Era 1998 cuando unos padres norteamericanos trajeron al mundo a la futura it-girl del siglo XXI. Pasaron los años y la joven Molly Bair sufrió el acoso escolar y las burlas jocosas sobre su rostro, siendo comparada con una rata o un alien. Se sobrepuso y logró vivir una vida normal centrada en su carrera deportiva, era jugadora de tenis, hasta que hace un año un headhunter la descubrió en un mercado callejero. Está claro que la belleza es subjetiva y lo hemos podido comprobar con otras modelos como es el caso de Issa Lish, pero es verdad que la industria cada vez está apostando más por una belleza difícil y unos cánones diferentes.

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Sólo necesitarás una mirada, en ese mismo instante, no olvidarás su rostro. No es de extrañar que Proenza Schouler le echase el ojo y debutase con ellos en exclusiva en la pasarela de Nueva York para la colección Primavera- Verano 2015. A partir de aquí, Miuccia Prada no quiso perder la oportunidad de trabajar con Molly y la llamó a filas. Después de haber desfilado en Nueva York y Milán, era el turno de hacer las maletas y emigrar a la ciudad del amor. La Torre Eiffel junto a Chanel, Dior, Valli y Loewe la esperaban ansiosos. No defraudó.

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Coach la fichó en su campaña para esta temporada y revistas como Vogue o W Magazine se la empezaron a rifar. Aunque actualmente su popularidad y la lista de followers en redes sociales no supere ni la de Delevingne ni la de Kendall Jenner, Molly Bair es el must de la temporada, el último ejemplo que confirma que la moda comienza a apreciar la frescura de ser diferente.

Pablo Aragón

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