En la filosofía japonesa
Wabi Sabi significa lo efímero y lo hermoso, lo deleitable y sublime en una mesa. Excepto por lo de efímero, este local cumple con el resto de adjetivos.
En pleno centro de Valladolid, y rodeado de bares de costumbres castellanas, irrumpe este restaurante japonés con una decorado de extraordinaria creatividad.
El reto del equipo de interiorismo consistía en convertir en una taberna japonesa un local donde ya existía un restaurante cuya decoración minimalista no encajaba en el nuevo concepto. Respetando algunos materiales existentes y adaptándose a la distribución original,
el espacio se viste de colores, texturas y distintas piezas de mobiliario para lograr ese aspecto colorista y lleno de contrastes de una auténtica taberna nipona.
Se trata de un local de
dos plantas que mantiene una fuerte conexión visual con el exterior. Tras el enorme ventanal discurre un espacio de doble altura, vinculando así con la calle tanto la planta de acceso como el sótano. Además, en esta doble altura flota un banco de peces de pergamino iluminados. Son
peces típicos de la gastronomía japonesa -como
el pez globo, el atún o el siluro- que crean una escultura objeto de todas las miradas. Se trata sin duda del elemento protagonista, un reclamo de atención para los transeúntes.
Desde el exterior llama la atención la pared cubierta por un espectacular mural formado por zapatos tradicionales de geisha con madera de nogal. Aporta textura, volumen y calidez y se repite en la planta inferior. Y es que
la madera está muy presente en todo el proyecto; el bar de tapas, la barra y el puesto del sushiman son de roble natural aserrado y las mesas redondas combinan diferentes maderas añadiendo diversidad. También de madera de roble son las mesas altas de la zona de tapas, que acaban colgando hacia el doble espacio creando la falsa ilusión de ingravidez.
En la planta sótano, grandes mesas y bancos de hierro organizan el espacio y dan
peso específico a la zona central. La riqueza de materiales se completa con el uso de textiles: banderolas y cojines en varias telas de kimonos japoneses salpican un espacio coloreado en tonos cálidos y en negro, destacando así la vivacidad de los textiles. La luz no hace otra cosa que potenciar esa calidez. Además de los peces de pergamino, un mar de lámparas de cartón flota sobre las mesas.
Elementos de iluminación lineal e indirecta contribuyen a este cálido ambiente.
En Wabi Sabi sirven sushi. Pequeños y sanos bocados que pueden adoptar diversas formas y combinan arroz con algas, pescados y verduras. En definitiva, así es este espacio: una excepcional unión de materiales, colores y texturas que resulta de lo más equilibrado.
Inés García
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