Datos personales. Rubén Ochandiano de Higes, 3 de octubre de 1980, Madrid.
¿Hay que cambiar de profesión? No, hay que resistir. “La Gaviota” [la última obra de teatro de Rubén como director] justo habla de eso, de que con la vocación lo que hay que hacer es resistir.
Tú estás resistiendo pero a la vez te estás abriendo otros caminos como el de la dirección. Sí, pero todos tienen que ver. Lo de escribir lo hago porque me gusta pero no es mi vocación. No me siento resistiendo; la clave está en diversificar. Si estuviera todo el rato esperando a que alguien me llamara...
En ese sentido, has tomado el control de tu propia carrera. No creo que lo elijas tú tampoco, al final eres lo que eres, no es una cuestión de decisión. Me da curiosidad, ¿qué preguntáis en la Hot List?
Depende. El año pasado había alguna pregunta estándar para todos. En concreto me acuerdo de una que me hizo mucha gracia, “¿cuál es tu postre favorito?” (risas).
No sé, a veces hay gente con muy poco que decir. Ya, claro. Y aún así hay gente que no te sabe responder. (Risas de Rubén). Es verdad que al final te dedicas a la promoción y pasas el mismo tiempo de promoción que trabajando y tienes que preparártelo.
¿Cómo ha ido esta segunda vez de “La Gaviota”? Nada que ver. Era un teatro más grande, no había margen de tiempo, entraron cuatro actores nuevos... Creativamente fue súper rico.
Tengo entendido que otra diferencia es que no has asistido a todas las representaciones. Sí, entre otras cosas, por mi salud mental. Ningún día la disfrutas porque en cada función hay miles de cosas que no salen como tienen que salir aunque el público no se de cuenta. Yo llegaba a casa de Orfidal. Es mi gran tarea, también en la vida, aprender a soltar y entrenar la decepción.
(...)
Fotografía por Rubén Vega
Realización Jaime Calatrava
Texto por José Ganga
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