Sería algo así como el plan perfecto desayunarse cada mañana las respuestas de Miguel Noguera, la última revolución del humor, las letras y el cine en España. Después de arrebatarnos con su primer tomo, “Ultraviolencia” (Blackie Books), de sacudirnos con sus Ultrashows y de hacer que nos descacharráramos con su intervención en “Extraterrestre”, la última peli de Nacho Vigalondo, publica “Ser madre hoy”, un libro con ideas (brillantes) ilustradas. Miguel, gracias, la gente como tú hace del mundo un lugar más bonito y menos torticero.

Hola Miguel, ¿cómo estás? Aquí José de Vanidad. ¿Qué estabas haciendo justo antes de ponerte a contestar esta entrevista?
Estoy esperando a que me atienda mi doctora de cabecera de la Seguridad Social, llevo una hora y cuarto aquí sentado y he decidido empezar a responder tus preguntas.

¿Cómo te definirías (personal y profesionalmente)?
Bueno, José. Sabe que han pasado dos días, ahora estoy en una terraza soleada. Me refiero a “sabe” imperativo de la segunda persona del singular, sabe tú, José. Pues eso, sabe que han pasado dos días, ya no estoy en la sala de espera del médico. Sabe que me voy a extender un tanto con las definiciones, José, toma asiento y relájate. Soy tímido y más bien contemplativo, no me inclino demasiado por la acción. También soy bastante egocéntrico, me he montado un buen circuito cerrado. No doy mucho al otro, y tampoco espero que me den demasiado, soy un rácano en ambos sentidos. Una espora seca. Aunque tengo mis matices y contrastes, claro, en el fondo soy bastante alegre, ¿eh? Pero siempre temo alguna clase de castigo, un palo venido de cualquier parte. Creo que esa alegría interna, esa levedad, tiene su precio en forma de castigo venido de las profundidades.

En el plano profesional, mi grado cero, el lugar de trabajo que yo ya había asumido como aceptable y merecido si nada de esto hubiera ocurrido (me refiero al “Ultrashow” y los libros como medio de vida, algo que en realidad es relativamente reciente) es un puesto básico en el sector servicios (teleoperador o similares), incluso especulé con opositar a auxiliar administrativo (aunque hoy en día opositar es un despropósito). Por lo que me considero afortunadísimo; a ver cuánto tiempo dura la bonanza. Si se acaba buscaré trabajo en Movistar y reforzaré mis paredes de espora.

 

En la página de Blackie se puede leer lo siguiente, “al finalizar el libro no podrás explicar qué es exactamente lo que ha leído”, ¿cómo definirías tú tu propio libro? 
Como una colección de ideas con sección de notas al final. Es un trabajo acumulativo, escribo ideas (previamente seleccionadas de mis anotaciones) y hago el dibujo correspondiente, o al revés, hago el dibujo y después escribo la idea. El orden de las ideas en el libro lo estableció el editor cuando el material estuvo maquetado. Las ideas son ocurrencias más o menos poéticas que tengo mientras hago cualquier cosa.

¿Qué cosas te producen “horror bonito”?
Uf, no sé, supongo que te refieres a algo que puede considerarse horrible, por ejemplo un viejo demente que no deja de murmurar para sí; pero que por otro lado nos provoca fascinación (¿qué dice el viejo, por dónde se mueve su discurso fuera borda?) y cierto desapego, una observación del puro mecanismo que resulta liberadora. Hay casos en los que esa mirada se activa con más facilidad, normalmente ante el accidente y la penuria ajenos. Creo que todos tenemos ese piloto encendido en mayor o menor medida. Es la mirada penetrante del niño al minusválido.

¿Te sientes cómodo con la esa etiqueta que califica lo que haces como “posthumor”? Por cierto, ¿qué es eso del “posthumor”?
No me siento cómodo ni incómodo. Es un término que, si no me equivoco, acuñó Jordi Costa a propósito de una serie de trabajos (por citar solo algunos, el de los Chanantes, series como “The Office”, y los vídeos de los Venga Monjas, Alberto González o los Pioneros del Siglo XXI) y en el que se me ha incluído. Cualquier texto de Costa sobre el asunto lo explica perfectamente, pero creo que tiene que ver con el humor que emana de las situaciones violentas o incómodas. Mira, por ejemplo a Los Pioneros les sirvió, el término posthumor, digo, para que los miembros de una productora dejaran de cuestionar su trabajo, es decir, que llegados a un punto de incomprensión mutua, los Pioneros les dijeron, “veréis, esto que no acabáis de ver claro es posthumor...”, y hala, los productores se calmaron y dejaron de hacer preguntas. Las etiquetas cumplen una función de vaselina facilitadora ante la falta de entendimiento.

¿Recuerdas cuando empezaste a jugar con el lenguaje?
Recuerdo que en octavo de EGB hacía unas coñas muy malas con un amigo y las llamábamos “paridas”, y bueno, las paridas debieron ser una versión arcaica de las ideas; pero los juegos de palabras y los “¿te imaginas?” ya los hacía desde muy pequeño. Fíjate que solté alguna parida en la matriz, antes de ser “parido”.

¿Necesitamos nuevos términos, reformular los que ya tenemos o estamos bien con lo que estamos?
Ni idea, no suelo leer textos críticos, y no sé qué términos están de moda actualmente. Supongo que términos, conceptos y demás ya los hay a punta pala pero quizá no sean de dominio público. Siempre me ha gustado cuando alguien desempolva un viejo palabro y lo usa para definir algo nuevo. O cuando alguien coge prestado un término de otra disciplina, yo qué sé, todos esos términos que Lacan tomó de las matemáticas para hablar del inconsciente, sería una falta de rigor y lo que tú quieras, pero quedaba muy bonito.

¿Qué cosas te hacen gracia a ti?
Hombre, tengo un humor bastante negro. Me río bastante, por ejemplo, cuando en un contexto grave y ritual ocurre una desgracia repentina. Río como un sátiro cuando los cuerpos son zarandeados por la desgracia. Una vez Jonathan Millán (gran referente y amigo) definió mi trabajo como “risa de Satán”, creo que algo de eso hay.

¿Qué cosas vas a leer este verano?
Tengo varias lecturas abiertas. Voy a aprovechar para hacer un poco de publicidad de unos colegas, ¿vale? No te asustes, José. Ahora estoy con el nuevo libro de Carlo Padial, “Erasmus, Orgasmus y otros problemas”, voy picando de “Humor Cristiano” de Alberto González, y de “Silvio José Faraón” de Paco Alcázar. Tengo que comprarme el “El Hematocrítico de Arte”, muy divertido también. No dudé en hacerme con un “Moowiloo-Woomiloo” de Héctor F., y Toni Nievas me ha mandado su “Autor en tiempos de crisis”. Ya está, José, perdona, pero han publicado muchos libros a la vez.

¿Qué tal la experiencia de rodar “Extraterrestre” con Vigalondo?¿Es más difícil hacer reír en diferido?
Fue rápido y muy sencillo. Nacho es una zorra muy lista, me facilitó la labor y fue como siempre muy amable conmigo.

¿Qué cosas no te hacen ni puñetera gracia? 
A ver, no me hace ninguna gracia ir por la calle tan tranquilo y que de repente me caiga un montón de polvo en el pelo. La gente estúpida que barre los balcones hacia afuera, ¿tú te crees? ¿Qué les parecería que les tiraran el polvo a ellos?

"Ser madre hoy" está editado en Blackie Books

Por José Ganga.
Fotografía de Alba Yruela.

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