Si hay alguien capaz de robarle protagonismo a Barack Obama durante su segunda investidura como presidente de los Estados Unidos es
su mujer Michelle. Porque cuando se habla del legado de un mandatario del país más poderoso de la Tierra su imagen depende de sus reformas, sus logros y, en su caso, sus escándalos. Pero cuando se examina el paso de su mujer, lo que se llama
Primera Dama, se analiza siempre hasta la saciedad su apariencia, acaso la forma más discreta que tiene la mujer de un presidente de hacerse notar sin robar protagonismo. En el caso de la mujer de Obama,
el cambio de peinado al que se acaba de someter ha sido el hecho que más ha llamado la atención de la ceremonia de investidura: ha sido comentado con ahínco por cabeceras tanto periodísticas como de tendencias. Ha sido el tema de conversación, vamos. Beyoncé aparte, claro.
El tema de los cortes de pelo es una sombra que siempre ha estado presente acechando a las Primeras Damas. Por lo general, todos los analistas, estilistas y webs de moda están de acuerdo y le rinden pleitesía siempre a
Jackie Kennedy, obviamente. Pero no fue la única que le prestó atención a su apariencia. En los noventa,
Hillary Clinton destacó por su reticencia a la hora de quedarse con un peinado, algo que muchos críticos vieron como un signo de carácter indeciso. Ahí lo tienes, el pelo era un factor clave a la hora de ejercer de mujer del presidente.
Laura Bush, por su parte, eligió pasar discretamente y no prestarle mucha atención a las elecciones estilísticas, con lo cual pagó el no ser especialmente recordada aunque fuera una de las Primeras Damas más activas de la historia, una industriosa directora de programa de escolarización y educación.
Michelle Obama siempre ha andado sobre seguro, y este nuevo corte de pelo no se aleja mucho de esa dirección. Su imagen, estudiada, se basa en prendas compradas en grandes almacenes y tiendas para nada exclusivas. Así, la mujer de Obama se muestra cercana a la población estadounidense y, ante todo, desprende normalidad. Eso sí, en estos cuatro años que lleva en la Casa Blanca se ha hecho con alguna que otra prenda de alta costura para los actos oficiales.
¿Y en qué consiste el cambio de la mujer de Obama? Un pelo más corto y con un flequillo como principal novedad. El cambio ha despertado un revuelo en Twitter y un escrutinio absoluto. La conclusión más alocada pero no tan descabellada como suena: que es un símbolo de este nuevo mandato de reformas.
Flequillos, cortes de pelo y estilismos aparte, lo que si es seguro es que Michelle Obama es una mujer que asumió desde el principio un papel importante como Primera Dama. Se negó a quedarse en una presencia más pasiva y complementa sus apariciones públicas con programas destinados a promover la vida saludable y el deporte. Porque, ser una primera dama, ya no es lo que era.
Andrés G. Menéndez
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