Creíamos que, después de dos años de pandemia y con gran parte de la población inmunizada, íbamos a empezar a dejar una época sombría de nuestras vidas atrás… pero resulta que Putin decide invadir Ucrania, un país europeo, libre, democrático e independiente, sometiendo a sus habitantes a la tortura de las bombas indiscriminadas y amenazando a todo Occidente con el fantasma de la tercera Guerra Mundial.
Ni mi generación, ni la anterior, ni las futuras iban a vivir algo así, o eso habíamos oído siempre. Pensábamos que eso era una cosa de otros tiempos, pero no estábamos teniendo en cuenta que, en el nuevo equilibrio de fuerzas internacionales, potencias no democráticas estaban empezando a querer imponer un nuevo liderazgo, cueste lo que cueste y a costa de todas las vidas humanas que se pongan por delante. Menuda lección nos está dando el pueblo ucraniano, resistiendo estoicamente en medio de la destrucción de sus ciudades y de sus vidas. “Todo va a ir bien, Ucrania vencerá” repiten una y otra vez como en un mantra al que recurren para intentar sacar fuerza de la flaqueza. Mientras tanto, aquí, una Europa aletargada en el confort de nuestros estados de derecho, se asusta cuando ve lo rápido que todo puede cambiar y, por una vez, se levanta unida, con una respuesta en contra firme y unánime, imponiendo sanciones al invasor y abriendo las puertas de nuestros países a los refugiados.
Escribo este editorial el 22 de marzo, sabiendo que la salida a este doloroso conflicto es todavía impredecible, pero siendo consciente de que esto marcará un antes y un después en la historia de la humanidad. Estamos asistiendo a la primera guerra retransmitida en directo y no solo por los corresponsales de guerra, sino por las mismas víctimas ucranianas, que a través de sus móviles nos muestran, sin filtros, el horror de su cotidianidad.
Nuestro mundo está cambiando, pero la vida sigue, y mientras en Ucrania se esfuerzan por sobrevivir, aquí no podemos hacer otra cosa que afanarnos en seguir con nuestras vidas, como muestra de apoyo al pueblo ucraniano y de rebeldía incluso, contra aquellos que, como Putin, se empeñan en retroceder a los duros tiempos del pasado.
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Así, nuestra edición para la temporada primavera-verano 2022 es, como siempre, una apuesta por el futuro y por las nuevas -y esperanzadoras- generaciones de talentosos.
En este nuevo número impreso Vanidad apuesta: en moda, por Míriam Saiz y Olivia Martín, dos de nuestras mejores modelos internacionales en la actualidad, Adji Fatou y Gabriel Nogueiras que, al frente de su marca Ruberth, se ha vuelto a hacer con el galardón Mercedes Benz Fashion Talent; en música, por mujeres como Paula Cendejas, Deva, Simona, María Escarmiento o Ptazeta, que luchan diariamente por aportar una visión nueva y empoderada a los sonidos urbanos, pero también por Delaossa y sus letras con corazón; en cine, por Carla Campra, Begoña Vargas y Quim Gutiérrez; en arte por Teresa Solar; en decoración por Andres Reisinger y en viaje por Júlia Juste, creadora del proyecto Outliers.
Sí, la realidad puede ser terca, pero nosotros nos empeñamos en superarla con esperanza.
Hazte aquí el número 235 de Vanidad y disfrútalo:)
Olga Liggeri
Imágenes: Rafa Gallar y Sergi Pons para el número 235 de Vanidad, correspondiente a la temporada SS22.