Quedamos bajo el puente de Segovia, en una esquina del barrio de La Latina. Se baja del taxi con una gafas de espejo y unos auriculares inmensos rodeándole el cuello. Son las 10 de la mañana y el sol cae a piñón sobre las aceras de Madrid. Jesús Castro llega solo, saluda con una pequeña disculpa: “Aún estoy un poco dormido, creo que a todos nos vendrá bien un café, ¿no?”. La noche anterior llegó a la capital a una hora intempestiva, después de rodar en Almería el último capítulo de Mar de plástico, serie con la que triunfa desde septiembre en el prime time de Antena3. “No sabes lo intenso que ha sido, estoy agotado. He perdido kilos y todo, me he ‘quedao’ así”, dice, levantando el dedo meñique. Atiende solícito al fotógrafo; sabe posar, pero no de poses: aún no ha tenido tiempo de sentirse actor. Entró por casualidad hace dos años en un casting para El Niño, una película con el éxito garantizado después de que su director, Daniel Monzón, reventara las taquillas con Celda 211. Sin comerlo ni beberlo, le dieron el papel protagonista. Han pasado dos años, ha actuado en La isla mínima – Goya a la mejor película - y en dos de las series que más concitan el favor de público y crítica: El príncipe y la citada Mar de plástico. Pero a sus 22 años sólo aspira a una cosa: volver a su Vejer de la frontera na- tal, con su familia y sus amigos. “tengo un par de cosas pendientes antes, pero con suerte la semana que viene ya estoy allí”, dice después de la sesión, ya sentados en una terraza, con el ansiado café.   Texto: Luis Meyer Fotografía: Pedro Agustín  
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