Calvin Harris a los platos. Suena "
Tonight" de
Neyo y
Pitbull. El
Palacio de los Deportes ya está absolutamente atestado, y el perfil de sus ocupantes permuta de piercings y caras pintadas con el nombre de "
Rihanna", pasando por el famoseo que ejerce su derecho al postín gratuito, hasta una minoría que tenía cara de no saber muy bien qué hacía allí. Cuando finaliza el temazo de
LMFAO "Party Rock Anthem" y el ritmo electrónico comercial de Calvin deja paso a un silencio relativo, cuatro macro-pantallas semi esféricas se despliegan a la altura del público. Es la señal de que ha comenzado la fiesta.
Locura absoluta.
Con 30 minutos de retraso,
Rihanna se intuye desde el fondo de escenario siendo transportada por una caja de cristal y plástico que la traslada hasta el centro de la pista. Empiezan a sonar los acordes de "
Only Girl" y los gritos del público se escuchan bastante mejor que la voz de la cantante. Fallo, Comunidad de Madrid. A lo que vamos, como ya advertía el resultado catalán una noche antes en el
Palau Sant Jordi de Barcelona, Rihanna supo contentar por varias razones simples y nítidas:
a) hizo un concierto a base exclusivamente de
hits,
b) cantó
todas las canciones de su álbum "
Loud" a excepción (comprensible) de "Fading" y "Complicated"; y
c) regaló algo que a mitad del concierto todos empezábamos a plantearnos. ¿Con qué?
Fotografía de Xavi Mercadé
Nos obsequió con "
We found love", como fin de fiesta
apoteósico, donde los factores voz, baile y puntualidad fueron ciertamente suplantados por hits, vestuario y escenografía.
A pesar de la paradoja, Barbados tiene de qué estar orgulloso. Hay que ser muy inteligente para incluir en un mismo concierto "
Disturbia", "
Umbrella", "
Hard", "
Rude Boy", "
I hate that I love you", "
Don"t stop the music", "
Shut up and drive", acompañados de hazañas dramáticas como "
Unfaithful".
A
Bombshell Rihanna le salió redonda la jugada. Sí señora.
Por Mario Ximénez
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