Actriz a los dieciocho años, crítica de cine en
Cahiers du Cinéma (la más prestigiosa revista de cine del mundo), guionista y directora de tres largometrajes, hacen de la francesa Mia Hansen-Løve uno de los fenómenos actuales del cine contemporáneo. A los dieciocho años la suerte se cruzó en su camino al conocer a Olivier Assayas, aclamado director de cine con quien trabajaría como actriz en dos de sus filmes -
”Finales de agosto, principios de septiembre“ y “Les destinées sentimentales”- y quien luego sería su pareja. Con tan solo veintiséis años realizó su primer largometraje -
”Todo está perdonado”- y supo entonces que aquello de hacer películas era lo suyo. Mia Hansen-Løve, inteligente, despierta, con las ideas muy claras sobre su cine, se muestra abierta y sincera al hablar de sus películas, todas ellas con un fuerte componente autobiográfico. Historias de amor, de separación, de adolescencia, son el territorio en el que mejor saber moverse. En esencia un cine de tendencia, femenino y fresco. Ha venido a España -concretamente al Institut Francés de Barcelona- para presentar su último trabajo,
“Un amor de juventud”, tercera parte de una trilogía compuesta por su primera película y
“Le père de mes enfants” (2009).
Tu juventud es realmente sorprendente. ¿Cómo llegaste al cine?
Fue gracias al productor de mi primera película. Él me dio mi primera gran oportunidad, y así pude saltarme todas las etapas que normalmente recorres cuando eres un joven cineasta. Me basé en su vida y en su trágica muerte para escribir mi segundo largometraje, “Le père de mes enfants”.
Tus filmes parecen muy autobiográficos…
Sí, lo son, pero si yo tuviese la posibilidad de elegir, no haría filmes autobiográficos, hablaría de muchas otras cosas. Haría películas sobre cosas que conmoverían pero que están más lejos de mí. A lo mejor este es el punto en común que tengo con el director Eric Rohmer con el que se me compara a menudo. Él decía: “Yo grabo lo que conozco”. Sólo puedo grabar cosas que me son cercanas y de las que tengo conocimientos muy profundos, que se escogen de forma visceral.
En “Un amor de juventud” se percibe ese conocimiento sobre la vida.
Cuando yo era una adolescente estaba loca por un chico y es algo que en cierto modo determinó mi vida. Le decía constantemente a mi madre que ese era el chico de mi vida. También a mis amigos, que se reían de mí. Fue un algo muy fuerte, y eso ha quedado en mi memoria. No es algo nostálgico, es hablar sobre ese sentimiento que permanece.
Tu trabajo con los actores es verdaderamente único, tanto por la frescura como por su autenticidad. ¿Cómo encontraste a Lola Créton, la actriz de tu último trabajo?
Estaba viendo la televisión con Olivier cuando pasaban “Bluebird”, una película en la que ella trabajaba, y fue justo allí. Nos sorprendió no solo su talento sino su sencillez. Lo habitual es que los actores abusen de los gestos. Ella además tenía esa inocencia que buscaba.
Su personaje está dispuesto a sacrificarse por su amor, a esperar todo lo que sea necesario.
Es alguien que posee una gran fuerza interior, que cree en el amor.
¿Cómo trabajas con tus actores?
Para mí hay dos momentos en el trabajo con los actores. El primero es el que surge en la primera toma, algo muy precioso, y que a veces mantengo en el montaje. El otro momento aparece después de trabajar mucho tiempo. En ocasiones uno no encuentra lo que busca, pero a veces, después de muchas tomas, descubres unas cosas increíbles. Cuando el actor se cansa y su trabajo deviene mecánico, cuando se repite y se deja ir, entonces surge una verdad cotidiana. En muchas escenas de mis filmes, el momento importante de la escena lo he encontrado después de mucho tiempo y repeticiones, pero también hay escenas que he logrado a la primera toma. A mí me gusta muchísimo rodar y durante el rodaje lo intento todo. Voy tan lejos como puedo. Aunque esté satisfecha con la primera toma, siempre intento e intento otra cosa como si exprimiera un limón hasta que realmente no queda nada.
Me llama la atención la utilización de la música, especialmente en tu último filme. Parece como si pusieras la música que te gusta a ti más que la que gustaría a tus personajes.
En mis anteriores trabajos he utilizado la música de grupos que me gustan como The Raincoats y The Modern Lovers, pero en realidad en mis películas la música casi siempre viene de los propios personajes, que son quienes escuchan esta música. Están en un bar, escuchan música en su piso, en el coche… y después del final de la escena la música continúa hasta la siguiente secuencia... Para mí hay una diferencia fundamental entre la música impuesta sobre la película desde el exterior para producir emociones, y la música que procede de las escenas como si formase parte de ella.
Por David V. Villamediana y Madalina Stefan
Fotos: Alba Yruela
Estilismo: Patricia Ruiz del Portal
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