" Déjame decirte algo, no hay nada peor que una mujer staunch. Mis familiares no se imaginaban que estaban tratando con una mujer staunch, ¿Cómo iban a imaginárselo? S-T-A-U-N-C-H. No existe nada peor, te lo estoy diciendo. Las mujeres staunch nunca se debilitan. No importa lo que les pase". Edie Bouvier Beale. Little Edie no estaba bromeando, podías sentir toda la intensidad de su mensaje en cada una de sus palabras, mientras clavaba la mirada en la cámara y se ajustaba su pañuelo con aire de superioridad. Edith Bouvier Beale lo perdió todo. Aún habiendo nacido en una familia rica y siendo prima de la mismísima Jaqueline Kennedy, conoció la miseria y la marginación social. Pero Edith Bouvier Beale, mundialmente conocida como Little Edie, tenía un gran mensaje que enseñar a la sociedad. La alarma sonó cuando los vecinos llamaron a la policía pues el olor a podrido que salía de la casa era tan nauseabundo, que estaba incomodando a las mansiones próximas. Fue entonces cuando saltó el escándalo: Dos mujeres de la aristocracia malviviendo en la más profunda decadencia; rodeadas de basura, gatos, mapaches y ratas. Dos indigentes exiliadas y refugiadas en una mansión de veintiocho habitaciones, situada en la ciudad de playa más rica de América del Norte. La cara oculta de la familia Kennedy. Gracias a la noticia estas dos pintorescas mujeres llamaron la atención de los hermanos Maysles, dos cineastas que además de un espíritu creativo y aventurero, contaban con estudios en psicología, lo cual les permitió retratar como nadie las personalidades de madre e hija y su complicada y hermosa relación. Todo esto dio lugar a "Grey Gardens", documental de culto que nos permitió conocer a dos mujeres que hubieran pasado a la posteridad en el anonimato, y que llevan enamorando y horrorizando a la sociedad a partes iguales durante los últimos treinta años. Gracias al documental pudimos sumergirnos en el universo particular de estos dos seres. Un universo de fantasía, música y color, pero también un universo de melancolía, suciedad y glamour pasado de rosca. Habían olvidado al mundo y el mundo las había olvidado a ellas. Aunque bien pensado; las Bale simplemente no pertenecían a este mundo. No estaban hechas para la cárcel acolchada que suponía el matrimonio en los años cincuenta, no estaban hechas para vivir en sociedad. Prefirieron pintar su propio mundo (Little Edie literalmente pintaba las paredes de su casa con frases de libros y dibujos que la inspiraban), y vivir encerradas en él, protegidas entre gatos y canciones. Comiendo paté y helado de chispitas de chocolate. Sin embargo, es curioso cómo la clase permanece. El dinero y la fama vienen, y de la misma forma que vinieron, pueden abandonarte... Pero la clase siempre permanece. Puede que no tuvieran dinero para comer, pero tenían un jardinero. Puede que se pelearan como barriobajeras, pero se insultaban con un vocabulario exquisito, y con un acento propio de la vieja escuela de la clase alta de Manhattan. Y lo más importante, puede que no pudiesen comprarse ropa, pero no por ello iban a renunciar al estilo. Little Edie se reinventaba cada día. Podía cambiarse de modelito doce veces en una misma jornada. Sin un centavo para comprarse ropa, y sin visitar tiendas durante veinte años, se las arregló para crear todo un imaginario visual, que la hizo convertirse en un icono y un referente para la historia de la moda. Utilizaba los manteles como turbantes, y los broches antiguos como pasadores de pelo y "joyas" para su cabeza. Le gustaba usar pantalones debajo de faldas, para después poder quitarse la falda y usarla como capa. Torcía y retorcía las prendas, buscándoles mil y un significados, una misma prenda podía tener múltiples funciones. Se las arreglaba para romper abrigos de piel y mezclarlos con estampados Marimekko y pulitzer. Combinaciones sin sentido que resultaban geniales al final. Crear y destruir. Cada día un nuevo juego. Quizás su sello más característico era su eterno turbante negro, que ella misma creó con un jersey sujetado con un broche vintage de plata. Sufría de alopecia, con lo cual siempre estaba inventando nuevas formas de cubrirse la cabeza, pero podemos ver cómo desde pequeña ya mostraba ese amor por los pañuelos. Diseñadores de moda incontables, tan diversos como John Galliano y John Bartlett, han tratado de entrar en la cabeza de la pequeña Edie Beale y han hecho de ella musa y bandera de sus colecciones. También ha inspirado multitud de reportajes fotográficos, una película para la HBO y numerosos musicales y obras de teatro por todo el mundo. Ella tenía lo que no se puede comprar. Lo que no se puede copiar ni conseguir en las marcas: Personalidad. Edie siempre será un referente para el mundo del arte, pero su aportación a la sociedad va mucho más allá: Su mayor legado es un mensaje de libertad. Si conseguimos ver más allá de sus rarezas, de las montañas de latas vacías de comida para gatos, de las telarañas y de la miseria... Ahí está: La falta total de culpabilidad. No se sienten culpables por ser lo que son. Han decidido crear su propia vida y que nadie mande sobre ellas, y cuando conseguimos que no nos importe lo que la gente piense sobre nosotros, nos estamos acercando peligrosamente al significado de la libertad. En los tiempos que corren este mensaje es muy necesario ¡Y maldita sea...! ¡Refrescante! Quizás su mensaje pareció infértil durante su vida, pero ha traspasado todas las fronteras e inspirado a millones de desconocidos tras su muerte. Al final son las personas que construyen su propia versión de la vida las que acaban alcanzando la eternidad. Towanda Rules @Towanda_Rules

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