La última en sumarse al "no dar la cara" fue la cantante australiana
Sia. Uno de los éxitos musicales del año pasado, que llenó las redes sociales con su videoclip de Chandelier del disco "1000 Forms of Fear", ty que colapsaba Twitter por otro de sus clips, el de "Elastic Heart". Y es que mentes malpensantes interpretaban que había algo oscuro (¿pedofilia?) en ese combate bailado entre la jovencísima bailarina Maddie Ziegler -que se ha convertido en su musa, y junto a la que actualmente prepara un documental- y el actor Shia Labeouf. En ninguno de los videoclips se ve a la cantante, sólo a Maddie -la protagonista que da coherencia y continuidad a estos vídeos musicales-, que aparece como un reflejo de la propia Sia con su peluca color platino emulando el corte de pelo de la vocalista.
Sia cuando aún mostraba su rostro al público.
No sabemos muy bien la razón pero Sia, que no se escondía antes, decidía que su rostro no es importante hasta el punto de que la portada de su último disco es solo la peluca platino flotando en un rostro de aire. Y ahora actúa dando la espalda al público, y ni siquiera posa para portadas sino que se cubre con una bolsa.
En el mundo de la
música son muchos lo que optan por ser más un concepto que dar la cara. Los mundialmente famosos
Daft Punk llevan años siendo para todos dos robots que no se quitan los cascos ni para ducharse. Los franceses Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter no han vuelto a posar frente a las cámaras desde sus inicios. ¿Lo necesitan? La verdad es que no. Son dos estrellas de la electrónica sin necesidad de vender su rostro.
El dj español
John Talabot optó por lo mismo. Aunque sí se muestra sin máscaras en sus pinchadas en directo, Oriol Riverola (su nombre real) prefirió el papel de plata para promocionar su disco Fin (2012). Discreción ante todo.
Oriol Riverola pinchando sin miedo a mostrarse ante el público.
En el ámbito de la
moda también se da, aunque menos, que algún diseñador prefiera esconder su identidad como ha sido la conocida estrategia de la firma Maison Martin Margiela. ¿Quién conoce a
Martin Margiela? Así su etiqueta se ha convertido en todo un icono y la
maison en la marca conceptual por excelencia. Hasta ahora que John Galliano ha tomado el relevo.
La Maison Martin Margiela siempre se ha identificado por su etiqueta, no por su diseñador.
Banksy es el máximo representan de esconderse en el anonimato. Como si fuera un artista de la antigüedad, cuando lo que importaba era la obra y no quién la hacía, Banksy tiene su tarjeta de presentación en los graffitis que pueblan las paredes de medio mundo y sobre todo, Londres. Sátira y crítica de la sociedad en la que vivimos. Pero nunca hemos visto su rostro.
Uno de los famosos graffities de Banksy.
En el
cine, también hay quien prefiere no dar la cara.
Terrence Malick, el polémico director de largometrajes como "El árbol de la vida", "Malas Tierras" o "Knight of Cups", hace tiempo que decidió que no acudía ni a premieres ni a premios, por mucho Oscar al que le nominen.
Una de las pocas imágenes que hay del director Terrence Malick.
En la
literatura, es paradigmático el caso del autor de "El guardián entre el centeno".
J.D. Salinger escribió su famoso libro y desapareció en una cabaña, y con él, su rostro. Algún retrato hay de su juventud pero al final Salinger son las dos siglas y el apellido que figuran firmando esa novela y en algún otro libro de relatos que escribió posteriormente.
Saliéndonos del mundo artístico, otra personalidad que siempre ha ocultado su rostro y su identidad ha sido el
subcomandante Marcos. Este cabecilla de la lucha a favor de los derechos de los indígenas de Chiapas y líder del grupo armado denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional nos dejaba con las ganas de que desvelara su rostro en cualquiera de sus apariciones públicas hasta que un buen día desapareció. Volvió cinco años después, anunciando que su personaje había dejado de existir, como si fuera el Ziggy Stardust de David Bowie.
Por María Díaz del Río
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