. Por eso, aunque su lírica apenas deje espacio a la sonrisa, quería que la música y las instrumentales sí te hicieran mover el esqueleto, provocando ese contraste que existe también en mi experiencia mundana. Este álbum es bailar cabizbaja en el centro de la pista, un reflejo de las cosas feas que he aprendido habitando la noche más frenética.
¿Qué significa para ti rendir homenaje a la figura de «la muñeca»? ¿Qué tiene este símbolo que te permite explorar tantas capas de la identidad?
Por un lado, es la traducción del término doll, que surge en la escena ballroom neoyorquina de los años 70 y 80 para denominar a las mujeres transgénero que alardeaban de su aspecto y lucían orgullosas todas sus cirugías. Como estaban repletas de plástico, pues las llamaban muñecas. Es cierto que la mayoría de mujeres entienden la muñeca como algo tremendamente estereotipado porque para ellas representa esa feminidad que les ha sido impuesta desde pequeñas. No obstante, para las mujeres trans y mucha gente queer lo femenino no ha sido una imposición sino más bien un terreno restringido. Por eso para nosotras ser una muñeca puede suponer el símbolo de un espacio que hemos tenido que conquistar.
En una muñeca proyectas tus fantasías, lo que deseas de ti misma y, a pesar de la evidente connotación peyorativa que tiene este juguete, también encontraba algo hermoso en esa reflexión, como si al convertirte en esa muñeca estuvieras expresando la versión que siempre imaginaste de ti misma. La muñeca puede ser la efigie de nuestras aspiraciones más sinceras o una metáfora de las estructuras misóginas que fiscalizan nuestro cuerpo y atraviesan nuestras vidas. Desde luego, ambas acepciones resultan coherentes en el marco de este álbum, pero lo que sí está claro es que la muñeca es tan antigua como lo es el ser humano, igual que lo trans y las expresiones disidentes.

En temas como «Disforia» o «No sé quién soy» hablas de una búsqueda constante del yo. ¿Crees que algún día alcanzarás una versión estable de ti misma o la disidencia es, por naturaleza, mutante?
La disidencia es la consecuencia de un esquema rígido que la sociedad nos impone como natural y orgánico. Si no existiera el binarismo no nos veríamos en la necesidad de llamarnos «no binaries». Si no existieran dos categorías tan estancas como lo son «hombre» y «mujer» no buscaríamos refugio en el paraguas de lo travesti.
No hay nada estable en la existencia, la metamorfosis es la ley y el cambio es la única constante. Lo que ocurre es que la norma no se concede el derecho de explorar el más allá, reniegan por completo de las quimeras del «en medio». La gente se aferra al género como si fuera un salvavidas porque esas etiquetas son un camino predeterminado bajo el que construir toda su vida.
La disidencia es mutante pero eso solo significa estar en sintonía con el universo. Para mí, la indeterminación, el desconcierto, el no ser ni esto ni lo otro es un terreno tremendamente provechoso. La autenticidad de quiénes somos consiste en no imponerte al flujo de tu alma y de tu cuerpo, nunca interrumpir el baile acompasado del «ser» con el contexto de tu tiempo.
«Esta ciudad» retrata una urbe hostil donde construir identidad parece una batalla. ¿Qué ciudad hay detrás de esa canción? ¿Madrid? ¿El sistema? ¿Tú misma?
Está inspirada en Madrid pero cualquier capital es aceptable. Al final «Esta Ciudad» habla de como nuestras proyecciones se convierten en expectativas que depositamos en esas grandes urbes, sueños que el asfalto y las corporaciones mastican y escupen sin piedad, ilusiones que se desvanecen tras varios atropellos en un páramo urbano inclemente a la par que seductor. Llegas con una maleta llena de aspiraciones y te acabas dando cuenta de que a penas hay escena o vida pública.
Todo es una competición acelerada a merced de fondos de inversión, conglomerados empresariales y gigantes de una industria que te dice adiós cuando no te necesita.
Colaboras con artistas como Zahara, La Zowi o Villano Antillano, todas potentes y muy diferentes. ¿Qué buscabas en cada featuring? ¿Qué aporta cada una a tu universo?
Cada una de las colaboraciones ha sido una Epifanía. Ya tenía relación con estas tres artistas y alguna vez habíamos hablado de hacer algo juntas pero jamás pensé que fuera a suceder y mucho menos en el mismo álbum. Para mí ha sido un regalo trabajar con cada una de ellas, al final son muejres a las que admiro y con las que comparto espacios comunes dentro de la industria.
Zahara fue muy perseguida por los sectores católicos así que evidentemente era la sacerdotisa que necesitaba mi «Liturgia». La Zowi es mi artista favorita desde que iba al instituto y nadie mejor que «la mamasita de toas las raxets» para ejecutar nuestra alabanza a la lujuria en «Hot (Gimme More)». Y respecto a Villana… pues quién mejor que ella para reivindicar la chulería en un tema que habla de ser tú misma sin pedir perdón. Las tres son mitológicas, son las valkirias de las precisaba esta oda las muñecas.

Si en «AOVE Black Label» ya había un discurso político fuerte, aquí pareces directamente resistir desde el cuerpo, desde la pista y desde la herida. ¿Te sientes militante, artista o ambas cosas a la vez?
Mi vida es mi obra y mi obra es mi vida, con todo lo que eso supone. No me atrevería a llamarme militante o activista porque creo que hay gente que lo es de verdad y eso es otra cosa muy distinta. En cualquier caso, supongo que ser una artista queer ya es toda una declaración de intenciones y tal vez pasearme por la calle hecha un basilisco o hablar en televisión de las cosas que considero importantes son mis pequeños actos de resistencia.
¿Qué canción te dio más miedo escribir o lanzar? ¿Hay alguna que aún no sabes si querías mostrar del todo?
Cuando se trata de mi obra, miedo es lo último que siento.
¿Qué papel juega el humor en un álbum tan denso emocionalmente? ¿Es tu salvavidas o una herramienta política más?
Es un arma de doble filo. Por un lado, ser tan payasa me ha ayudado a sodomizar los problemas y transmutar las tropelías que he vivido en fantásticas anécdotas. No obstante, aunque el sarcasmo y la ironía me han servido para revestir de dignidad esta vida marcada por el trauma, también creo que ha habido momentos en los que he llevado la sátira a un extremo que opacaba el resto de emociones.
La bufonería es un ejercicio realmente sano pero, por ejemplo, cuando vives un episodio traumático no puedes reducirlo todo a la broma, también tienes que concederle espacio al resto de sensaciones, aunque sean feas y no te apetezca sentir nada. Cada una lidia con el duelo como quiere/puede pero creo que relativizar tanto la violencia que sufrimos puede suponer un obstáculo a la hora de zanjar esas cuestiones como deberíamos. Es fundamental encontrar un equilibrio.

En los últimos años has pasado de fenómeno underground a icono más mainstream sin perder el filo. ¿Cómo gestionas esa dualidad entre provocación y popularidad?
No diría que soy un icono mainstream. Por mucho que saques a la chica del underground nunca podrás sacar el underground de la chica. Siempre me sentiré con un pie dentro y otro fuera, emergente y emergida, cotidiana y semidivina. Respecto a la provocación… parece que hoy en día el simple hecho de tener una opinión es un acto de provocación. Con que tu visión se salga un mínimo del relato dominante ya eres vista como una agitadora.
Creo que ahí es donde hay que poner el foco. En vez de preguntarnos qué tiene esa persona que le hace destacar deberíamos cuestionarnos por qué la sociedad se siente provocada. Tampoco voy a pecar de falsa modestia, es verdad que yo concretamente soy un pelín drástica y supongo que en parte eso me ha hecho popular. Desde luego, en un mundo que anhela lo homogéneo es comprensible que la autenticidad y lo extraño ocupe un lugar en el foco mediático.
¿Qué le dirías a esa niña-maricón del instituto que se imaginaba, quizás, algo como esto… pero no sabía si lo lograría?
Que nunca deje de hacer lo que hace porque aunque ella no lo sepa está donde tiene que estar y siendo exactamente quien tiene que ser.
¿A qué muñecas actuales (artistas, figuras públicas o anónimas) admiras o te gustaría dar voz desde tu posición actual?
A las mías, a Guia Gonzalez que es una estilista cómo no las hay, a Olvido y Fukcnormal que son las górgonas pródigas de la noche Madrileña, a Shannis, a Yenesi, a Rayo Mcqueer… a todas mis amigas, conocidas y queridas que forman la constelación de la que se siente parte esta pequeña estrella que algún día creyó que estaba sola.
Y para cerrar: si este disco fuese un manifiesto, ¿cuál sería su frase final, su lema grabado en una camiseta rota y brillante?
«Doll Domination».
Texto: Lulu Callejas @lulu.callejas
Fotografía: Jara García Azor @jaragarciaazor (Superstition Agency)
Estilismo: Guia Gonzalez @gui______a
Maquillaje y peluquería: Andrea Egido @andreaegidomuah
Asistente de fotografía: Alejandro Madrid @alexgendro