Saint-Germain es la Rive Gauche por excelencia, el epicentro de la moda, el arte y la finesse, cuyas ondas sísmicas se expanden por el orbe moderno. Y en este exclusivo vecindario, elegimos el Hotel Lutetia, emplazado en un edificio que conserva sus originarios vestigios de Art Nouveau maravillosamente restaurados con respeto y acierto, algo que hacen del establecimiento un icono de nuestro tiempo creado para disfrutar de todo su esplendor bien expuesto.

El emplazamiento no puede ser más acertado: a dos puertas de Hermes, la tienda que expone las obras de arte que hacen sus experimentados artesanos con los restos del material utilizado para confeccionar marroquinería o vestuario, a una calle del archiconocido Bon Marchè, la galería de lujo por excelencia que sirve de contenedor para todas las marcas de renombre y algunas emergentes.

Junto a este edificio representativo del mejor diseño industrial de principios del siglo pasado, tenemos la emblemática The Conran Shop que, a pesar de ser inglés de pura cepa, sir Joseph Conrad, el emblemático arquitecto, lo eligió para hacer gala del mejor diseño tanto suyo, como de otros.

Toda esta zona del margen izquierdo del Sena está trufada de tiendas de culto a descubrir entre ordenadas y estrechas calles cuyo trazado original se remonta al siglo XIV. Paseando con atención, encontramos verdaderas joyas, entre las que destacamos la sede principal de la tienda de velas más conocidas del mundo por su calidad visual y aromática: Trudon.

Fue creada en el siglo XVII y hoy en día continúa siendo un referente del buen gusto en los hogares más refinados. En Madrid podemos disfrutarlas gracias a Filippo, que abrió una tienda en Alonso Martinez. Muy cerca de aquí, encontramos la casa del té que diseñó nuestro admirado Kengo Kuma, donde podemos disfrutar de la ceremonia del té en todo su esplendor (a parte de la excelente selección de tés japoneses que harán las delicias del paladar más exquisito). Cabe mencionar las pastelerías que abundan en la zona, en especial la que está frente de la casa del té y que se remonta al siglo XVIII. Allí podemos encontrar los mejores croissants, hechos con auténtica mantequilla francesa. ¡Una delicia!

Los anticuarios también se asentaron hace algunos siglos en este Quartier, a la espalda del Musee D’Orsey. en él se encuentran verdaderas joyas tanto en mobiliario del período Napoleónico, Art Decó, como de escultura singular. Sin duda, un paseo estimulante descubriendo las maravillas que estos conocedores de la historia del arte nos ofrecen.

Todo lo que nos rodea nos fascina, pero no queremos perdernos la vida de este grandioso hotel... Decidimos acercarnos al bar Josephine a tomar un cóctel (sin alcohol), acompañado de sushi y sashimi mientras disfrutamos de jazz en directo. El trampantojo en el techo del espacio nos transporta a los mejores inicios de un Art Decó incipiente y nos hace vivir una ensoñación musical con la que rápidamente saciamos el apetito. Ya estamos preparados para un nuevo día en la ciudad del amor.  

De camino a la habitación, nos entretenemos en la biblioteca, un saloncito cozy bien pertrechado de la mejor literatura representativa y de libros de gran formato que hacen las delicias del ojo más exigente. Para despejar nuestras mentes después de entretenernos con algunos de los volúmenes más apasionantes de Taschen, bajamos al spa: Akasha, diseñado por sus espacios, mobiliario e iluminación para relajar nuestra mente y nuestro cuerpo. Y vaya si lo consiguen, porque es un pedazo de cielo en la tierra.

Dentro del spa, que utiliza Carita (marca de cosmética de lujo parisina) para sus tratamientos, cabe destacar la peluquería de Christophe Biot que, al estilo francés, más que cortarte el pelo de una manera mecánica, se acerca a tu cabello como si de un lienzo se tratara. En una danza imaginativa y artística va rebajando y dando forma a lo que será un corte inolvidable, usando solo productos de extractos naturales para mimar de una forma amable y sostenible tu cuero cabelludo y tu pelo.

Después de haber relajado nuestros sentidos, queremos aprovechar para degustar el menú que nos ofrece su restaurante, con estrella michelín Saint-Germain. Bajo una cúpula de cristal pintado a mano, se reflejan sus colores en las paredes, como un caleidoscopio que enfatiza con su modernidad el carácter adusto y bien ornamentado de toda la sala. La cena no defrauda y el maridaje con los vinos patrios, por supuesto que tampoco. Acabamos a las 12 pm, muy tarde para París.

Nos toca despedirnos de este emblemático hotel donde tanto puedes encontrarte a las celebrities del momento, como a tus artistas favoritos sacando a pasear a su fiel amiguito de cuatro patas. El glamour abunda y llena los espacios creando una atmósfera y unas vistas tan atractivas, que ya estamos deseando volver.

Carlos Sánchez

Imágenes: Cedidas por Hotel Lutetia y propias