Crecer rodeada de médicos no es algo que le impidiera desarrollar las cualidades que más tarde harían que la interpretación la eligiera. Y es que, sin ambición ni un objetivo claro, Najwa consiguió que la crítica se dirigiera a ella como «alguien de culto» por su primera interpretación en «Salto al vacío», título que, después de muchas taras y pocos superpoderes –como ella misma asegura–, sigue manteniendo entre las masas adolescentes.

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NAJWA NIMRI: «Aunque esté con una mano delante y otra detrás, sigo diciendo que no»

Najwa, tu debut actoral vino con «Salto al vacío». Me ha hecho mucha gracia porque he visto un clip tuyo donde ves un fotograma de ti misma en la película y ni siquiera te reconoces físicamente. Sin embargo, ¿hay algo a nivel psíquico, mental, espiritual, llámale como quieras, de esa Najwa en la de hoy?

Están todas en todos los lados, porque uno no deja de ser una persona que va variando, en nuestro caso, en el de los actores, de forma más aguda que el resto de los humanos. Depende de qué te toque hacer, te transformas un poco en tu personaje, o por lo menos varias horas al día. De hecho, a la gente que tengo alrededor, que la mayoría no son actores, les gusto más o menos dependiendo de lo que me toque interpretar (risas).

Siempre se guarda una esencia, pero no dejamos de estar siempre al servicio de la idea de otro. Somos bastante muñecos.

Allí conoces a Daniel Carparsolo, quien dices que te descubre tu amor por el cine, que no por la interpretación. De hecho, en «Salto al vacío» no tenías nada claro que querías ser actriz, ¿verdad?

En ese momento yo ya estaba en una escuela de interpretación, pero, como dices, no había descubierto mi amor por el cine porque no tenía una cultura cinematográfica extensa. Entonces, es complicado amar el cine si no has visto cine, igual que es complicado amar el teatro si no has ido al teatro.

Lo que sí sabía era que, con un público muy directo, no me encontraba tan cómoda, por lo que enseguida descubro que soy más de cápsula que de escenario. En la música me pasa igual, prefiero la composición al directo. Es un proceso que se nutre uno del otro y por el que hay que pasar, pero no lo paso bien en la exposición.

Entonces, con Dani, empiezo a ver muchas películas y a amar al cine, pero también empiezo a entender que el lenguaje requiere de una técnica, que la técnica no es tan sencilla y que cómo usas los elementos, hace que seas mejor o peor cineasta. Una vez entiendes eso, luego ya entiendes el arte de la interpretación.

¿Y por qué actriz y no otra profesión relacionada con el cine?

El universo del cine, como cualquier otro universo, por desgracia, no lo eliges tú, te elige a ti. Por lo menos en mi caso, no forma parte ni de una ambición directa ni de un objetivo claro. Por tanto, de repente, me veo en la situación de estar recibiendo clases de interpretación. ¡Y mira que lo que mejor hacía eran decorados!

Si hubiera tenido un equipo donde me hubieran metido en un organigrama y yo hubiera podido trabajar en decorado de manera detallada y hubiera podido crear y desarrollar mi imaginación, igual me hubiera dedicado a eso, quién sabe (risas). De alguna manera, a ver, esto puede sonar vacuo, pero con 52 y 30 años de carrera, puedo analizar la jugada, cosa que no podía hacer antes. Y es como te lo cuento, no de otra manera. Me veo aquí porque me veo aquí. 

Si no me equivoco, la primera vez que Amenábar te llamó para ofrecerte tu segundo papel, el de Nuria en «Abre los ojos», le dijiste que no. ¿Qué fue lo que te llevó a declinar su propuesta de primeras?

Pues no lo recuerdo, pero también dije que no a «Los amantes del círculo polar» y venía diciendo que no a muchas películas que entonces fueron muy sonadas. Sabía que lo que me tocaba hacer era participar de la experiencia de una forma activa, es decir, interpretando, aprendiendo el proceso de que un personaje se apodere de ti.

Sabía que era un trabajo profundo para el cual tenía que estar preparada y el problema era que yo sabía que todavía no lo estaba. Había algo que me daba mucho miedo de meterme a interpretar. Por eso siempre había un primer respingo de «no, no quiero», que en algunos casos terminó siendo un «sí», más que nada para no cargarme mi carrera...

Aprovechando que se ha viralizado un video tuyo donde aseguras que decir «no» para ti siempre ha sido un derecho y no un privilegio, ¿recuerdas alguno del que te arrepientas a día de hoy?

De lo que me arrepiento es de tener esos momentos donde hago estas frases que parece que me las saco de un libro. He visto este video hasta en la sopa y cada vez que lo veo digo, «Dios, qué coñazo de tía» (risas). 

Yo lo he vivido siempre así, como un derecho. Como te decía, he dicho que no a películas que fueron grandes, pero no me arrepiento porque atendían a imposibilidades personales. Nunca digo «sí» cuando me noto que el cuerpo no lo tengo y la cabeza tampoco. No me gusta hacer perder el tiempo a nadie. De eso sí soy muy consciente y ahí sí me han educado muy bien. Si no estoy «ready», no hago un shooting, no voy a un programa, no hago un rodaje. Da igual si mi economía se está tambaleando, da igual todo.

Si sé que no voy a poder, no tenso el cambio. No lo tenso porque no tengo tantas habilidades sociales y si no estoy equilibrada y digo «sí», la cago. Por suerte, en estos casos tengo un barómetro en donde siempre tengo los pies bastante en la tierra. Supongo que parte de ser actor tiene que ver con conocer tus límites y conocerte a ti.

Volviendo a «Abre los ojos», podríamos decir que con esta película empezaste a sentir lo que era la fama (la fama de ese entonces). ¿Hoy en día la vives de manera muy diferente?

Hasta el día de hoy, yo soy conocida, sobre todo, por mis personajes. Con «Abre los ojos» era Álex, no era Najwa y, hoy por hoy, o soy la de «La Casa de Papel» o soy Zulema, o soy lo que en cada momento toque. Mis personajes siguen ganando a mi persona y que mi persona no se coma al personaje, es lo más importante que puedo aportar, porque tiene que ver con lo que pongo en el trabajo, no con lo que es mi vida.

¿Eso te ha llegado a molestar en algún momento? Porque hay actores y actrices que odian que les pongan la etiqueta de la de «La Casa de Papel», por ejemplo.

No me molesta para nada, todo lo contrario. De hecho, hay personajes míos que ganan al de «La Casa de Papel», porque yo allí no dejaba de ser una de las policías, no era uno de los de la banda.

El nivel de popularidad que adquieres en «La Casa de Papel» jugando en el bando contrario te puede jugar a la contra. Y a mí me jugó a favor porque hubo algo del personaje que enganchó, pero una vez más tiene que ver con el trabajo y con no tenerlo todo a favor.

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Por lo general, ¿crees que los personajes que tienen cierto aura de maldad o que están en el bando contrario acaban gustando más al espectador?

Creo que estamos en un momento en el que la poesía ha pasado a otro lugar y desenmascarar a los psicópatas, es decir, poner en relieve la tara y los fantasmas, se ha convertido en una cosa esencial. Lo estamos viendo ahora mismo con el Joker.

Justo quería preguntarte qué te ha parecido. Stalkeandote en Instagram he visto que estuviste viendo la segunda película y ya que parece no estar teniendo muy buenas críticas, me gustaría saber tu opinión.

A mí me ha encantado. Aunque no lo digan, yo creo que lo que la gente no está valorando, es que desmantelan al psicópata. Y eso causa mucha turbulencia, porque quieres ver que el psicópata siga matando y cuando el psicópata dice que ya no puede seguir matando y se le cae la careta –de payaso en este caso concreto–, y hace una reflexión tan profunda, a través de un musical, la gente dice, pero «¿de qué vais?».

Yo vengo de hacer bastantes personajes que tienen que ver con anomalías y de lo que te das cuenta, es de que ahora el público pretende que sigas siendo Zulema, o pretende que sigas siendo el Joker, y no eres más que un actor al servicio de una idea. Pero tu labor como intérprete, en muchos de los casos, pasa por sacar un rayo de luz en personajes muy oscuros.

Dependiendo de la historia, claro, porque en «La Virgen Roja», por ejemplo, no hay redención posible. El fin es un parricidio. No hay nada que te exima de la culpa de haber matado a tu propia hija. Aunque yo siempre digo que la moral depende de la necesidad, no es cierto, esto es moralmente inaceptable, por lo que ahí me tocaba defender al personaje con las armas del personaje y sin juzgarlo mientras lo hacía, pero una vez hecho, ya no lo puedo exculpar.

Sin embargo, cuando tienes la posibilidad de intentar sacar la humanidad de ciertos personajes, es una labor que yo creo que viene inherente al actor. No lo podemos evitar. Y en mi caso nunca es por exculparlos.

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Luego hablaremos más de «La Virgen Roja», pero por seguir un orden cronológico de tus proyectos y ya que tú misma has mencionado a Zulema, según tengo entendido, era un papel que iba a durar únicamente ocho episodios... ¿Qué fue lo que te convenció para aceptarlo y volver al ruedo de la interpretación con «Vis a Vis» tras esos años de parón?

Que no tenía un duro, básicamente. Estaba total y completamente quebrada. Broke. Con un niño, en un piso... Y sin saberlo. Con cero consciencia de que mi carrera no estaba funcionando. Como nunca he tenido una ambición demasiado dirigida, pues... hasta que no lo he visto con perspectiva, no he sido consciente de que estaba pagando el ADSL de casas que había alquilado sin un duro en la cuenta... Un desastre. 

También, y lo más importante, es que me gustó el personaje. Porque es verdad que yo soy así de horrible, ¿eh? A pesar de la situación, luché los no desnudos, entre otras cosas, a riesgo de perderlo. O sea que aunque esté con una mano delante y otra detrás, sigo diciendo que no. A mí el no, no me lo quita nadie.

Aunque ninguno seamos psicólogos ni sociólogos, ¿qué crees que conectó tanto de tu personaje con el espectador para que se convirtiera en la absoluta protagonista de la serie?

A ver, no somos sociólogos ni somos psicólogos, pero los actores, por lo menos los que trabajamos a fondo, trabajamos con muchos libros de psicología, yo por lo menos. Y no me atrevo a decir nada que luego se me lance en contra, pero vamos, ¡llevo 10 años ya de patologías fuertes! Te puedo hablar de cosas bastante detalladas sobre las diferentes patologías porque me estoy haciendo un máster, vamos (risas).

En el caso de Zulema, creo que tiene mucho que ver el momento que estábamos viviendo. Las generaciones estaban cambiando y yo tenía mucha hambre, mucha necesidad, al igual que el público que, como yo, estaba jodido. Entonces, coincide en tiempo-espacio una cosa que conecta, que tiene que ver con una carencia y de ahí surge una chispa, porque estás dando algo que es real y la gente lo está recibiendo así.

Estuviste casi 5 años poniéndote en la piel de Zulema. ¿No te fue difícil desvincularte de ella fuera de los rodajes?

Siempre digo una frase (esta también me la he quedado como una de mis máximas), que es que cuando acabas un personaje de estos, se te quedan las taras y se te van los superpoderes. Ya no tienes ni la puntería ni el olfato de Alicia Sierra, ni la dureza ni el aguante de Zulema... Solo tienes los problemas que les llevan a hacer lo que hacen y todos los superpoderes que te dan, se van, porque esos solamente están en ficción, así que te quedas mucho peor de lo que estabas (risas).

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En una entrevista nombras a «Quién te cantará» como tu película favorita hasta la fecha, pero, a pesar de ello, dices que si no salieras tú te gustaría más. A propósito, ¿sueles fijarte en tus fallos cuando te ves en pantalla o eres capaz de verte con cierta dimensión?

Es que «Quién te cantará» me parece una reflexión sobre la identidad muy dolorosa y muy exacta y muy psicológica y mortífera, que sale de un ejercicio de imaginación que me parece maestro.

En general, si me doy el okey, me olvido de mí. Y cuando me veo, es porque no estoy tan bien. En «Quién te cantará», Caros (Vermut) me hizo cambiar el tono de voz muy considerablemente. Y eso no me pareció del todo acertado, pero era una directriz que no me podía saltar, por lo que tenía que hablar todo el rato con una voz que se acerca mucho menos a mi timbre real, algo en lo que después de hacerla no podía parar de fijarme. 

En la «La Virgen Roja», por ejemplo, Paula (Ortiz), me hizo volver a los subgraves, porque quería dramatismo. Y le dije, «vale, pero si voy a los subgraves, no puedo hacer espacios. Tengo que decir todas las frases hasta el final, hasta el punto. Tengo que respetar los puntos y las comas como una persona muy leída, que es lo que era esta mujer».

El caso es que el otro día leí una crítica en Twitter de alguien que no era muy fan mío, sobre todo de mi entonación, y decía: «habla muy bajo, pero se le entiende todo esta vez». ¡Y me pareció la mejor crítica que he tenido hasta la fecha! Porque ese era el trabajo precisamente y creo que lo logré. Pero bueno, volviendo a la pregunta, procuro no verme, sinceramente. No me gusta verme, Además, con «La Virgen Roja» acabé mal. Entendí el horror, lo entendí en el cuerpo y lloraba mucho antes de toma, mucho. 

¿Qué fue lo que más te desgastó anímicamente?

Que era un personaje muy ingrato. Era básicamente una sombra por lo que tenía que estar en set mucho tiempo mirando, sin el apoyo de la palabra. Luego en metraje no lo parece, pero en realidad estoy mucho tiempo en plano sin hablar demasiado y la responsabilidad es muy grande, porque cuando no tienes apoyo del verbo, siempre se hace muy complicado.

En realidad es un trabajo que cuesta muchísimo esfuerzo, pero nunca tienes la sensación corporal de que estás a la altura. Es muy poco disfrutable.

Precisamente ese fue el motivo que te llevó a aceptar otro de tus últimos estrenos, «Respira», donde encarnas a Patricia Segura, presidenta de la Comunidad Valenciana y fiel defensora de la privatización de la sanidad. ¿Sueles aceptar papeles por motivos actorales como, en este caso, para tomarte un «respiro»?

En este caso lo tenía muy claro porque, dentro de las cosas estas psicológicas que te digo que leo en los libros de Petete con los que estudio, lo que me permitía pasar a un abanico totalmente diferente, en el cual no me había puesto nunca, era este personaje. Y entonces dije, «venga, voy a saltar a hacer el ridículo un rato».  

Porque en Alicia Sierra («La Casa de Papel»), había una cosa más «payasesca» en donde podía subir el tono mucho porque el beat del show lo permitía. Era puro entertainment. Pero en «Respira» todo era más realista, entonces yo decía: «a ver, esta gente está hablando de cosas muy serias en este hospital y yo estoy todo el rato como que pasaba por aquí».

Pero ese ejercicio de ponerme en un sitio en donde tal vez la estaba cagando muchísimo, me permitió olvidarme de lo que había hecho antes. Muchas veces la mejor manera de salir de un desquicie es meterte en otro, aunque luego la ficha te cae. Tarde o temprano, el impuesto te cae. De repente hay un día en el que estás agotado, no sabes por qué, y es porque has ido enlazando proyectos uno tras otro. 

Al final los actores somos personas y cuando trabajas a un ritmo como el que llevo trabajando yo estos últimos diez años, hay un momento en el que dices: «uf, ¿qué cojones estoy haciendo?» Por eso a mí me gusta mucho mirar desde fuera, hablar con gente que no tiene nada que ver con el medio y hacerlo con una cierta normalidad, porque ahí es donde tienes el equilibrio de que lo que haces no es tan importante en realidad. 

Lo único importante es si al de enfrente, que no se dedica a lo mismo que tú, le has conseguido plantear una duda, o le has hecho olvidarse de su día de mierda por una hora. Si eso no lo consigo, mi trabajo no vale para nada.

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Hablemos de «La Casa de Papel». En tu caso, ¿te cambió la vida?

Yo ya había experimentado un poco eso, pero no en un mundo conectado. La conectividad ha hecho que, realmente, cuando vives un pico de fama, no puedas salir de tu casa, pero creo que parte del éxito está en cómo lo gestionas. Y la edad en este caso me jugó muy a favor. No me hubiera gustado verme ahí con 19 años...

Además grabasteis en pandemia, hecho que os obligó a estar muy arriba aunque la situación real reclamara todo lo contrario. ¿Cómo vivisteis esta paradoja?

Lo más importante es que yo estaba con un actor súper profesional, que es Álvaro Morte, y que los equipos en este país son la leche. Todavía hay una carga de humanidad que no hay en el resto del planeta. Espero que no la perdamos nunca, porque lo que realmente nos permitía sobrellevar esa situación tan complicada, era que estábamos en España. Entonces, teníamos que subir el ánimo, pero todo el mundo contribuía a que eso sucediera.

Hacer que un parto de una semana fuera energético, mantener el nivel de energía con personajes como El Profesor y Alicia Sierra, fue un esfuerzo titánico, pero nada comparable al que tuvo que hacer mucha gente en ese momento. Lo bueno fue que todo el mundo sabíamos que el resto del planeta estaba igual de jodido, o mucho peor, así que solo te dedicas a una cosa: ser lo más profesional posible y hacer perder el menor tiempo posible a la gente, porque los segundos de todo el mundo cuentan. Y más en ese momento, donde significaban la vida.

Fuiste un icono en los noventa y, gracias a tu labor en papeles como el de «La Casa de Papel», lo sigues siendo, incluso para generaciones que, probablemente, no habrán visto ninguna de tus primeras películas. ¿Qué supone ser un icono atemporal en tiempos de fugacidad e inmediatez para ti?

Ahora es icono, cuando hice «Salto al Vacío» era culto... Mira, me acuerdo que la primera pregunta que le hice a Daniel Carparsolo, que entonces era mi marido, con 21 años, fue: «¿pero de culto qué quiere decir? ¿Que te han matado ya y no tienes nada más que hacer?» Porque claro, nada más empezar yo ya era de culto. Entonces dije: «o sea, que ya me he muerto y no he empezado».

Yo me agarro siempre a lo mismo y creo que el trabajo lo avala todo. Yo hablo a través de mi trabajo y luego me salen como unas frases que la gente puede debatir. Pero no sé de nada, en realidad. Solo sé de los personajes que hago en cada momento. Ahí sí te puedo contestar lo que quieras. Entonces, creo que todo atiende a lo mismo. O sea, no va conmigo. La gente te va poniendo estos apelativos y yo agradezco la conexión, pero no me hago cargo de ellos. No por nada, porque el champán sube y baja.

Realmente lo experimento de esa manera. No es un ejercicio de humildad. No me lo creía entonces y no me lo creo ahora.

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Ya que en «La Virgen Roja» compartes reparto con Alba Planas y que gran parte de tu séquito de seguidores actual son millennials y gen Z, ¿hay algo que te llame la atención de las nuevas generaciones?

Lo que te puedo decir es que, de lo que me he dado cuenta hace muy poco, es de que la experiencia es un grado. No lo he sabido hasta hace un año y pico, cua do, de repente, he empezado a compartir plano con gente con oficio.

Por ejemplo, me pareció una bendición estar con Alba, pero tenía mucho cuidado de no perjudicarle. Alba Planas tuvo la entereza de aprenderse esos textos y sacar un ejercicio muy complicado con un estado de ánimo por parte de mi personaje muy complejo. Entonces, yo lo único que pude hacer fue un ejercicio de respeto máximo para no interceptar. Intenté no molestar en ese rodaje, básicamente. En cambio, no tenía tanto miedo de interferir cuando estaba con Pepe Villuela, que fue un grandísimo descubrimiento como persona y como profesional.

En general, he empezado a mirar a los actores con más edad de una manera muy diferente y es una mirada que no tenía antes. Siempre he estado demasiado centrada en lo que viene...

Inevitablemente en esta pregunta tenemos que hacerlo. Y es que tienes pendiente el estreno de «Punto Nemo», donde vuelves a compartir rodaje con Alba Flores. ¿Puedes adelantarnos algo de esta nueva serie de ciencia ficción española de Prime Video?

No puedo decir nada. Es un infierno, sobre todo para mí, que soy la reina de los spoilers, pero es lo que hay...

Mira, me quedaba un rato libre antes de empezar lo que empiezo a rodar –de lo que tampoco te puedo hablar–, y cuando entré en el proyecto, la verdad es que no sabía que estaba Alba. Lo supe una semana después y, cuando me enteré de que estaba en el casting, me hizo mucha ilusión, pero le llamé y le dije: «tía, estamos otra vez compartiendo. Si lo llego a saber, te pregunto antes».

Más que nada porque hay algo de repetir tantas veces, donde parece que están usando la misma fórmula para que funcione porque en un momento determinado lo hizo, y nosotras no teníamos conocimiento de eso. Entonces, de alguna manera, me pareció casi una traición.

Najwa, puesto que algunas de las nominaciones que acumulas en tu carrera han sido por banda sonora, ¿en qué punto se encuentra tu carrera musical? ¿Tienes pensando sacar más música?

No hace mucho los fans me dijeron que tenía ya 14 álbumes y me quedé en shock. La verdad es que tengo unas cuantas canciones hechas –hay una que es especialmente bonita– y mañana voy al estudio a grabar, por ejemplo, pero no sé comercialmente hacia dónde las voy a dirigir porque el audiovisual me tiene secuestrada.

Lo que sí estamos haciendo ahora es recuento, porque ni siquiera percibo el dinero de la música. O sea, ¡no sé ni pedirlo! Yo hago música porque me gusta, pero mi vida musical está muy mal organizada. Es lo que te digo, la ambición mal dirigida... Nunca he tenido una ambición más allá de hacerla por hacer, así que ya veremos qué pasa. Por ahora te puedo decir que sigo componiendo, esa es la verdad.

También estás en el proceso de escribir y producir. ¿Dirigir es algo que también te planteas? 

No, no, nunca me pondría a dirigir. No me llama nada. No, porque lo que más golpea en mí es el trabajo en solitario o con gente en «petit comité». La escritura me permite esa cosa como de abstracción y de focus total, de estar totalmente centrada en algo, que es el proceso que más disfruto. Y la dirección es complicadísima. Tienes que estar al cargo de un montón de gente, lidiar con ella... Y eso es algo que a mí me quita el sueño (risas).

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Texto: Anna Alarcón @_annalarcon

Fotografía: Javier Biosca @javier_biosca

Estilismo: Paty Abrahamsson @patyabrahamsson

Vídeo: Owen Nogales @owen.mov

Maquillaje y peluquería: Pablo Macías @pablomaciasr (Prima Talent Management) para Carolina Herrera, Ghd y L’Oréal Professionnel Paris

Asistente de fotografía: Ana Eguizábal @anaeguizabal.v

Asistente de estilismo: Yaiza Díaz @yaizadm

Agradecimientos a Espacio La Candelaria @espacio_lacandelaria y A6 Cinema @a6cinema

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